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Nuclear, esta vez el cierre es grave pero para Italia nada cambia: al menos por tres motivos

por Alberto Clò* – El referéndum no abre ningún hueco en la política energética porque la vuelta a la energía nuclear habría llevado mucho tiempo, porque nuestra capacidad de generación eléctrica es "en gran medida adecuada para satisfacer la demanda" y porque el desarrollo de las renovables es "en gran medida superando las necesidades” – No hay necesidad de un nuevo plan de energía

El resultado del referéndum (a partir de los datos aún provisionales del Ministerio del Interior del 14 de junio) sobre energía nuclear es inequívoco: 54,79% de los que tienen derecho a voto; SI, o en contra de la energía nuclear, 94,05%. Un resultado aún más tajante que el que se produjo en 1987, cuando votó un porcentaje mayor, el 65%, pero con un porcentaje muy inferior de en contra, el 80%, de modo que, teniendo en cuenta también los votos nulos (8%), sólo el 45% de los derechohabientes podía decir que estaba en contra de la energía nuclear.

Más allá del resultado numérico de los dos referéndums, su significado político es sobre todo muy diferente. Entonces el rechazo de la energía nuclear, también por el carácter derogatorio de las cuestiones, no hubiera supuesto por sí solo una salida inmediata de nuestro país de esta tecnología. Si esto sucedió fue porque toda la gama de partidos, en el gobierno y en la oposición, dieron una interpretación política completamente amplia a la respuesta del referéndum, superando las posiciones extremas de los propios antinucleares, que consideraban casi imposible en funcionamiento y el que está en construcción (Montalto di Castro). En el referéndum del 12 y 13 de junio no hay nada que interpretar porque las preguntas eran claras: SÍ/NO a la energía nuclear. Un cierre, por tanto, grave de la energía nuclear en nuestro país que pone en evidencia la extrema fragilidad política y social en la que se basó su presunto 'renacer' en nuestro país. Rebirth arrancó en mayo de 2008 y declamó, en un (sólo aparente) coro de aclamaciones, hasta después de la tragedia japonesa de Fukushima el pasado 11 de marzo.

Argumenté en tiempos desprevenidos que de la manera chapucera en que avanzábamos no habríamos llegado a ninguna parte: por la falta de un mínimo consenso político bipartidista, por la falta de conciencia de las muchas dificultades que habría que superar, porque muchas de las premisas con las que se motivó la vuelta a la energía nuclear (reducción plana de costes/precios, capacidad de las empresas para 'ir solas', conveniencia de la energía nuclear, etc.) descansaban en nada. Solo mucha propaganda y muchos engaños. Una fragilidad que se puso vergonzosamente de manifiesto de cara al referéndum y las crecientes expectativas de que se alcanzara un quórum. Independientemente de la manera amateur con la que el gobierno trató de impedir el referéndum, llama la atención que casi ninguno de los muchos partidarios de volver a la energía nuclear haya decidido apoyar las razones para ello. Así fue para todo el mundo de la política que prefirió callar y, en su bondad, dejar 'libertad de voto' a los electores; para el mundo industrial (electricidad y manufactura) a partir de la propia Confindustria; para los muchos comentaristas que también parecían entusiasmados con él.

En ausencia de cualquier debate público y cualquier comparación de posiciones entre los que están a favor y en contra, se puede decir que el resultado del referéndum se da por sentado, incluso si los números fueron más allá de lo que se podría haber hipotetizado. Dicho esto, ¿qué está pasando ahora en nuestro panorama energético? Creo que esencialmente nada por varias razones. Primero: porque la perspectiva de un retorno a la energía nuclear en nuestro país se habría producido en cualquier caso -en términos de producción de electricidad- en la hipótesis más optimista, no antes de 15-20 años y ciertamente no en los pocos años anunciados (2013 apertura del primer sitio de construcción, 2008 inicio de producción). Segundo: porque mirando la realidad y no la realidad virtual que se representaba, la capacidad de generación eléctrica en nuestro país es, hoy y en el futuro, en gran medida adecuada para satisfacer un perfil de demanda que se proyecta sustancialmente estable. Por lo tanto, no hay necesidad de luchar para 'llenar un vacío inexistente'. Tercero: porque la decisión de apoyar las renovables con incentivos estimados en 120 millones de euros en la década actual hará que su desarrollo supere ampliamente las necesidades.

Por tanto, contrariamente a lo que se afirma, no existe una 'necesidad desesperada de un nuevo plan energético' sino la necesidad de racionalizar el existente, en lugar de ampliarlo cuantitativamente, fortaleciendo y modernizando el sistema de infraestructura, tanto de electricidad como de metano; adoptando una política por el lado de la demanda que aproveche el considerable potencial de mejora de la eficiencia energética, con beneficios en términos económicos, industriales y medioambientales; intentando concretar los incentivos a las renovables hacia el nacimiento de cadenas productivas nacionales robustas. ¿Y qué hay de la energía nuclear? Si bien es cierto que la respuesta del referéndum no deja lugar a la posibilidad de reabrir el camino para su uso con la construcción de nuevas plantas, también creo que sería un error eliminar toda nuestra presencia en esta tecnología, especialmente en términos de conocimiento. : sí rasgos de investigación científica, de formación académica, de conexión con el progreso que se está haciendo en otros lugares. Y especialmente sobre la seguridad nuclear.

Si hay una lección que debemos sacar de Fukushima es que la energía nuclear tiene una dimensión global que no nos aleja de los riesgos de otras centrales. En esencia, uno no es un país libre de armas nucleares solo porque no tiene centrales eléctricas en su propio territorio. Somos, por desgracia, todos nosotros. La seguridad de otras plantas es nuestra seguridad. De ahí la conclusión de que nuestro país, al igual que los nucleares, debe poder afirmar plenamente que en Europa, como en otras partes, están garantizadas las mayores condiciones de seguridad para las poblaciones. Pero para ser creíbles en este tipo de solicitudes necesitamos contar con instituciones (Agencia de Seguridad Nacional) y por tanto con las competencias y conocimientos profesionales (y de quien los genere) en los que necesariamente debe basarse su actividad. Abandonarlo es ignorar los resultados del referéndum en sí mismos.

* economista, ex Ministro de Industria

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