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Albahaca cultivada en el fondo del mar: se hace realidad en Noli

Un invernadero submarino construido en Noli, en la costa occidental de Liguria. El Orto di Nemo, un invernadero submarino construido en Noli, es el primer proyecto de cultivo hidropónico submarino.La albahaca cultivada en biosferas submarinas es más verde, más aromática y rica en sustancias antioxidantes. El sistema puede solucionar muchos problemas en aquellas zonas donde, por falta de agua dulce o incluso parásitos o exceso de temperatura, no es posible cultivar determinados productos

Albahaca cultivada en el fondo del mar: se hace realidad en Noli

Cuando Julio Verne creó al Capitán Nemo, no podía imaginar que su fantasía algún día se haría realidad: un invernadero submarino construido en Noli, en la costa occidental de Liguria. L'Orto di Nemo es el primer proyecto de cultivo hidropónico submarino, una idea que nació del ingeniero genovés Sergio Gamberini, cuando hace unos 8 años ancló una bolsa de aire transparente al fondo del mar. Los resultados fueron extraordinarios, tanto que la investigación se impulsó en esta dirección especialmente gracias a la Expo 2015. El proyecto, sin embargo, aún está en fase de prueba, para estudiar mejor las dinámicas que se desencadenan dentro de estas biosferas. Hasta el momento, los mejores resultados se han obtenido con albahaca y otras hierbas aromáticas, como stevia, ensaladas, bayas de goji y aloe.

Sin embargo, averiguar qué plantas son adecuadas para este tipo de experimentación no es fácil. Para ayudar a un equipo de agrónomos de la Universidad de Pisa, que están realizando diversas investigaciones para seleccionar en qué tipos realizar las pruebas. La universidad es uno de los socios científicos del Orto di Nemo, un proyecto iniciado hace 8 años y promovido por Mestel Seguridad del grupo Ocean Reef, una empresa que se ocupa de instrumentos submarinos, con el objetivo de crear un sistema alternativo de agricultura para zonas donde las condiciones climáticas o económicas dificultan el cultivo de hortalizas en tierra.

La más adecuada es la albahaca (la planta hidropónica que puede crecer incluso sin tierra), que se cultiva en bioesferas de metacrilato de 2 metros de diámetro, especie de globos transparentes llenos de aire (de unos 2 litros de volumen), sumergidos en el mar entre 6 y 10 metros de profundidad. Una vez anclado con cadenas en el fondo marino, se insufla aire en su interior que, al ser más ligero, se posiciona en la parte superior.

Dichos invernaderos submarinos pueden contener de 65 a 95 plántulas. Se trata de estructuras ecológicas y autosostenibles que no contaminan nuestro mar: la luz del sol penetra en la superficie y calienta el aire, hasta llegar a la planta dentro de la biosfera y, al mismo tiempo, el agua contenida en su interior se evapora sin sales, volviéndose dulce. De este modo el agua se suministra automáticamente a la planta, sin necesidad de energía adicional, recogida a través de condensadores para alimentar las plantas. Luego se agrega al agua desmiralizada el fertilizante traído de la superficie.

Para no desperdiciar el agua durante el día, se hace deslizar gracias a un sistema de tuberías en el soporte de las plantas, en un ciclo continuo. El sistema se regula desde la orilla a través de una unidad de control alimentada por energía solar y por la noche, sin embargo, está provisto de luces ubicadas dentro de cada cúpula.

Según los resultados, la albahaca cultivada en biosferas submarinas es más verde, aromática y rica en sustancias antioxidantes (polifenoles). Además, la alta presencia de metil eugenol lo hace aún más fragante que la clásica albahaca genovesa. También la producción es mucho más rápida en comparación con los métodos tradicionales: en menos de 2 días la semilla se transforma en una planta joven, frente a 5/7 días en tierra firme. A veces, hay diferencia en el tamaño de las hojas (aumentan los carotenoides), pero en cuanto al sabor, no hay grandes diferencias.

Todas características que la diferencian de la que se cultiva en balcones, gracias a la temperatura constante (alrededor de 26°C), bastante alta humedad (que puede llegar incluso al 90%), pero sobre todo la ausencia de insectos y parásitos para evitar el uso de pesticidas.

Parece sencillo, pero en realidad son muchas las dificultades que los investigadores han encontrado en esta aventura. Por ejemplo, necesita unautorización estatal para montar y fijar las biosferas. Al principio había límites de tiempo, actualmente el permiso se ha otorgado todo el año, para impulsar la investigación de esta nueva técnica de cultivo. Además, las plantas sufren el agua salada y la exposición directa al sol, por lo que hay que tener mucho cuidado al tocarlas o sacarlas a la superficie, pero sobre todo hay que mantener la biosfera limpia para que no quede cubierta por la vida marina, bloqueando la luz para filtrar. De hecho, el jardín está vigilado las 24 horas del día.

Una verdadera revolución en la agricultura tal y como la conocemos. Este sistema soluciona bastantes problemas en aquellas zonas que, por falta de tierra o agua dulce o incluso parásitos o variaciones excesivas de temperatura, imposibilitan el cultivo de determinados productos. ¿Para el futuro? Uno piensa en la automatización y la independencia hídrica y energética.

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