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Pensiones y Gobierno, el boomerang de la cuota 100

Las propuestas del ideólogo de la seguridad social de la Lega, Alberto Brambilla, de introducir la famosa cuota 100 como la suma de la edad y las cotizaciones para jubilarse antes corren el riesgo de adelantar un poco la jubilación pero, en general, reducen los beneficios de la ciudadanía.

Pensiones y Gobierno, el boomerang de la cuota 100

A medida que se materializan las propuestas del gobierno verdiamarillo sobre las pensiones, no sólo emergen posiciones diferentes entre los dos partidos mayoritarios, sino soluciones al menos bizarras, tanto como para negar al pobre Polonio, que no sería capaz de vislumbrar en su locura la lógica que encontró en la del príncipe Hamlet. En esencia, la revisión de la reforma Fornero (cuota 100 como suma de datos personales y aportes a la seguridad social o 41 años de cotización independientemente de la edad), de antigua procedencia de la Liga Norte, se suma a la sarchiapone de la pensión ciudadana, inventada y propuesta por Beppe Grillo en las etapas finales de la campaña electoral. La primera medida, de carácter previsional, pretende favorecer a las personas que se incorporaron tempranamente al mercado laboral, han permanecido en él durante mucho tiempo de manera generalmente continua y pueden presentarse, todo menos mayores, a la cita con el codiciado quietud.

La segunda es una prestación clásica de carácter asistencial que, por la cuantía garantizada (un tratamiento bruto mensual de unos 800 euros), fomentaría -más allá de los costes- la evasión fiscal. Hasta ahora, no hay nada nuevo bajo el sol; no sería la primera vez que retorcidas alianzas políticas imponen una sumatoria de los reclamos de cada fuerza participante. Además, la coalición de centro-derecha había incluido en el programa el proyecto de elevar el nivel de la pensión mínima a mil euros al mes. El caso es que, cuanto más se investigan los problemas a través del goteo de fragmentos de propuestas, el enfoque de los 'verdes' se diferencia aún más del de los 'amarillos'. Especialmente desde que el Prof. Alberto Brambilla, siempre ideólogo de la seguridad social del Carroccio: una persona de cierta competencia (probablemente llegue a formar parte del ejecutivo), en medio de la masa de jugadores de oreja de peine y el pañuelo de papel.

Brambilla es el patrono de Itinerari previdenziali, una fundación que presenta cada año un interesante informe que recoge, con cierto rigor, todos los aspectos imputables a un sistema de seguridad social y su financiación. Como un hombre vigoroso del norte, el nuestro es muy crítico con la tendencia del bienestar Italiot que representa a los jubilados como un ejército de pobres en el barril. Y, por tanto, cree que el país no está desfasado en lo que se refiere a la llamada seguridad social, sino que lleva demasiado plomo en sus alas por el gasto social. Son ideas muy discutibles, pero no es este el lugar para volver a discutir el falso mito de la separación de la asistencia de la seguridad social. Más bien nos interesa recordar que Brambilla sostiene que el reequilibrio de las finanzas públicas debe realizarse a expensas de la asistencia.

Leamos un extracto del Quinto Informe de Itinerarios de la Seguridad Social: ''Por otra parte, el gasto asistencial, como se ha destacado en varias ocasiones, corre el riesgo de descontrolarse también por la excesiva competencia política que lo incrementa de año en año. año (véase el reciente aumento del salario de la decimocuarta mensualidad y la introducción del REL) sin, sin embargo, armonizar las reglas de acceso y prever formas efectivas de control a través del registro central de asistencia, que nunca se ha puesto en marcha, lo que podría generar una mejor asignación de recursos y ahorros''. ¿Cómo puede conciliarse tal declaración con la introducción de una pensión ciudadana extraña y onerosa? El pensamiento de Alberto Brambilla es aún más claro desde otro punto de vista: ''Son preferibles, pues, políticas -se escribe en el Quinto Informe- que tiendan a premiar el "trabajo", la "fidelidad a las contribuciones" y las largas trayectorias por las que la indexación de la la edad de jubilación a la esperanza de vida sigue siendo un requisito indispensable para el equilibrio del sistema (especialmente para las pensiones de vejez con carreras cortas y para las pensiones asistenciales), pero también es necesario reintroducir elementos de flexibilidad recuperando las características de la ley n. 335/1995.

Para ello, en primer lugar, las cotizaciones deberían desvincularse de la esperanza de vida (una característica exclusivamente italiana introducida con la reforma Fornero) previendo un máximo de 41 años y medio de cotizaciones con un máximo de 3 años de cotizaciones nocionales y un edad mínima de 63 (luego se convertirá en 64, ed) años de edad. Es poco justo (y se podría argumentar, quizás incluso inconstitucional) imaginar que un trabajador pueda acceder a la pensión con sólo 20 años de cotización y 67 años de edad (quizás complementando el beneficio a través de la módica pensión calculada ) y que otro con más del doble de cotizaciones y sin riesgo de integraciones a cargo del fisco, deba trabajar por más de 43 años (en 2019)”. No queremos forzar nuestra mano, pero en estas valoraciones también percibimos un juicio sociológico, si no directamente ético, hacia el buen trabajador del valle del Po ''que se ha ganado su pensión''.

Pero lo mejor aún está por venir. Al escritor no le gusta participar en el juego de tapaderas con las que intentan enmarcar a la nueva mayoría. Sobre todo en lo que se refiere a pensiones. Sobre todo porque en los últimos días el propio Brambilla ha dado a conocer unas propuestas en torno al 'paro' de la ley Fornero que han asombrado al escritor. El saqueo de la reforma de 2011 se haría de la siguiente manera: los requisitos de 100 y 41 años (algunos dicen 41 y medio) son los puntos de referencia ciertos. Pero solo aquellos con una edad mínima de 64 años podrían optar por el primero. En ambos casos -parece- se compensarían tres años de antigüedad como máximo de aportación figurativa. Además, para las nuevas pensiones, el período comprendido entre el 1 de enero de 1996 y el 31 de diciembre de 2011 se computaría por el método contributivo también para aquellos a quienes la reforma Dini les había garantizado continuidad salarial (aquellos que, a finales de 1995, tenían al menos 18 años de antigüedad con aportes).

Básicamente, lo que no tuvimos el coraje de hacer entonces (es decir, pasar a todos al cálculo prorrateado de las contribuciones desde el 1 de enero de 1996) ahora se implementaría sustancialmente de forma retroactiva. La lógica de tal enfoque (por otra parte menos conveniente que el uso del Ape sociale, que en cambio sería abolido) escapa a la lógica, dirigida a anticipar ligeramente la posibilidad de retirarse a expensas de la adecuación de los tratamientos, generalmente reducidos. Significa que en unos meses veremos grandes manifestaciones reunidas detrás de una gran pancarta con el escrito en letras grandes: Aridetece la Fornero.   

Comentarios sobre:Pensiones y Gobierno, el boomerang de la cuota 100"

  1. Además de ser injusto, la apuesta de la edad cronológica es como jugar tres cartas. PERO CUIDADO. HAY OTRA ESTAFA PRÓXIMAMENTE, LA DE LA LIMITACIÓN DE APORTES FIGURATIVOS. Se habla de que para llegar a 100 solo se podrían contar dos. De esta forma, se penalizaría a los trabajadores más débiles, trabajadores y oficinistas que hayan tenido períodos de despido, trabajadores despedidos por despido, etc. Un verdadero bastardo. También espero que no pretendan eliminar el APE Sociale incluso para quienes ya lo reciben. Entre ellos también hay personas que han dejado su trabajo porque realizaban tareas extenuantes o porque son cuidadoras y ahora se encontrarían sin ingresos hasta su pensión de vejez, o personas mayores desempleadas (mayores de 63 años). Estos aficionados en la refriega si no tienen cuidado crearán un nuevo éxodo. Con una ley que penalizará a las categorías más débiles y beneficiará a las que hayan tenido más suerte y hayan tenido una carrera laboral continua e ininterrumpida. Hasta aquí la justicia social y el cambio, un cambio que hará que la gente salga a la calle con horcas.

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