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¿El primero en la luna? Reto entre los Scrooges Bezos, Branson y Musk

La cabeza de Amazona anuncia su viaje y el rey de Virgen lo anticipa. Julio caluroso para multimillonarios. Aquí están sus hazañas más atrevidas, desde el espacio hasta los océanos, desde submarinos hasta globos aerostáticos.

¿El primero en la luna? Reto entre los Scrooges Bezos, Branson y Musk

5 de julio de Hace años 27, en un garaje de Seattle, por iniciativa de un ingeniero de treinta años que no estaba satisfecho con el rico salario que recibía de un fondo de cobertura, se llevó la primera biblioteca en línea. ¿Su nombre? Amazon, la criatura de Jeff, el hijo adoptivo del exiliado cubano Miguel Bezos y de Jacklyn, la madre que lo había dado a luz a los 17 años, cuando aún estaba en la escuela secundaria. “El 5 de julio no es un día cualquiera para mí”, recordó Jeff Bezos, quien mientras tanto se convirtió en el hombre más rico del mundo, cuando anunció a los accionistas su decisión de dejar su puesto como director ejecutivo del gigante del comercio electrónico, forjándose el papel de presidente ejecutivo para sí mismo, libre de las limitaciones de la gestión. .

Naturalmente a partir del 5 de julio: dos semanas antes del viajecito preparado con mimo para celebrar la jubilación: una novedad absoluta, la primera misión turística espacial, un privilegio hasta ahora concedido a un selecto club de astronautas. Fecha del viaje, 20 de julio, justamente para escapar del calor que oprime a Norteamérica por estos días. Aparte de la Polinesia caribeña o el hielo antártico. Esta vez, emprendió su Nave espacial de origen azul, Bezos realmente habría establecido un récord histórico con este pequeño viaje fuera de la ciudad con su hermano, un invitado aún desconocido y una verdadera sorpresa: Wally Funk, una señora de 82 años que en 1961, a pesar de haber superado todas las pruebas, fue excluida de la NASA por ser mujer. Más vale tarde que nunca, se limitó a decir Wally, que ya hizo las maletas para llegar cuanto antes a Bezos a la base de Texas.

Pero el rey de Amazon no ha contado con Richard Branson, el multimillonario inglés que lleva 17 años persiguiendo el sueño de ser el primer Scrooge en entrar en órbita. ¿Bezos se va el 20? Pues bien, Virgin adelantará la misión al 11 de julio, nueve días antes. Un despecho que tiene un valor económico preciso: tras el anuncio, las acciones de Virgin Galactic subieron un 25 por ciento en Bolsa.

Solo queda esperar una contramedida del fundador de Amazon, decidido a defender el derecho a ser el primer multimillonario en disfrutar de una salida de once minutos a 62 millas de la atmósfera. A menos que sea lo habitual Elon Musk No quiero reservar una sorpresa. Difícil, porque el dueño de Starlink, empeñado este verano en cubrir el cielo con satélites para asegurar el servicio de Internet en cualquier latitud, ya ha adelantado que su objetivo será Marte, a alcanzar dentro de seis años. El tiempo que lleva pensar en un mausoleo adecuado, porque el jefe de Tesla ya ha dicho que quiere ser enterrado en el planeta rojo, donde ya están excavando las sondas enviadas por China y Estados Unidos.

En resumen, si no te apuras, encontrar un lugar en el espacio corre el riesgo de ser más difícil que plantar una sombrilla en la playa el XNUMX de agosto. También porque desde Larry Ellison de Oracle a Serguéi Brin de Google la lista de ricos que no se conforman con el papel de prestamistas, sino que van en busca de emociones extremas, se alarga.

un pasatiempo que Bezos, en verdad, viene practicando desde hace algún tiempo junto con el padre adoptivo y el hermano Mark, que le acompañará en Blue Origin. El trío recorrió 50 millas por una zona desértica de Texas, lejos de cualquier gasolinera. Su currículum incluye varias misiones de espeleólogo en cuevas hasta ahora vírgenes, a cientos de metros bajo tierra. Y se tomó unas vacaciones de tres semanas para ir a buscar en el océano los restos de la cápsula espacial Apolo 11, la nave espacial que llevó a los primeros hombres a la luna. Una especie de Indiana Jones con un tabú: el helicóptero, que él, víctima de un grave accidente que podría haber terminado trágicamente, no toma desde hace años.

El currículum del enemigo inglés no es menos rico. Richard Branson, piloto de Fórmula E, no se negaba prácticamente nada. Desde la travesía en solitario del Canal de la Mancha sobre una tabla de surf (culo desnudo al viento, por si fuera poco) hasta la travesía en globo tanto del Atlántico como del Pacífico, pasando por saltar, bien enjaezado, desde la azotea del Palm Casino de Las Vegas o del proyecto de explorar el abismo con Virgin Oceanic, su submarino. Tal compañero de aventuras vale los 250 dólares del billete para el vuelo al espacio (en condiciones de primera, asegura).

Ciertamente costará menos volar en LTA, que significa Más liviano que el aire, la aerolínea con la que está trabajando, junto con la NASA, Serguéi Brin, uno de los pioneros de Google (activos 108 mil millones de dólares). El objetivo es construir un avión de cero emisiones basado en hidrógeno. Una iniciativa digna, pero el prototipo (una especie de Zeppelin de la década de XNUMX) es un jet de súper lujo reservado para unos pocos privilegiados en busca de emociones: como Guy Laliberté, el fundador del Cirque du Soleil.

Quien amaba el fondo del océano era Paul Allen,, el cofundador de Microsoft fallecido en 2018, dueño de una flota de submarinos para apuntar al abismo. Incluyendo Pagoo, un submarino amarillo en la línea de las canciones de los Beatles. “Allá abajo, mil pies bajo el nivel del mar, está realmente oscuro y silencioso. Y los animales son realmente raros. Qué maravilla -añadió Allen en una entrevista con el Seattle Times- escuchar a Pink Floyd ahí abajo”.

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