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Giro de Italia: gran final, Quintana de rosa

Ranking revolucionado pero cada vez más corto: Dumoulin cede cuesta arriba y cae al segundo lugar 38” detrás del Condor. Nibali tercero a los 43”, Pinot cuarto a los 53”. En Piancavallo Landa gana sola. Hoy Monte Grappa y el ascenso final a la meseta de Asiago, última oportunidad para los escaladores de aislar a Dumoulin favorito en la contrarreloj de Milán.

Giro de Italia: gran final, Quintana de rosa

¿Pero qué Giro es? A tres kilómetros de la llegada a Piancavallo, sólo se podía hablar del orgulloso solo de MIkel Landa que, en su tercer intento, se impuso en solitario en la etapa de la montaña que vio la hazaña de Pantani en 1998. Una victoria que el vasco, escalador de clase, dedicado a Michele Scarponi, su excompañero en la época del Astana. Detrás de Landa venían Rui Costa, Rolland y otros supervivientes -todos fuera de la clasificación- de una escapada tras el Passo di Croce Comelico. Pero los grandes nombres esperados, después de las feroces palabras que Dumoulin y Nibali habían intercambiado en Ortisei, ¿dónde estaban? Todos parecían enganchados con las piernas endurecidas por los más de tres mil kilómetros recorridos hasta el momento. Sin embargo, algo grande y nuevo estaba sucediendo en las rampas más difíciles del ascenso final: Tom Dumoulin, por primera vez, no pudo seguir el ritmo de los demás y se escapó. No fue un derrumbe pero se hicieron evidentes las primeras grietas en el físico del apuesto holandés. En esta situación lo normal hubiera sido ver a Quintana o Nibali pisando a fondo los pedales para intentar darle al maillot rosa el seco y definitivo kappao. Ya habían intentado darle un primer pinchazo -por decirlo en la jerga boxística- en la bajada tras Cima Sappada, cuando Dumoulin, demasiado desafiante hasta el punto de parecer descarado, navegaba tranquilamente en la retaguardia del grupo y su Sunweb los compañeros descuidadamente empezaron a tirar como una locomotora: se abrió un hueco en el grupo en el que encajaron hábilmente el Squalo, el Cóndor, el Pinot, el Zakarin, el Pozzovivo. Faltaban unos noventa kilómetros para la meta, para Dumoulin, que se había concentrado únicamente en la aspereza del final de la etapa, saltó la primera alarma. Un ataque completamente inesperado que obligó al maillot rosa a derrochar energías, precisamente en el día que menos tenía.  

Pero por suerte para Dumoulin en la carretera que conduce a Piancavallo, ancha como una autopista pero en algunos tramos con pendientes asfixiantes, incluso Quintana y Nibali daban la impresión de estar ya en reserva. Se habían dado cuenta de que Dumoulin estaba en problemas, pero no pudieron hundirlo. Nunca un trecho, siempre cubierto por una escuadra arrastrada por Pellizzotti, el escudero de casi cuarenta años de Nibali. Con ellos iban todos los hombres de la clasificación excepto el líder y Kruijswick. Quintana volvía a ser una esfinge, en lugar del esperado Cóndor: de vez en cuando se movía hacia un lado para mirar atrás hacia donde estaba Dumoulin pero ni siquiera la sombra de un idiota. A dos kilómetros de meta, el Giro daba la impresión de haber agotado su parcela: Nibali y Quintana le ganaban algo a Dumoulin pero era poco para pensar que la clasificación se daría vuelta. Cronómetro en mano Dumoulin todavía llevaba el maillot rosa durante unos segundos cuando, de repente, Pinot se adelantó corriendo con Pozzovivo, Zakarin se lanzó en medio de ellos. Nibali y Quintana, aunque ya no tuvieran nada, se vieron obligados a acelerar más con orgullo que con las piernas, también porque el francés, el lucano y el ruso son clientes peligrosos que pueden socavar el podio del Cóndor y el Squalo.  

El Giro, que a diferencia del Tour en el que tras tres etapas ya se sabe que lo ganará Froome, barajaba las cartas para preparar un final de carrera rosa a lo Hitchcock con seis corredores encerrados en un minuto y medio en dos etapas desde la línea de meta en Milán. El acelerón dado por Pinot, si fue parado sin mayores consecuencias por Nibali y Quintana, causó daños más graves a Dumoulin que cedió más terreno en los últimos tres kilómetros, entregando el maillot rosa a Quintana, precisamente el día en que el colombiano Apareció un cóndor sin alas. El colombiano, sin mucho mérito, vuelve a encontrar el maillot rosa en Piancavallo con 38” de ventaja sobre Dumoulin. Nibali es tercero a 43”. Cuarto es Pinot a 53”, quinto Zakarin a 1'21”, sexto Pozzovivo a 1'30”. El Giro presenta un final emocionante: ¿quién será el ganador de los seis en disputa? Si aún no hubiera etapa con Monte Grappa y la subida a Foza en la meseta de Asiago, los favores seguirían siendo para Dumoulin que con la contrarreloj de Milán podría ganar con intereses lo que perdió ayer. Pero el Dumoulin de Piancavallo, con las piernas de repente empezando a girar en círculos, corre el riesgo de perder más terreno si Quintana, que a su vez teme la contrarreloj, ataca como prometió, bien tonificado por el maillot rosa. El Cóndor conoce bien el Monte Grappa, en cuya cima triunfó en la subida de 2014, hipotecando el éxito en el Giro. Quintana tendrá que despegar a Dumoulin pero también estar atento a posibles emboscadas de NIbali en la bajada de Grappa y Pinot, el francés que en los últimos días parece estar en el mejor estado de forma de todos. Con 48 horas para el final, el Giro se convirtió en un rompecabezas por resolver, con seis sospechosos empacando el maillot rosa del ganador al final de la contrarreloj de Milán. Una incógnita, la carrera contrarreloj, que en la historia de los Giros y los Tours siempre ha reservado alegrías y tristezas a los primeros puestos de la clasificación con los maillots rosas perdidos al filo de los segundos a tiro de piedra del Duomo (como lo fue en 2012 con Purito Rodríguez superado por Ryder Hesiedal) y maillots amarillos sombreados en los Campos Elíseos (como en 1989 cuando Greg Lemond superó a Laurent Fignon por 8”.

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