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Industria 4.0, el plan Calenda está bien pero tiene 3 debilidades

El plan presentado por el Gobierno para facilitar la implantación de la llamada Industria 4.0, basada en tecnologías y digitalización, es robusto pero tiene tres puntos críticos que hay que superar: la falta de implicación de los territorios, los riesgos inmediatos de desempleo y los largos plazos de ejecución de las inversiones industriales, la falta de políticas activas de desarrollo local

El Primer Ministro y el (bien hecho) Ministro de Economía presentaron un "plan" nacional para facilitar la implantación de la llamada industria 4.0, es decir, ese conjunto de tecnologías que, aprovechando la digitalización exitosa de los procesos productivos, lograrán la interconexión de fábricas y empresas mediante la automatización de todas las acciones necesarias para la producción manufacturera. El plan parece bastante robusto, lleno de intenciones positivas y sobre todo encaminado a poner a nuestra industria a la altura de la de sus principales competidores; que ya van por delante, pudiendo contar con flujos de inversiones privadas ya realizadas por empresas de forma autónoma. El hecho positivo más importante es el de presentar un impulso potencialmente fuerte a un sistema que, sobre todo del lado de las grandes empresas, se ha detenido: por nuestras ridículas burocracias, por la incompetencia de los grandes directivos y por el oportunismo que empujó a los accionistas a emigrar con sus empresas, enteras o en partes, por temor a pagar impuestos.

En mi opinión, hay algunos puntos críticos en el plan del Gobierno encomiable. La Industria 4.0, como bien dice el documento oficial, facilita la producción de lotes pequeños a costes de gran escala y por tanto favorece en sí misma los tamaños pequeños en detrimento de los grandes. De hecho, yo diría: el futuro serán las empresas medianas que aseguren la máxima flexibilidad combinada con organizaciones gerenciales. Si esta consideración es correcta, hay un gran olvido en el análisis del "modelo italiano" del que queremos partir: en lugar de destacar el papel de los territorios, por lo tanto de las áreas distritales tal y como han evolucionado hasta ahora con la creciente la presencia de empresas medianas (el Cuarto capitalismo) en la función de pivote, la presencia de unos pocos grandes jugadores y un número limitado de líderes de la cadena de suministro se recuerda, o quizás se queja nuevamente; ¡pero toda empresa mediana está a la cabeza de su cadena/red de suministro! En mi opinión, por lo tanto, si los territorios y sus instituciones no están involucrados, el efecto del plan corre el riesgo de ser leve.

Otro aspecto que no veo tocado se refiere a las consecuencias de la industria 4.0: no se trata de aumentar la participación de la industria en el PIB; esto está destinado a disminuir porque avanzamos hacia organizaciones más flexibles que crean valor en redes y no dentro de empresas manufactureras individuales. Los servicios se beneficiarán; por ejemplo educación, investigación, modelos de red y cadena de suministro, servicios de consultoría, todo lo que pasa por la web, etc. etc. Pero estos beneficios traerán consigo una importante reorganización laboral. La introducción de estos nuevos activos tecnológicos y las repercusiones en la organización producirán en primer lugar nuevo desempleo. Dado que las medidas del Gobierno tendrán un efecto inmediato, el mayor atractivo para nuestros industriales será el de poder reestructurar sus empresas, en las que, entre otras cosas, se ha invertido muy poco en los últimos años. El efecto de las inversiones inducidas, difícil de predecir ahora, será mucho más tarde.

Una última cuestión, a mi juicio fundamental, es el impulso real que se le dará a la inversión privada. John Maynard Keynes nos enseñó que es "la expectativa del futuro" la que influye en el presente a través de la demanda de bienes de capital. Volvamos pues al gran problema de nuestra economía que no radica en el tamaño de las empresas, ni en la supuesta baja capacidad innovadora de las pymes, sino en la falta de demanda interna y por tanto de mercados donde colocar nuevos productos. Ahora es como si tuviéramos una gran pista de Fórmula 1 disponible, pero vacía, sin campeones dispuestos a pisar el acelerador: hay financiación a bajo coste, hay tecnologías que pueden introducirse con un importante apoyo público y enormes reducciones de impuestos; hay un gobierno que hace amistad; pero nos falta la expectativa de demanda del consumidor. En este contexto, el Gobierno declara que renuncia a un "rol de dirigista" y por tanto, deduzco, a experimentar con políticas activas de desarrollo local: ¿vuelta al laissez faire? Sería cosa del Jurásico, ya rechazada por la historia. Con los trabajadores empobrecidos por la reforma de los contratos y masacrados por el paro, me cuesta esperar que los empresarios encuentren la fuerza para dar el máximo de sí mismos.

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