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Italia, crece con las exportaciones

Las medidas de cresci-Italia también deben basarse en un mayor apoyo a las exportaciones de nuestras empresas, el único motor del crecimiento: lo que se necesita no son más ayudas, sino un acceso más fácil al crédito y una mayor protección contra los riesgos en los mercados internacionales.

Italia, crece con las exportaciones

Después de las medidas para salvar Italia, ha llegado el momento de hacer crecer Italia, finalmente reconocida por todos (desde el gobernador del BCE Draghi hasta el primer ministro Monti). Pero, ¿cómo y dónde puede crecer Italia?

Sin duda demostró que el principal motor del desarrollo son las exportaciones: en 2011 nuestras exportaciones aumentaron un 11,4% hasta los 376 millones de euros, superando por primera vez el volumen de exportaciones de 2008 anterior a la crisis. Seguro que no estamos al nivel de Alemania (cuyas exportaciones en 2011 superaron los 1.060 millones de euros, también en este caso con un +11% respecto al año anterior), pero hay dos diferencias importantes: en primer lugar, el nivel de competitividad de la industria alemana y su especialización sectorial (en sectores que son todavía motores de la economía mundial) son sin duda mayores; según el sistema alemán de apoyo público a la exportación ya la internacionalización de empresas, es más articulado y eficiente que el nuestro.

Además, el falta de atención de los últimos gobiernos a las vicisitudes de nuestras exportaciones lo demuestra el hecho de que, desde 2001, el comercio internacional nunca ha tenido una posición de gobierno estable, y desde hace más de 4 años -salvo el breve y efímero interludio de Polidori- ni siquiera existe un viceministro con estas competencias ( en verdad, ni siquiera un subsecretario en el último gobierno, ni nunca hemos escuchado hablar al Ministro Passera). El último cambio normativo en la materia se remonta a 2009, a una ley que en realidad introdujo un solo instrumento -el financiamiento subsidiado para la capitalización de las pymes exportadoras-, que también estaba “congelado” por falta de fondos desde diciembre pasado. La última reunión sobre los problemas del comercio exterior -los Estados Generales de octubre pasado- en realidad, como tenemos que escribir entonces, resultó ser un desfile bastante inútil del ahora ocaso gobierno de Berlusconi. En definitiva, el mensaje parece un poco desolador: armémonos y partamos, exportemos, vendamos por todo el mundo, pero no esperemos tener a cambio servicios ni ayudas estatales.

Los problemas a los que se ha enfrentado hasta ahora el gobierno de Monti (empleo, pensiones, fiscalidad, contención del gasto y -muy parciales- liberalizaciones) presentaban absoluta prioridad, en un momento en que nuestro país tenía todos los ojos del mundo puestos en él. Pero la estrategia de crecimiento debe partir de un replanteamiento del papel de nuestra presencia en los mercados internacionales. No es el único de nuestros problemas, pero sin duda es uno de los principales. Ya he dicho, precisamente con motivo de los Estados Generales del comercio internacional, cuáles son, en mi opinión, los puntos fundamentales para un proceso de refundación de la nuestro sistema de apoyo a la internacionalización (ver el artículo “Exportación y Estados Generales: nuestras propuestas"). Además, el gasto global de estas intervenciones sería muy limitado, inferior a muchos ingresos que podrían obtenerse, por ejemplo, de la reducción de los costes de la política.

Pero cualquier análisis en esta materia debe partir de dos consideraciones basicas.

La primera es que el modelo de negocio tipico que nos puede permitir este salto adelante es el de la "cuarto capitalismo" descrito por Franco Locatelli en el artículo "Afortunadamente existe el Cuarto capitalismo de las medianas empresas que siguen siendo las más sólidas y dinámicas". Dado que esta es la punta de lanza de nuestra presencia en los mercados internacionales en todos los sectores de excelencia Made in Italy (las famosas "4A" de Alimentos, Muebles, Ropa y Automatización), la necesidad fundamental es favorecer los procesos de agregación y cadena de suministro de las pequeñas y medianas empresas, que de lo contrario corren el riesgo de permanecer al margen de estos mercados.

El segundo es que cualquier nueva regulación o herramienta de intervención debe basarse no en la simple ayuda financiera a las empresas, sino en la capacidad de facilitarles el acceso al crédito bancario y cubrir sus riesgos crediticios y financieros. Las recetas no son fáciles, y el camino debe identificarse en conjunto, entre el gobierno, las instituciones, los bancos y las asociaciones industriales.

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