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Pensiones, ¿el 100 se convertirá en 104 con la vieja escalera?

Para hacer compatible la contrarreforma de pensiones con el endurecimiento impuesto por la UE, el Gobierno prevé elevar el umbral de jubilación anticipada hasta 104, restringiendo la salida del trabajo a las personas que ya hayan cumplido los requisitos necesarios para 2018

Pensiones, ¿el 100 se convertirá en 104 con la vieja escalera?

En pensiones y renta básica, el gobierno y la mayoría se están arropando, como en perfecta soledad -diciendo tonterías- lograron poner de rodillas al país.

Resumamos brevemente la historia.

  1. El ejecutivo, con el consentimiento de los dos viceprimeros ministros Matteo Salvini y Luigi Di Maio que ostentan el poder real, se convenció de encontrar un modus vivendi con la Unión Europea, recortando el déficit anunciado como una victoria desde el balcón del Palacio Chigi, un pocos puntos decimales. Ello no impedirá el procedimiento de infracción, que, sin embargo, se transformará de un gesto de ruptura política en un deber, aligerando así la carga de las controversias iniciales.
  2. Para llevar a cabo esta operación serán necesarias reducciones de gasto, que sólo podrán realizarse en los sectores en los que se concentran recursos importantes, es decir, para la implantación de la cuota 100 y los ingresos del ciudadano y su entorno (6,7 y 9 millones respectivamente, como gasto límites, en 2019). Los cambios también son posibles porque, por ahora, el gobierno se ha limitado a establecer dos fondos sin dar ninguna indicación de los criterios que regularán las dos instituciones.
  3. Sin embargo, surgen problemas que el gobierno sigue ocultando como avestruces, en el sentido de que todos los ven menos ellos: por dónde hacer el corte (cada uno de los aliados intenta desviar la tijera a la bandera del otro); a qué renunciar en comparación con las promesas ampliamente difundidas si habrá menos recursos disponibles.
  4. Y aquí -como dicen- cae el burro, porque las asignaciones previstas para las dos primicias en el proyecto de ley de presupuesto, en la opinión común de todos los observadores, eran de todos modos inadecuadas y ya requerían restricciones en la identificación de la audiencia y los requisitos. incluso antes de que la UE se hiciera oír.
  5. Entonces el gobierno entró en pánico; ha renunciado a proponer reformas a la Cámara sobre estos temas, aplazando las rectificaciones al Senado y al mismo tiempo prometiendo que todo volverá a ser como antes, porque en realidad los créditos a que se refiere el art. 21, había sido demasiado generoso. Por tanto estarían las condiciones para gastar menos adoptando las mismas medidas (por ahora encomendadas a la tradición oral como los poemas homéricos).
  6. En este punto, se pierde el hilo de la cuestión ya que ya no está claro cuáles son las intenciones del gobierno: si definir, quizás en un proyecto de ley relacionado, requisitos compatibles con cobertura reducida o apoyarse en la técnica del grifo, es decir, la provisión de adelantar tratamientos sólo en la medida en que el fondo pueda hacerlo con los recursos restantes. Pero como decía Tito Boeri: “Sujetar los requisitos de seguridad social que dan lugar a derechos subjetivos de pensión a la lógica del grifo es algo nunca antes visto”.

De vez en cuando, como en la antigua tragedia griega, entra en escena un demiurgo -Alberto Brambilla, experto en giros postales- que explica cómo redefinir la cuestión de la cuota 100 de forma compatible con los recursos. El caso es que a las pocas horas de haber confiado sus consideraciones a los medios, llegan estrepitosos desmentidos. En verdad, Brambilla nunca ha tenido, y esto es para su crédito, una mano ligera.

En varias ocasiones -con el fin de contener el gasto de la cuota 100 que, en su opinión, alcanzaría los 13 millones ya en el primer año- ha planteado las siguientes propuestas correctoras: hacer voluntaria la adhesión a la cuota 100 (en paralelo con la de los requisitos de la reforma Fornero?); someterlo a recálculo según el sistema de seguridad social desde 1996; considerar solo un número limitado de años de aportes teóricos a los efectos de reconocer la antigüedad en el servicio; constituir fondos de solidaridad a cargo del sistema empresarial.

En los últimos días, tras una entrevista con Alberto Brambilla, incluso se ha hablado de un cupo de 104. Esta variación se derivaría de que solo podrían acogerse a la jubilación anticipada aquellas personas que hubieran cumplido los requisitos para 2018. audiencia, entonces, se organizaría según un cronograma de ventanas, partiendo del posible éxodo a partir del próximo 1 de marzo solo para quienes hayan devengado la fatídica cuota al menos dos años antes de que finalice el año en curso (aquí la explicación de cuota 104).

Los plazos posteriores partirían de esta base. Básicamente, se introduciría una escalera más o menos como en la época de la reforma del ministro Maroni (del que Brambilla fue subsecretario autorizado). En cuanto al gasto, “el coste estimado es de media unos 3,9 millones al año en los primeros 5 años, con un pico de gasto –dice Brambilla– de unos 5,3 millones”. Los trabajadores afectados serían 250 mil (150 mil en 2019 y 100 mil el año siguiente).

Sin duda, es encomiable llegar a fin de mes. Pero, ¿tiene pleno sentido volver a poner en pie una choza con las prácticas del pasado, primero entre un calendario de ventanas? No queremos tener en cuenta que la reforma Fornero ha sufrido correcciones importantes, aunque en un sentido indirecto. El paquete Ape, la legislación para la infancia temprana y otras medidas introducidas en la pasada legislatura han resuelto el problema de la jubilación anticipada (de hecho o de derecho) para todos los casos en los que existía una necesidad efectiva.

Además, se sigue ignorando que, aún en los flujos de los últimos años, la gran mayoría de los trabajadores están en condiciones de hacer uso del anticipo (en 2018, si las nuevas pensiones de vejez eran iguales a 100, había 229 pensiones de antigüedad en los FPLD) a una edad efectiva promedio a la fecha de vigencia de entre 61 y 62 años. Es por esto que el cupo 100 se ha convertido en un tema ideológico de muy poca utilidad para los trabajadores (además con un clarísimo discriminante de género, porque el tratamiento temprano es en realidad una prerrogativa de los trabajadores varones y residentes del Norte).

Pensando en ello, el gobierno verdeamarillo intenta la misma operación que quiso realizar el segundo gobierno Prodi (Cesare Damiano era ministro de Trabajo) para superar la escalera querida por Maroni. Se derrocharon 7,5 millones en una década para reorganizar la posibilidad de salir temprano del trabajo (a través de la invención de las cuotas). Hoy, sin embargo, existe un agravante: la operación es mucho más onerosa y no finaliza, como en 2007, en un tiempo limitado, sino que continúa a lo largo de décadas, después de haber quemado las embarcaciones atrás.

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