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Película de la semana: “Vivere” de Francesca Archibugi

Una película sobre la enésima crisis de la familia burguesa, metropolitana, atomizada y desconcertada por las miles de incertidumbres de la vida moderna.

Película de la semana: “Vivere” de Francesca Archibugi

Este es el tema de Vivir, el último trabajo firmado por francesca archibugi con los principales artistas lo bueno (qué habitual y obvio) Micaela Ramazzotti y Adriano Giannini. Destacan dos personajes que merecen atención: el primero es Marcello Fonte, actor revelación/fenómeno de dogman, la segunda es la pequeña Lucilla (Elisa Miccoli), quien ya domina el oficio como una de sus consumadas colegas.

La historia es tan sencilla como frágil: en un anónimo arrabal romano, casas adosadas de clase media y baja, vive una familia complicada: un padre que es un periodista freelance sin arte (sólo al final mostrará un hilo de dignidad), una segunda esposa, Susi "svalvolata" siempre a la carrera, agitada y frenética tanto como necesita un cariño que no recibe de su pareja que en cambio se lo vuelca a la niñera irlandesa con la que tiene una aventura todo sexual , seco como un polo de hielo. Al fondo, un médico viudo, también en busca de afecto y una niña pequeña en busca de curación mientras un inquietante personaje, Perind, observa a esta bizarra "familia". La película se desarrolla sin un motivo y sin una justificación: parece una colección de apuntes recogidos en casi todas partes, en la historia de la directora y sus películas, en las narrativas comunes (y a veces banales) de una Roma tan bella como desordenada. , impregnada de ese mucho más y ese mucho menos que la hacen su riqueza. Vemos y hablamos de tramas perversas primero entre miembros de esta "familia" y luego entre políticos y empresarios, de los hábitos de jóvenes ricos y temerarios de Pariolini (distrito de Roma) que trafican con cocaína y del respetable pero cuestionable abogado. abuelo lidiando con costumbres bizarras de conocidos con viados y travestis. En definitiva, un cuadro familiar con interiores y exteriores un tanto problemáticos, por decirlo suavemente. De una u otra forma nadie sale bien: todos frágiles y pobres, y, como decíamos antes, sólo asumen la dignidad los que observan desde fuera, los que no participan en la vida real, los actores secundarios. 

El tema es cómo lidiar con una narrativa de este tipo. Archibugi, en buena compañía con gran parte del cine italiano contemporáneo, ofrece una lectura "fotográfica" de este tipo. Se trata, en realidad, de planos breves e improvisados, asépticos como un bisturí, sobre dinámicas sociales y culturales muy complejas, objetivamente muy difíciles de resumir en 100 minutos de cine. Todo parece, como siempre, sin respuestas y sin propuestas. Ciertamente, no es que estos deban salir de la gran pantalla, pero, desde el momento en que queremos abordar este tema, podemos esperar algo más que el estribillo habitual sobre la crisis de la familia y la burguesía. 

Detrás de Vivir, de esta categoría de narración cinematográfica, existen innumerables e ilustres precedentes que nos permiten hacer legítimas como despiadadas comparaciones: para ir a un pasado lejano mencionamos, al azar, El encanto discretoede la burguesía de Luis Buñuel (1972) y Grupo familiar con interior (1974) de Luchino Visconti. Para llegar a nuestro día y recuerdos familiares: Los veraneantes (2019) de Valeria Bruni Germans y, antes incluso, la devastadora Perfectos extraños (2016) de Paolo Genovese.

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