Rolls Royce, cuyos autos siempre han sido sinónimo de riqueza y lujo, acaba de anunciar la apertura de una nueva sala de exhibición en Camboya. Un acontecimiento que simboliza lo lejos que ha llegado Camboya desde que era un país conocido sobre todo por las dos décadas de guerra y el consiguiente estado de miseria en el que vivía gran parte de la población.
Muchas cosas han cambiado desde entonces, pero la entrada de las grandes marcas de lujo occidentales no debe hacernos olvidar la magnitud de la desigualdad económica que aqueja al país. De hecho, si la economía camboyana ha crecido de manera impresionante en los últimos diez años (a una tasa superior al 7%), el 20% de la población aún vive por debajo del umbral de la pobreza y muchas más familias se encuentran inmediatamente por encima de este umbral.
Así comenta Associated Press sobre la inauguración del showroom: “Según el Banco Mundial, el ingreso per cápita anual en una nación predominantemente rural como la nuestra ronda los $1000, cifra que cubriría menos del 0,5% del costo de el Rolls Royce más barato”. Sin embargo, las ventas de superdeportivos están en auge, creciendo cada año, a pesar de que Camboya cuenta con uno de los impuestos de importación de vehículos más altos del mundo.
Rolls Royce tampoco es la única marca de automóviles de lujo en el país asiático; está en buena compañía con Porsche, BMW, Mercedes y Jaguar. En un estado con una clase media casi inexistente, aunque en lento crecimiento, los compradores de estos coches son exclusivamente miembros de la élite camboyana, en busca de 'símbolos de estatus' universalmente reconocidos.
Archivos adjuntos: corresponsal de asia
