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Contratos corporativos, palanca del renacimiento sindical y de una nueva clase dominante

La reactivación de la productividad es la clave para la recuperación de la economía y la negociación empresarial es la más idónea para potenciarla pero también el arma que puede dar un empujón a los sindicatos generando una nueva clase dirigente - Ante la falta de acuerdo entre sindicatos y empresas , se convertirá en la intervención del gobierno es inevitable

Contratos corporativos, palanca del renacimiento sindical y de una nueva clase dominante

El fatigoso "mènage a trois" sobre las relaciones laborales entre los sindicatos, Confindustria y el gobierno produce señales intermitentes y contradictorias, probablemente destinadas a continuar. Sin resultados concretos, más allá de las muestras de buena voluntad de las partes, realmente corre el riesgo de convertirse en un diálogo para sordos.

CGIL, CISL y UIL han abandonado todos los prejuicios y se declaran dispuestos a discutir cualquier cosa. giorgio squinzi afirma que no quiere cuestionar el contrato nacional pero pide que la recuperación de la inflación se dé no sobre previsiones que podrían (como ha sucedido) resultar falaces sino sobre cifras reales y que la dinámica retributiva esté ligada a los resultados de las empresas. Al mismo tiempo lanza inesperadamente un mensaje insidioso, todo a interpretar, sobre la transparencia administrativa: "No está claro por qué el sindicato no rinde cuentas".

Pero, escaramuzas dialécticas aparte, el meollo del problema está en el aumento de la productividad (no sólo del sector industrial, por supuesto) que es una de las condiciones fundamentales para hacer crecer nuestra economía a través de una mayor competitividad. Si la situación sigue estancada, podría intervenir el Gobierno, que ya ha lanzado una política intervencionista en materia laboral con la Ley de Empleo y con la inclusión de sitios arqueológicos y culturales entre los servicios públicos esenciales.

No es ningún misterio que Renzi tiene en mente implementar las normas constitucionales que rigen las normas de representación sindical y las modalidades de ejercicio del derecho de huelga (artículos 39 y 40 de la Constitución) pero no sería un objetivo a corto plazo. Sin serios problemas, el gobierno podría ejercer la delegación obtenida del Parlamento para la introducción del salario mínimo, medida a la que se oponen la CGIL, CISL y UIL y también vista con recelo por las organizaciones empresariales, pero que en la realidad tendría efectos (presuntamente no negativos ) solo en los marginados del mercado laboral, objetivamente difíciles de proteger incluso para los sindicatos.

Por otro lado, el gobierno podría influir, de manera efectiva y en un tiempo razonablemente corto, en acelerar la negociación empresarial si decidiera aumentar significativamente los incentivos para la negociación relacionada con la productividad. Podríamos pasar de los 2000 actuales a 4000 euros anuales de desgravación fiscal para todos los empleados con una renta bruta anual máxima que podría pasar a su vez a 40-50.000 euros desde los 30.000 actuales.

Tanto más si, como se teme, no llegan resultados concretos de las tablas de contratos nacionales, es previsible que en las medianas-grandes empresas surjan plataformas de reclamación complementarias que darían vida "de facto" a un sistema de contratos de empresa que podría reemplazar el contrato nacional. En resumen, el modelo FCA de Sergio Marchionne que Squinzi y Renzi parecen inspirar hoy.

Más difícil a corto plazo sería la difusión de acuerdos territoriales para empleados de pequeñas empresas. Fuerte es la hostilidad de las organizaciones empresariales que temen ser forzadas a un doble nivel de negociación. Sin embargo, es correcto observar que un mercado laboral en crecimiento permite obtener, incluso en las empresas más pequeñas, aunque sea a través de negociaciones individuales, un salario que no está nivelado de facto a los mínimos del contrato nacional.

Una recuperación vigorosa de la negociación articulada en las medianas y grandes empresas ciertamente no involucrará inmediatamente a la gran mayoría de los trabajadores. Pero como siempre, los beneficios obtenidos en los convenios de empresa se extenderán por los territorios, constituyendo puntos de referencia para futuras iniciativas.

Confirmando que no todos los males tienen un resquicio de esperanza, es probable que estos eventos produzcan una "Nueva Era" en el sindicato italiano, generando un nuevo equipo de gestión para cada organización a partir del nivel corporativo y local con fuertes lazos de unidad consolidados en el experiencias contractuales comunales. En poco tiempo, podrían convertirse en la columna vertebral de un sindicato autorizado y representativo (¿unitario o unido? ¿Quién vivirá para verlo) capaz de devolver el poder de decisión (responsabilidad) al lugar de trabajo para gobernar realidades complejas, hacer frente a situaciones difíciles situaciones, no con el objetivo de alimentar los conflictos por sí mismos, sino para encontrar soluciones.

Seremos así testigos de la metamorfosis del sindicato y de la rotación global de sus grupos directivos, no sólo por motivos personales, sino como consecuencia de una política contractual entendida también como instrumento de apoyo a la seguridad, el empleo, la calidad del trabajo y la competitividad de las empresas. el negocio

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