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El Partido Demócrata no alcanza para construir la alternativa democrática

Frente a la crisis de la democracia representativa sobre la que especulan Cinque Stelle y la Liga, se necesitaría una nueva Asamblea Constituyente que actualice nuestra Constitución y un reformismo fuertemente radical como el señalado por The Economist - El Partido Demócrata puede hacer su parte pero construir la alternativa democrática necesitamos una nueva fuerza política de centro izquierda reformista, democrática y europeísta

El Partido Demócrata no alcanza para construir la alternativa democrática

El Movimiento 5 Estrellas y la Lega son fuerzas políticas muy diferentes, que sin embargo tienen una cosa en común que explica, más que ninguna otra, cómo consiguen gobernar juntas. Esto es la convicción de poder representar, cada uno a su manera, una alternativa válida a la crisis de la democracia representativa, que es manifiesta en Italia pero que está latente en todas las democracias occidentales.

La Liga cree que puede hacerlo tomando como modelo a Orban y su "democracia autoritaria", mientras que el 5 Estrellas prefiere centrar su atención en los diversos populismos latinoamericanos. En todo caso, ninguna de estas dos fuerzas políticas propone reformas capaces de devolver solidez, eficacia y prestigio a nuestras instituciones representativas porque no es ese su objetivo.

Su verdadero objetivo es el vaciamiento, si no la superación (ver Casaleggio y Grillo) de la democracia representativa en beneficio, en el caso de la Liga, del "comandante" y, en el de las 5 Estrellas, del pueblo de la web. En todo caso en perjuicio de los Institutos de democracia representativa que son en cambio la base de nuestra República.

A este sentimiento común se suma un elemento más de cohesión entre la Lega y la 5Stelle y es el desprecio por las élites (no sólo las políticas), la desconfianza en las habilidades, la cultura y la ciencia y la creciente intolerancia por los procedimientos y reglas de la democracia. . Todos estos son hechos que recuerdan de cerca la actitud de las multitudes parisinas hacia el "antiguo régimen", cuando el resentimiento ocupó el lugar de la razón en sus corazones.

Ahora bien, ¿cómo fue posible llegar a este punto?

La respuesta a esta pregunta, que todos deberíamos hacernos, es que el "antiguo régimen" italiano, si queremos llamarlo así, no se derrumbó por el ataque de fuerzas subversivas externas (los bárbaros) sino por su incapacidad para reformarse a sí mismo. La culpa imperdonable de las élites políticas culturales y económicas es haber impedido, a partir de fines de los años 70, la implementación de aquellas reformas económicas, sociales e institucionales, que habrían hecho no sólo más representativas sino también más eficaces nuestras instituciones y nuestra sociedad más justa.

La culpa es de todos los que en el Parlamento, en la Unión, en el Poder Judicial y en las Universidades han obstaculizado cualquier intento de reforma del país hasta el punto de condenar a la vergüenza a quienes intentaron hacerlo. Así fue con De Gasperi, cuando presentó la primera y tímida propuesta de reforma de la ley electoral, y así fue, años después, con Craxi, a quien no se le perdonó su intento de realizar una Gran Reforma capaz de hacer posible la alternancia política y la gobernabilidad.

Y, más recientemente, la misma suerte corrió primero Berlusconi y luego Renzi. Si nuestra democracia está en riesgo hoy (¡y lo está!) y si los valores del liberalismo reformista y democrático son tan despreciados (y lo son), la culpa es también y sobre todo de esas élites políticas, culturales y económicas, por lo que profundamente conservador y tan íntimamente corporativo como para poder bloquear cualquier cambio o, al menos, reducirlo hasta el punto de hacerlo ineficaz.

¿Es posible remediar esta situación, emprender el camino de las reformas y evitar un mayor deterioro de nuestra democracia? Es difícil de decir, pero es obligatorio intentarlo.

El ministro Calenda ha indicado un camino posible: decir claramente quiénes somos y qué queremos; definir una plataforma política programática de reformas económicas, sociales e institucionales que son fundamentales si queremos retomar la senda del crecimiento económico, el desarrollo y el empleo; oponerse punto por punto a la acción del gobierno y, sobre todo, trabajar por la construcción de una amplia alianza de fuerzas reformistas y democráticas, progresistas y moderadas que se postulen primero por el Parlamento Europeo y luego por la dirección del país.

Depende del Pd iniciar este proceso, incluso si está bastante claro que el resultado no puede ser un Pd más fuerte o incluso una agregación de solo las fuerzas de izquierda, sino una formación nueva y más amplia del centro-izquierda. Una nueva fuerza política democrática, reformista y reformadora. Una fuerza europeísta pero, precisamente por eso, abanderada de una Europa renovada, como dice Macron.

¿Es un objetivo posible? Sí, lo es si se trabaja con convicción, esa convicción que, al menos hasta ahora, parece faltar en el PD. No se trata de elaboración programática, que en buena medida ya existe, sino de voluntad política, que aún falta.

La plataforma política programática está, de hecho, ya en gran parte definida. Muchos han trabajado y siguen trabajando en ello, y no solo en Italia sino también en Europa. También ha llegado recientemente una extraordinaria contribución la revista inglesa "The Economist" que, celebrando el 156 aniversario de su fundación, ha publicado un Manifiesto por un nuevo liberalismo (radicalmente reformista como él lo define) capaz de conjugar la libertad con el bien común. Así que ideas no faltan y son ideas más fuertes que las del 5 Estrellas o la Liga.

A estas ideas los italianos quizás podríamos añadir una propia que es la de elegir, en las próximas elecciones políticas, una Asamblea Constituyente, a la que encomendamos la tarea de elaborar y proponer al país una hipótesis de reforma constitucional que tiene en cuenta los grandes cambios que se han producido. No es una propuesta nueva. Ya se ha adelantado y siempre se ha rechazado y quizás lo vuelva a ser esta vez.

Pero debería quedar claro para todos, a estas alturas, que el camino de las reformas parciales, de los referéndums sobre aspectos particulares y de los cambios arrancados a los golpes de la mayoría no lleva a ninguna parte. Que lo que necesitamos es una reflexión serena, consciente y competente sobre estos temas y ¿quién mejor que una Asamblea Constituyente puede hacerlo? Vamos a pensarlo. Quizás este momento de crisis tan profunda y de tanta inseguridad sobre nuestra propia identidad nacional sea el indicado para hacerlo.

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