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Museo Man, La vanguardia del movimiento a partir del 30 de mayo

Alexandre Alexeieff & Claire Parker, Max Almy, Berthold Bartosh, Claudio Cintoli, Segundo de Chomón, Émile Cohl, Maya Deren, Nathalie Djurberg & Hans Berg, Ed Emshwiller, George Griffin, Noa Gur, Claus Holtz & Harmut Lerch, William Kentridge, Fernand Léger, Len Lye, Norman McLaren, Diego Perrone, Fratelli Quay, Robin Rhode, Jan Švankmajer, Stan Vanderbeek…

Museo Man, La vanguardia del movimiento a partir del 30 de mayo

30 29 de mayo a junio 2014 el museo MAN de Nuoro presenta la exposición “Iré por dos. La vanguardia del movimiento”. El proyecto, comisariado por Lorenzo Giusti, director del Museo MAN, y Elena Volpato, curadora del GAM de Turín, responsable de la Colección Film and Artist Video, explora, a través de un corte transversal, que desde los orígenes del cine de animación llega hasta el actualidad, uno de los aspectos más fascinantes de las obras de animación, esa posibilidad anhelada por muchos artistas y cineastas de utilizar el movimiento fílmico como un ritual mágico que da vida a la línea del dibujo, la silueta, el títere o la imagen fotográfica.

La imaginación creadora, propiamente demiúrgica, que muchas veces subyace en el dibujo y la representación a través de figuras, adquiere los rasgos hechizantes del hechizo a través del movimiento y el ritmo musical, de una vida que es danza de la imaginación. No es casualidad que artistas y cineastas, al abordar las diversas técnicas de animación, a menudo se centren en la imagen corporal y la vinculen con evocaciones de la figura de Frankenstein, el Golem o el robot, y el nacimiento artificial en general de un cuerpo. , como si quisieran repetir en el relato mítico su propio poder como animadores: dar alma a lo inanimado.

Las obras expuestas ofrecen, por tanto, la posibilidad de un recorrido histórico en animación, experimental y artístico, a través de la imagen del cuerpo, su construcción y su “montaje”. Cuando la animación se basa en el dibujo, todo parece surgir de una línea, como en la pionera Fantasmagorie de Émile Cohl (1908) o en Lifeline (1960) de Ed Emshwiller, donde la línea blanca continua se envuelve en nudos de materia que poco a poco se convierten en arabescos orgánicos mezclándose con la imagen fotográfica del cuerpo de una bailarina. O como en Head (1975) de George Griffin, donde la forma básica del rostro y la tradición artística del autorretrato se despojan de cualquier detalle realista y luego reviven inesperadamente con expresividad emocional y matices psicológicos plasmados pictóricamente.

En otras obras el dibujo deja lugar a la escultura y el mito de Pigmalión se conecta con ella, como es el caso de Jan Svankmejer que en Darkness Light Darkness (1990) muestra un cuerpo capaz de moldearse a sí mismo, a partir de las dos manos, cerradas en un sala, en la que fluyen secuencialmente todos los miembros que se compondrán en unidades. Las dos manos de Svankmejer tienen un antecedente en el surrealismo de Alexeieff y Parker con The Nose (1963), donde miembros únicos, rebeldes e independientes reclaman para sí el poder del hechizo vital, y parecen encontrar un desarrollo reciente en algunas obras de Nathalie Djurberg y Hans Berg.

La historia de Frankenstein revive explícitamente en la película de Len Lye, El nacimiento de un robot (1936) y de nuevo en La calle de los cocodrilos (1986), de los Quay Brothers, o en el vídeo de Max Almy, El líder perfecto (1983), donde ser artificialmente construido, no es una criatura destinada a servir a su creador, como ocurre con Frankenstein y el Golem, sino que es el futuro líder político quien está programado en la computadora para que su ferocidad dictatorial refleje la sociedad que lo quiso y lo creó.

Otras obras representan el cuerpo como lugar de construcción, no de identidad única, sino de identidad social. Es el caso de la célebre L'idée (1932) de Berthold Bartosh, pero también, de forma diferente, de las obras de William Kentridge, en las que el dolor de las masas deja huellas de polvo negro en las páginas en blanco de la historia. frente a los inmodestos cuerpos mojados del agua azul de los ricos magnates. Es el caso de las siluetas de Kara Walker, también negra sobre fondo blanco, torturada y violada por la ferocidad colonial.

Finalmente, es la danza, máxima expresión de la belleza en movimiento, la que nos permite mostrar la magia del cuerpo animado en los más diversos lugares del pensamiento y la imaginación: en los Huevos de Pascua de Segundo de Chomón (1907), en el Ballet Mécanique de Fernand Léger. , donde máquina y cuerpo tienden a fundirse en un único sujeto en movimiento, en el espacio absoluto del Pas de deux de McLaren, en la noche astrológica de The Very Eye of Night (1958) de Maya Deren o en el universo bidimensional del dibujo de Robin Rhode , donde cuerpo y diseño se encuentran en un mismo plano de realidad y sueño.

Completan la exposición las obras de Claudio Cintoli (Più, 1964), en las que la matriz estética del Pop Art desarticula la identidad del cuerpo en la ropa y los productos publicitarios; de Stan Vanderbeek (After Laughter, 1982), donde el movimiento del cuerpo en el espacio se modifica a través del tiempo, como en una filogenia de lo humano, y de Claus Holtz & Harmut Lerch (Portrait Kopf 2, 1980) donde la animación superpuesta de rostros y cabezas remite, en un camino antilombrosiano, a una unidad originaria del rasgo humano. Finalmente, los trabajos más recientes de Diego Perrone (Totò nudo, 2005) donde el icono de Totò se descompone y recompone con un mecanismo que no olvida la capacidad del actor de convertirse en títere, cuerpo inanimado, y Noa Gur (Ruido blanco, 2012) cuya esencialidad lingüística cierra idealmente el camino, restituyendo la antigua raíz del dibujo a la animación del cuerpo: la captura, mediante la simple técnica de la huella, de un individuo y su soplo vital.

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