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La Italia del televoto: la política como X-Factor

La campaña electoral, cada vez más, adquiere las características de un talent show, en el que el candidato debe presentar su programa en el menor tiempo posible, sometiéndose al juicio inmediato y superficial del televidente.

La Italia del televoto: la política como X-Factor

Italia es una república fundada sobre los televidentes, también porque hay poco trabajo. Es una cuestión de tiempo. De tiempos que literalmente corren y se van. Tiempos que se contraen cada vez más, y en los que lo que se necesita es inmediatez, reconocibilidad, en un efecto plebiscitario que todo lo allana y en los que no hay espacio, ya no, para la complejidad.

È la modelo del concurso de talentos, que como una mancha de aceite se esparce por todos los sectores de la vida. No son solo canciones. Se parte de la anotación de que 4 de los últimos 5 ganadores del Festival (Emilio Marrese y Curzio Maltese hablan de ello en La Repubblica de hoy) vienen de Factor X, y llegamos a la política, pasando por bancos y grandes empresas. El nuevo modelo cognitivo se convierte así en pitch, autopromoción, en el menor tiempo posible, con la mayor eficacia posible. Debajo del vestido nada, o casi nada y el vestido, invariablemente hace al monje.

De Mengoni a Mussari, pasando por Renzi. Golpea la pantalla. En un tiempo se habría dicho de una actriz. Ahora es bueno para todos. Sobre todo en la política, que desde la plaza y el club se ha desbordado masivamente en la televisión, en un espectáculo entrópico que lo quema todo y en el que nada permanece verdadero para siempre. Un espectáculo omnívoro y arremolinado. Siempre necesitas algo nuevo, una "propuesta de choque" a la semana, si no quieres perder a tu audiencia. El riesgo es que la gente se canse y cambie de canal. Es el televoto, la belleza, que de modelo televisivo se convierte en modelo electoral. Das todo de inmediato, dentro de la caja mágica, y nosotros, de este lado de la pantalla, a través de mensajes de texto o directamente desde el control remoto, damos nuestra palabra, hasta el próximo episodio, en un vacío cultural en el que la forma surge como divinidad y provisional se convierte en la norma.

Precarios como nosotros, los políticos buscan la variación y el consenso, un consenso que, sin más ideales y pertenencias, en los días en que se llama "indecisos" al partido que ganaría las elecciones, es siempre provisional, anclado en una promesa que no puede ser rechazado, a menos que se le ocurra otro, diferente pero esencialmente el mismo, inmediatamente después, dejando el espectador-votante en su sofá presionando el botón verde en el control remoto y me pregunto si lo lograrán esta vez. Si lo logramos.

Y es así, pues, que como cada vez la campaña electoral está dominada por quienes mejor conocen este medio (y han contribuido no poco a crearlo), perseguidos en su territorio por una izquierda demasiado asustada por la desuetidina de sus prerrogativa cultural de perseguirlo realmente, aplanándose en un igualitarismo no convencido. Al final siempre queda en escena, el único personaje, el del que todo el mundo habla, el que divide y divide, el que ama o el que odia.

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