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Falsas esperanzas en la contabilidad falsa

El delito de falsedad contable no sólo y siempre está ligado a la corrupción, sino que puede servir a mil propósitos desviados que se combatirían mejor con prevención y transparencia que con represión y evitando dar excesiva discrecionalidad a los magistrados -Al fin y al cabo, a veinte años de Mani Pulite no parece que el sistema haya mejorado mucho

Falsas esperanzas en la contabilidad falsa

Una cosa ahora se ha vuelto insoportable, y es que en cada ley debe haber un comentario del Dr. Sabelli, presidente de la Asociación Nacional de Magistrados. L'ANM es una asociación de tipo gremial y nunca nadie le ha dado la tarea de revisar todas las decisiones del Gobierno y del Parlamento, ni siquiera las relativas a delitos penales o civiles. Y Sabelli, por deformación profesional, se apoya siempre y sólo en la represión, pidiendo confiar al Poder Judicial la tarea de investigar en todos los ámbitos, para hacer virtuosos a los italianos haciéndoles oír el tintineo de las esposas.

En cambio, en muchos casos los problemas no se combaten sólo con represión, sino que es necesario actuar con prevención, es decir, con cambios en las estructuras organizativas y políticas capaces de cambiar el comportamiento de las personas. Allá corrupción es uno de ellos Como bien ha ilustrado Assonime en uno de sus recientes documentos, este fenómeno deriva principalmente de la intrusión de la política en la gestión de los asuntos públicos utilizada sin escrúpulos para alimentar clientela o canjear votos (y, dicho sea de paso, las preferencias son un sistema que corre el riesgo de aumentar la presión del patrocinio). Luego está la necesidad de simplificar y aclarar toda la legislación, mientras que sería necesario reorganizar la AP sobre una base de méritos y estándares transparentes en la evaluación de los resultados. En definitiva, la corrupción es el último eslabón de una larga cadena de conductas desviadas que surgen de la mala política y que ahora se han anidado de manera particular en las autoridades locales que han incrementado su poder y sus recursos económicos en los últimos años. De ahí también la fragmentación de los partidos que ahora se parecen cada vez más a una coalición de Ras locales.

Con la reforma aprobada en el Senado el miércoles, la atención pública se ha centrado en la reinstauración del delito de “falsa contabilidad” considerado un indicador de otro posible comportamiento desviado. Es decir, se cree que la contabilidad falsa sirve para establecer fondos negros de los cuales sacar para sobornar a políticos o funcionarios públicos. En realidad, la contabilidad falsa podría servir para mil propósitos más: desde el interés personal del empresario en pagar menos impuestos, hasta un intento de tranquilizar al mercado (prestamistas y clientes) sobre el estado de salud de la empresa.

Pero aparte de esta simplificación forcaiola, hay que entender bien de qué se trata cuando hablamos del sí balances falsos. Como es bien sabido, todos los estados financieros contienen valoraciones subjetivas del empresario sobre el valor de ciertos elementos (por ejemplo, créditos), por lo que una falsificación real ocurre solo cuando ciertas conductas son maliciosas, es decir, se llevan a cabo con intención fraudulenta. Fácil de decir, pero menos fácil de construir una regla que identifique exactamente el caso de fraude para no crear una inseguridad jurídica total en las empresas que expondría a toda la alta dirección al riesgo de ser investigada, y tal vez encarcelada, por decisiones que luego en el juicio resultan completamente legítimos.

Además, deberíamos evitar dar una discrecionalidad excesiva a los magistrados, porque, dada la deslucida actuación de nuestros jueces, esto generaría mayor incertidumbre en los empresarios y constituiría un elemento más del freno a las inversiones, incluidas las del exterior, que todo el mundo invoca en cambio.

Eso sí el delito de falsedad contable está previsto en todos los países occidentales. Y es natural que se persiga a quienes falsifican de forma fraudulenta los números para engañar a los mercados. Pero esto no solo está relacionado con la corrupción, sino que debe verse más correctamente como un capítulo importante de la transparencia, que es un requisito esencial para el funcionamiento de un sistema basado en el libre mercado. Por otro lado, un sistema policial opresor basado únicamente en la represión y penas más duras es en gran medida ineficaz y peligroso para la libertad de los ciudadanos. Después de todo, más de veinte años después de Mani Pulite, la gran ola represiva que golpeó a políticos y empresarios, no parece que el sistema haya mejorado mucho, tanto que aquí seguimos discutiendo las mismas cosas que entonces.

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