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Macron prohíbe los coches de petróleo, gas y diésel: ¿es verdadero ecologismo?

El jueves pasado se depositó en el Parlamento francés un proyecto de ley inspirado por el presidente Macron que prohíbe la circulación de automóviles diésel y la exploración y producción de gas y petróleo para 2040: ¿es ecologismo o no? la discusión está abierta

Emmanuel Macron aspira a ser recordado como el presidente más verde de Europa. Su Francia está considerando seriamente prohibir la circulación de automóviles diesel, deteniendo la exploración y producción de gas y petróleo. ¿Mañana? No. Para el 2040, cuando Emmanuel seguramente ya no será Presidente de la República. El propósito ambiental ha encontrado espacio en un proyecto de ley presentado el pasado jueves en el Parlamento. Cuando se difundió la noticia, los franceses quedaron perplejos. Aunque París, en particular, lleva mucho tiempo luchando contra la contaminación por la contaminación por Co2. El proyecto de ley le da al gobierno la responsabilidad, la negativa, de emitir permisos para exploración y perforación. Las concesiones que vencen no se renovarán pronto.

Total -una empresa de origen- está entre los sujetos más interesados ​​en el camino de la ley. Se sabe que ya ha frenado sus actividades mineras. Pero desde una desaceleración suave hasta una prohibición absoluta en tierra y en alta mar, hay mucho. Quizás alguien le explique al Presidente las consecuencias de una ley seductora y polémica en los balances y cuentas de resultados. Será interesante entender cómo se conciliará el empuje patriótico del propio Macron con los intereses de la mayor petrolera del país. Estudiar los efectos sobre los 6 millones de barriles de hidrocarburos producidos cada año que cubren poco más del 1% del consumo nacional. En el Elíseo tendrán que considerar que el país seguirá importando petróleo durante muchos años.

Se verá obligado a revisar la balanza de pagos hacia los países productores de petróleo, porque los autos no pararán por decreto. De alguna manera también habrá que desempolvar los proyectos ecológicos de la antecesora Holanda, proporcionando incentivos a quienes abandonen el coche diésel. En Italia, cuando nos enfrentamos al referéndum sobre simulacros y parrilladas sin triv, se hicieron estos análisis. El pueblo entendió, el sistema energético (extracción, producción, refinación, distribución) ha sido salvaguardado. ¿Podemos imaginar que, aunque se tarden 23 años en aplicar la ley, los franceses no se preocupan por la circulación de vehículos, el transporte público, las mercancías que viajan con camiones, etc.?

Uno sospecha que la idea del presidente es altamente promocional. Un salto hacia un país ecosostenible, ecologista, cabeza de Europa, en detrimento de los demás, feos contaminadores. Cualquier cosa puede ser, como ya hemos visto en los últimos meses de una Presidencia que libra una guerra sin fronteras contra la economía y que no mira a nadie a la cara. La ley debe ser aprobada a finales de año, queriendo enviar una señal a los países que están retrasados ​​en el cumplimiento de los acuerdos climáticos de la COP21 de 2015. Los ambientalistas analizan el texto llevado al Parlamento. Según Reuters, están dispuestos a acusar al gobierno de greenwashing climático, un carisma ambiental que no tiene.

En realidad, el presidente francés no tendrá mucha credibilidad hasta que resuelva de manera convincente la gestión de la energía nuclear, el verdadero motor energético francés. Macron se gastó en la campaña electoral y en cumbres internacionales por la reducción del carbón en los próximos 7-10 años, por el crecimiento de las fuentes renovables, por políticas respetuosas con el medio ambiente. Poco se imaginaba que Donald Trump, retirando la firma de Barack Obama de los acuerdos climáticos, se convertiría en su mayor partidario. Este también puede ser el motor que lo impulsó a proponer la ley el pasado jueves y actuar con rapidez en detrimento de los que van despacio.

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