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CICLISMO – Giro d'Italia, doble tormenta: nieve y dopaje

CICLISMO, Giro d'Italia - Los organizadores cancelan la etapa de Val Martello por mal tiempo en el día en que estalla el caso del positivismo Epo de Danilo Di Luca - Desventuras que, sin embargo, no deben desmerecer el éxito de Nibali, cada vez más maillot rosa

CICLISMO – Giro d'Italia, doble tormenta: nieve y dopaje

Doble tormenta en el Giro que Nibali está ganando a pulso: a la meteorológica con nieve y escarcha que hizo saltar por los aires la etapa de Gavia y Stelvio de hoy se ha sumado, insidiosa y devastadora, la del dopaje con la noticia del positivismo de Danilo Di Luca. De nuevo para Epo, contratado antes del Giro de Toscana: el corredor de Abruzzo, ganador de un Giro de Italia, acababa de volver a competir, tras la descalificación que sufrió por el mismo motivo en el Giro de 2009, donde acabó segundo por detrás del Ruso Denis Menchov. Frío por fuera, el ambiente del Giro también se ha helado por dentro, porque Di Luca -hasta ayer elogiado por su renovada combatividad- también será "un idiota", como le definió Luca Scinto, el team manager de su equipo Vini Fantini, que le acogió convencido de su honestidad, pero la nueva lesión devuelve al ciclismo y al Giro a una herida milenaria que nunca ha sido erradicada. Los organizadores del Giro, que le expulsaron de la carrera, se sienten traicionados. Tampoco alcanza con decir, para desestimar el caso como un hecho aislado, que Di Luca pertenece al viejo mundo ciclista, ese acostumbrado a utilizar la Epo como única forma de mantenerse en el grupo e intentar ganar. El ciclismo de Lance Armstrong para entendernos, el de -como admitió el campeón tejano- que sin Epo no se pueden ganar siete Tours seguidos. Ahora se dice que durante días en el Giro hubo muchas sospechas sobre Di Luca: demasiado jovial para alguien que vuelve a la carrera a los 36 años tras una larguísima parada, muchas veces al ataque, animador de fugas, incluso ayer en el Contrarreloj dominada por Nibali, Di Luca había sorprendido con su actuación en las rampas de la Polsa. El propio Armstrong, el más famoso de los adeptos a la Epo, se puso en contacto a través de Twitter para dar su opinión: “Incluso si no tengo ningún crédito en el tema del dopaje, no puedo evitar pensar: ¿realmente Di Luca? Eres jodidamente estúpido".

El del corredor de Abruzzo es el segundo caso de dopaje que se presenta en el Giro: ciertamente, también por el nombre y su historia, hace más ruido que el del francés Sylvain Georges. En el ciclismo italiano de los años XNUMX, ahora huérfano de Pantani y con la temporada de Simoni y Savoldelli al atardecer, Di Luca era junto a Ivan Basso y Miche Scarponi el ciclista más popular para las carreras por etapas. Decir, hoy después del crimen, que Di Luca es la única manzana podrida de reincidente que queda en el pelotón parece más una esperanza que una certeza, debido a los ciclistas involucrados en casos de dopaje en el pasado -desde Garzelli hasta el propio Scarponi-. Todavía no son pocos en este Giro.

Sea como fuere, hoy será recordado como uno de los días más negros de la historia del Giro que hubiera querido celebrar de otra forma la merecida victoria de Vincenzo Nibali hasta el momento. Un Giro sacudido y lisiado, ciertamente desafortunado por el mal tiempo que lo acosaba continuamente, persiguiéndolo por todos los rincones de Italia hasta la desastrosa final, en un escenario digno de unos Juegos Olímpicos de Invierno. ¿Habrían preparado los organizadores alternativas dado que desde hacía días se sabía que el General Winter volvería a los Dolomitas? Tal vez se podría idear algo mejor. Érase una vez tal vez hubiéramos corrido de todos modos, en nombre de la épica y la leyenda, pero si el nuevo ciclismo quiere cortar limpiamente con el del pasado con olor a Epo y aditivos químicos, también es aceptable detener la carrera cuando el las condiciones son prohibitivas.

Olvidemos para siempre el Bondone di Gaul y paseos similares en las Montañas Pálidas. Disfrutemos ayer del trepidante vuelo de Nibali pero acostumbrémonos también a la imagen de un campeón como Wiggins que resbala por el suelo bajo la lluvia en la bajada de San Silvestro, se levanta pero petrificado por el miedo no puede ni pedalear hacia meta en Pescara. Un ciclismo menos épico pero más humano, si quiere ser aún más creíble.

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