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Escher: el holandés del arte psicodélico

Pero, ¿qué tienen de diferente los artistas holandeses? Si pensamos en Vincent van Gogh, que se cortó el lóbulo de la oreja, o en Franz Hals, que lloró cálidas lágrimas mientras pintaba a sus alegres borrachos, entonces incluso Maurits Cornelis Escher puede sorprendernos con su extrañeza.

Escher: el holandés del arte psicodélico

En el colegio fue un auténtico arrasador, sobre todo en matemáticas, pero cuando empezó a dedicarse a xilografía y la litografía se convirtió en un verdadero talento. Escher se convirtió en un ídolo en el campo científico, al punto de resaltar algunas leyes matemáticas y la lógica escondida en ellas de tal manera que asombró a los expertos.

Nació en Leeuwarden en 1898, hijo de un rico ingeniero, y hasta los 50 no llegó a fin de mes y aunque se dedicó a pintar, viviendo entre otras cosas en Italia (1923-1935), la vida fue una un poco hostil con él. Vendió sus grabados y diseñó portadas de revistas, sellos postales, billetes de banco, papel tapiz e incluso murales para cementerios.

En la década de 1952, la rueda de la fortuna comenzó a girar y en XNUMX también participó en el Bienal di Venezia y comenzó a ganar aún más de lo que esperaba. En solo un año vendió 600 mil ejemplares de estampas.

Inicialmente, los compradores eran en su mayoría jóvenes estadounidenses, interesados ​​​​en el arte pop y "los hippiesque vio en él el primer auténtico artista psicodélico.

Sus pinturas comenzaron a verse impresas en camisetas, carteles y portadas de discos.

Su exposición personal de 1972 en el Nacional Galería of Arte di Washington fue un gran éxito de público hasta su Holanda.

Los amigos lo apreciaban por una especie de humor presente a menudo en sus obras, "Trato sobre todo de asombrar, quiero emocionar a la gente, no tanto para complacerlos como para burlarme de ellos", dijo Escher.

Incluso los matemáticos se entusiasmaron con su trabajo, aunque se sabía que Escher no entendía nada de esa ciencia. sin embargo, Escher demostró los principios básicos de la estereometría a través del uso perfecto de la perspectiva, y confunde a los científicos con sus construcciones de edificios que son nada menos que "imposibles".

Escher con su arte sobrevive, nos desafía, nos hace cambiar y nos sigue divirtiendo.

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