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¿patrimonial? No gracias, la reforma fiscal real es mejor

El impuesto predial es más una bandera ideológica que una solución a los problemas no resueltos de equidad y eficiencia tributaria - Según cómo se aplique, corre el riesgo de generar poca recaudación o, por el contrario, asustar a los contribuyentes y favorecer la fuga de capitales al exterior o el recurso a la economía sumergida

¿patrimonial? No gracias, la reforma fiscal real es mejor

Se habla mucho en estos días sobre el impuesto a la propiedad. Un tema que se vuelve a proponer cada vez que los gobiernos necesitan recaudar fondos. Entonces, ¿qué mejor solución que la tributación de activos más o menos elevados? No cabe duda de que el principio de equidad y eficiencia económica dicta que quienes tienen más bienes contribuyen en mayor medida a los gastos que quienes no los tienen. Pero, en una inspección más cercana, una vez más se intenta atajar un problema estructural con una solución de última hora, sin claridad ni sobre cuál debe ser la base imponible, ni sobre las implicaciones de esta solución en este momento histórico.

Un impuesto sobre la riqueza, que en la experiencia pasada ya ha demostrado ser de un tamaño irrisorio en comparación con los ingresos totales, se encontraría sometiendo a impuestos los ingresos y activos ya gravados y se percibe emocionalmente como injusto y molesto, especialmente en este momento. Un impuesto que se suma a eso gran número de cargas que ya pueden ser consideradas de carácter "patrimonial": IMU, Tasi, impuesto de timbre sobre cuentas corrientes, impuesto de automóviles, impuestos de embarcaciones, tasa de licencia de Rai, etc. Y entonces: ¿cuál es el destino de estos ingresos? ¿Cuál es la base imponible y la tasa? Nadie lo aclaró.

Una tasa alta facilita reacciones evasivas, corre el riesgo de alentar la transferencia de capitales al exterior, aumentar el uso de "negro", para deprimir la economía. Una tarifa baja permitiría recoger más o menos migajas, por lo tanto perjudicial para su propia publicidad pero inútil. En cuanto a la base imponible, un balance sobre la primera vivienda sería completamente injusto ya que afectaría también a las clases menos favorecidas, dado que más de dos tercios de los italianos han invertido sus ahorros en la vivienda. Y luego podría afectar también a los activos "estáticos" que no producen renta. Si pensamos entonces en un balance de activos financieros, reflexionamos sobre el hecho de que los italianos tienen una gran parte de la deuda pública del país. Sería un incentivo para desinvertir y desplazar el ahorro hacia operaciones susceptibles de escapar al fisco.

Cambiemos nuestro punto de vista. Si el objetivo del gobierno es fomentar un crecimiento económico estructural, capaz de generar ingresos fiscales adecuados respetando la equidad (horizontal: igualdad de trato; vertical: principio de progresividad), entonces la solución no puede encontrarse en un impuesto diferente, sino en una reforma fiscal radical basada en medidas estructurales capaz de orientar las elecciones de los hogares y las empresas en la dirección de la productividad. En este sentido, las variables "macroeconómicas" -consumo, inversión, ahorro, gasto público, etc. – deben observarse y planificarse con un horizonte temporal de mediano plazo (al menos 10 años), para que puedan producir los efectos esperados.

Esto significa localizar medidas fiscales capaces de estimular el crecimiento del PIB, fomentar la flexibilidad del mercado laboral, fomentar la inversión, reducir la "tijera" entre la riqueza y la pobreza al permitir la redistribución de la primera, dirigir el uso de la riqueza para apoyar el consumo, la producción eficiente y equitativa, el trabajo, la circulación del dinero, fomentando el so- denominados sectores punteros en nuestro entorno (por ejemplo, la construcción, el turismo, la restauración...) y la economía ecológica (la denominada economía verde sostenible). En su caso, también mediante la deducción de gastos e intervenciones de los impuestos, otorgando créditos fiscales y mayor deducibilidad de los gastos, en cuanto a su naturaleza y cantidad.

En resumen, no deberíamos hablar de activos en este momento, sino de una verdadera reforma del sistema tributario, capaz de estimular el crecimiento económico, garantizar ingresos adecuados, operar una redistribución monetaria de la renta y hacer más transparente el sistema.

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