comparte

Los regalos de Navidad que todos esperan: más crecimiento y un buen Presidente de la República

El desplome del precio del petróleo y la devaluación del euro finalmente pueden darnos el final de la recesión y el inicio del crecimiento, pero la incertidumbre del Quirinale domina el comienzo de 2015 – Después de la excelente presidencia de Napolitano, la esperanza es que el nuevo Jefe de Estado sabe ser garante de todos y apoyar una temporada de estabilidad y reformas

Los regalos de Navidad que todos esperan: más crecimiento y un buen Presidente de la República

Tras las decepciones de 2014, inicialmente señalado como el posible punto de inflexión para la economía de la Eurozona pero que acaba para nuestro país en plena recesión, la prudencia aconsejaría no aventurar predicciones temerarias para 2015.

Es cierto que en el año que está por terminar se han superpuesto acontecimientos que humanamente no era posible predecir -desde el shock petrolero hasta las crisis de Rusia y Ucrania, desde el punto de inflexión entre EE.UU. y Cuba hasta el resurgimiento de el terrorismo liderado por el Califato y las tantas guerras y tensiones que han asolado Oriente Medio-, pero las continuas correcciones a la baja de las estimaciones de crecimiento e inflación no pueden considerarse casuales y obligan a no esconder más la cabeza bajo la arena. Como es impensable que la flor y nata de los economistas mundiales -desde los del Fondo Monetario hasta los del Banco Mundial, los bancos centrales y la OCDE, sin olvidar los centros de investigación más acreditados- se enfureciera de repente, ha llegado el momento de decir: como reconoce Mario Deaglio con gran honestidad intelectual en el reciente Informe sobre la economía global y sobre Italia del Centro Einaudi, que uno de los efectos más graves de la crisis es la ya evidente inadecuación de los modelos teóricos y las herramientas interpretativas que utilizan los economistas para leer la realidad.

Para volver a entender la economía y formular previsiones fiables se necesitan nuevos paradigmas, menos fielmente centrados en los modelos econométricos y en las virtudes proféticas de los algoritmos y más abiertos a la reflexión que la historia, la política, la sociología, la antropología, la demografía y las ciencias sociales como en su conjunto están sugiriendo que la crisis que estamos viviendo no es una entre muchas, sino el signo de una transformación epocal del capitalismo contemporáneo, llamado a medirse frente a variables -desde la globalización hasta Internet y más allá- antes desconocidas y que marcan los viejos esquemas interpretativos. volverse loco. Es un poco la venganza de los orígenes de la ciencia económica que no por casualidad nació en los siglos pasados ​​no de las matemáticas sino de una rama de la filosofía moral.

A pesar de la prudencia que aconsejan los recientes errores de previsión económica, a finales de 2014 parece que se perciben, no obstante, algunos signos de esperanza que corroboran aquel viejo proverbio inglés, acertadamente mencionado en el Informe del Centro Einaudi, según el cual hasta la nube más oscura siempre tiene una ventaja plata.

A medida que se acerca el nuevo año, nuestra frontera plateada tiene sobre todo dos nombres: petróleo y dólar. El desplome vertical del precio del petróleo, tal como lo observó el sabio vicepresidente de la Fed, Stanley Fischer, equivale a una drástica y beneficiosa rebaja de impuestos que, más allá de sus efectos sociales y políticos, impulsará al alza el consumo y, en consecuencia, la demanda interna y crecimiento. Se ha calculado que, en la hipótesis no descabellada de que el precio del crudo pudiera situarse para todo 2015 en torno a los 70 dólares el barril, la ventaja que de ello obtendría el PIB italiano sería de aproximadamente un 0,4%, lo que no será mucho pero que es un poco como el golpe de suerte después de tantos meses de estancamiento o incluso de recesión. Luego está el dólar, que ya ganó terreno frente al euro en la segunda mitad de 2014 gracias a la hábil gestión de la política monetaria de Mario Draghi y que promete subir aún más cuando la Fed decida subir los tipos estadounidenses, con gran alivio de Exportaciones europeas e italianas.

Es cierto que los efectos del desplome de los precios del petróleo y la devaluación del euro no se pueden sumar, pero las estimaciones de quienes creen que en 2015 la economía italiana, incluso sin salir completamente de la crisis y sin volver a los niveles de la producción y el desarrollo en la primera parte de 2007, podría situarse en una senda de crecimiento de al menos medio punto del PIB pero tal vez algunas decimales más.

Luego, por supuesto, está el BCE y las incógnitas políticas con las que lidiar. Entre enero y marzo, Mario Draghi debería finalmente dar a Europa la esperada relajación cuantitativa, que no será la panacea para el crecimiento pero sí animará los mercados financieros y ayudará a repartir no solo más liquidez sino sobre todo confianza en Europa e Italia. también, ese preciado y escurridizo bien del que hasta ahora nos ha faltado y cuya ausencia ha impedido cualquier intento de recomenzar de raíz.

La incógnita política permanece, para bien o para mal. La elección del nuevo presidente de la República Italiana se cierne sobre el comienzo del nuevo año y arroja una sombra de incertidumbre sobre los escenarios de la legislatura y sobre el futuro del Gobierno. Hay más de un candidato que legítimamente aspira al Quirinale pero una cosa está clara ahora mismo: que el nuevo Presidente no puede ser una fotocopia de ese gran presidente que es Giorgio Napolitano, porque la etapa política que lo acompañará será otra. No debe ser el ejecutor pasivo de los planes del Gobierno ni su contraparte. Tendrá que ser una figura de garantía y tendrá que tener la inteligencia para apoyar la larga transición del país hacia una nueva estructura institucional, facilitando la modernización que Italia necesita como el pan. Cuanto más amplio sea el consenso político que reúna, mejor será, pero es mejor prohibir los tabúes de inmediato porque la historia nos dice que es posible llegar a ser excelentes Jefes de Estado sin unanimidad.

Lo único que aún no está claro es si todas las fuerzas políticas realmente han entendido que en la sucesión de Napolitano solo hay que elegir al mejor presidente de la República y no a un presidente a favor o en contra del primer ministro Matteo Renzi.

De la elección del nuevo Jefe de Estado se entenderá cuál será el futuro de la legislatura y del Gobierno, pero también se entenderá si Italia cosechará finalmente el ansiado dividendo de las reformas.

Lamentablemente, sin embargo, las incógnitas no terminan aquí sino que nos acompañarán hasta los últimos días del año y precisamente hasta el 29 de diciembre cuando Grecia hará saber al mundo si ha sido capaz, a su vez, de elegir un nuevo Presidente de la República o si tendrá que acudir a elecciones anticipadas en un clima de referéndum a favor o en contra de Europa. Movimientos que nos preocupan muy de cerca pero que no dependen de nosotros y respecto de los cuales solo tenemos que cruzar los dedos. Los mejores deseos para todos.

Revisión