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FAO: Año de las frutas y hortalizas, no al desperdicio y ayuda a los países en vías de desarrollo

Si queremos un mundo más sostenible, necesitamos comer más frutas y verduras. Un desafío global para sanar también las injusticias sociales. En septiembre la cumbre mundial sobre sistemas alimentarios.

FAO: Año de las frutas y hortalizas, no al desperdicio y ayuda a los países en vías de desarrollo

No es una coincidencia en absoluto. 2021, el año de la esperanza post-Covid, es el año internacional de las frutas y hortalizas.

Así lo decidió la FAO, indicando algunos puntos esenciales para concienciar sobre la buena y continua nutrición en el mundo.

Se trata, ante todo, de cultivar cultivos sostenibles en todo el mundo. El inicio de un camino que remedia injusticias sociales equivalentes a explotación y falta de derechos. Tanto en la mesa -que millones de pobres no tienen- como en el campo.

La síntesis de la FAO se encuentra en una especie de manual que se espera que los países ayuden a difundir lentamente.

Sensibilizar al público sobre los beneficios asociados al consumo de frutas y hortalizas; luchar contra el desperdicio; promover dietas y estilos de vida saludables y equilibrados; ayudar a los países en desarrollo a adoptar técnicas de cultivo modernas y exitosas.

La estrategia está vinculada a la estrategia de la ONU sobre los objetivos de desarrollo sostenible. Pero no hay duda de que tiene mucho que ver con las políticas agrícolas practicadas a escala global. Además de la atención a los países en desarrollo que corren el riesgo de dar un doble salto, de formas agrícolas atrasadas a modelos supertecnológicos con el uso de fertilizantes, la mayoría de los indicios se juegan en los países industrializados.

Cuando se dice que es necesario favorecer la integración de los pequeños agricultores a las cadenas productivas locales, regionales y globales, se tocan aspectos sensibles de las políticas alimentarias de los gobiernos individuales. EE. UU. y Gran Bretaña, por nombrar solo dos, han practicado hasta ahora políticas que obstaculizan los productos sostenibles y de calidad. Han relanzado lógicas de mercado obsoletas como los aranceles o la limitación a la importación de todo lo que sea sostenible.

Pronto habrá que ver, pues, la capacidad de aceptar las buenas indicaciones del organismo de la ONU. Evidentemente no son los únicos países occidentales que tienen que revisar los sistemas de comercialización y venta de productos de calidad si en todo el mundo se desarrollan complejas negociaciones para proteger intereses multimillonarios.

El documento de la FAO -leemos- surge de la necesidad de sensibilizar, dirigir la atención política y compartir buenas prácticas sobre los beneficios derivados del consumo de frutas y hortalizas. Por tanto, es la política la que debe empujar a remodelar los estilos de vida y los hábitos alimentarios en un marco de sostenibilidad medioambiental pero también de lucha contra el despilfarro. Las frutas y verduras son productos de la tierra que se cultivan en todo el mundo, pero son el punto de partida de sistemas agroalimentarios a menudo injustos y distorsionados.

Con mayor razón durante una pandemia se puede buscar un enfoque sistémico, desde producciones controladas, orgánicas, certificadas, hasta precios y educación en las familias.

Las frutas y verduras aportan al organismo una gran cantidad de nutrientes, fortalecen el sistema inmunológico y ayudan a reducir el riesgo de contraer una serie de enfermedades, se ha dicho, sin ocultar que el consumo mundial es bajo. Si hay fuerzas, las indicaciones de la FAO darán apoyo a la complicada fase de protección del planeta. Veremos.

En septiembre tendrá lugar la cumbre mundial sobre sistemas alimentarios promovida por la ONU. Entonces entenderemos cómo los países están gestionando la transición de época hacia una nueva forma de producir y consumir, sin caprichos proteccionistas ni retórica circunstancial. Recordándonos al Papa Francisco cuando dice que “con hambre no hay democracia”.

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