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Bestsellers del pasado: Francesco Mastriani, una máquina narrativa con ritmos infernales

Bestsellers del pasado: Francesco Mastriani, una máquina narrativa con ritmos infernales

novecientas obras

El protagonista del episodio 29 de la serie de los autores italianos más vendidos es un narrador de altísima prolificidad narrativa. Es el escritor napolitano Francesco Mastriani, muy cercano, incluso narrativamente, a su ciudad y al sur de Italia. Para muchos es considerado el precursor del realismo.

Hay escritores sumamente prolíficos, hoy como ayer, capaces de escribir un libro en un mes o incluso menos, sin que ello los relegue necesariamente a la categoría más baja, es más, a veces se encuentran en cotas muy altas. Uno de ellos fue sin duda Simenon, que tardó unos diez días en producir uno. ¡Y qué libros! Según algunos, incluso entre los más bellos del siglo XX. Otros en cambio toman toda la vida, como hizo Manzoni con su obra maestra, que esperó un total de 25 años.

En definitiva, no existe una regla para definir o no una obra maestra en función del tiempo necesario para componerla. Y esto no sólo en nuestro siglo, sino también en los dos anteriores.

También se ha mantenido a lo largo de los siglos la presencia de autores sumamente fecundos, capaces de escribir decenas de libros, a veces incluso más de cien, casi como si fueran máquinas, desde Salgari hasta Carolina Invernizio.

Y hoy conocemos a otro de ellos, escritor de más de un centenar de novelas además de obras de teatro, cuentos, artículos y piezas diversas, para un total prácticamente interminable, que su hijo y biógrafo no dudó en calcular en unos 900 : Francesco Mastriani.

Un autor sumamente fructífero.

La escasa consideración por Mastriani del decano de la crítica literaria y conciudadano, Francesco De Sanctis, no ayudó a la reputación literaria del escritor napolitano. Escasa consideración la que compartía el otro ilustre conciudadano, Benedetto Croce.

Fue escritor, periodista, maestro, empleado y veremos otras cosas en la Nápoles de mediados del siglo XIX. Dio a sus conciudadanos libros y cuentos en cantidades industriales. La crítica oficial siempre se ha puesto patas arriba frente a él, y al no poder ignorar su presencia, lo ha relegado a algo que no era literatura, sino “material consumible” para las buenas bocas del país, es decir, las masas. Empezando por sus ilustres conciudadanos Benedetto Croce y Francesco De Sanctis, que ciertamente podrían decir algo al respecto.

Así que un escritor de bajo rango que, sin embargo, era del agrado de los lectores, y cómo si les gustaba, un poco como lo son los escritores de gran tirada hoy en día, pero que quizás no tienen mucho en común con la literatura como entendieron los dos grandes críticos. él.

Un personaje cuyo ritmo de vida es insostenible para cualquiera

El busto de yeso de Francesco Mastriani conservado en el Museo San Martino de Nápoles. Fue realizada por Filippo Cifariell para un proyecto de monumento al escritor que nunca llegó a construirse. El "Corriere del Mezzogiorno" contó la historia de este proyecto.

Francesco Mastriani era un personaje de creatividad inagotable y de ritmo de vida insostenible para cualquiera, sobre todo aquejado a menudo de graves patologías incapacitantes y siempre lidiando con problemas económicos, un poco como Salgari, con quien también compartía el tipo de familia: mujer y cuatro hijos. .

Siempre estuvo concentrado en su actividad "principal", la de escritor, a la que, sin embargo, añadió las otras: la de periodista, primero la de empleado en una empresa "industrial", y luego la modesta más o menos trabajos menos oficiales, simultáneamente el de profesor particular de lenguas extranjeras, francés, inglés, alemán, español, y finalmente a la edad de 55 años también profesor titular del gimnasio.

Pero eso no es todo, dado que manejaba representaciones teatrales derivadas de sus escritos, a veces incluso actuaba allí como actor, o, si se presentaba la ocasión, ni siquiera faltaba al oficio de guía turístico para clientes extranjeros, además, dijo, para repasar algunos de esos idiomas que luego enseñó en privado a los muchachos.

En realidad lo hizo para juntar algo de dinero y mantener a la familia, pagar los muchos gastos y el alquiler de una casa, lo que no siempre logró, ya que se le atribuyen una treintena de cambios de residencia, a veces incluso después de un pocos meses. Y no sólo por falta de pago, sino por motivos de salud, por exceso de ruido, por espacios reducidos, por humedad interior, por escuálidas vistas, por acercarse a los familiares, etc.

Una vida, en fin, convulsa como pocas, estropeada por la muerte de tres de cada cuatro amados hijos, atormentada por complicadas patologías, durante largos meses incluso por la ceguera, siempre en apuros y sin retroceder jamás, hasta su lecho de muerte, donde extenuado y con un hilo de voz concluyó la última novela dictándosela a su mujer o a algún alma compasiva, dos días antes de morir y dentro de sí mismo planeó otras, si la Virgen le hubiera concedido la gracia de otro soplo, de unos cuantos más años de vida

La vita

La placa colocada en 1924 en una pared exterior del teatro San Ferdinando de Nápoles por iniciativa del "Corriere del Mezzogiorno". Su gran cariño por Nápoles y su gente es exaltado, totalmente correspondido.

Francesco Mastriani nació en Nápoles en 1819 en el seno de una familia de nivel medio pero numerosa: seis hermanos y dos medios hermanos, dado que la madre, antes de casarse con su padre, al que habría dado siete hijos, había tenido dos de una anterior casamiento.

Completa sus estudios mostrando una capacidad omnívora e insaciable de saber, de conocer, de aprender. De ahí el estudio de algunas lenguas extranjeras, además de la lengua italiana, que le debió parecer otra lengua extranjera en comparación con su dialecto original. Y luego la pasión por la medicina, que estudió durante algunos años en la universidad, sin embargo, sin graduarse, la de los abogados, a la que dedicó otros estudios exigentes, y luego el amor por la literatura francesa que leía con avidez, tomando libros de la biblioteca de su maestro, 400 volúmenes fuertes, no pocos en ese momento, y los leyó todos. Cómo logró mantener juntas todas estas actividades, a las que luego se agregan otras, sigue siendo un misterio. ¡Aparte de los misterios de Nápoles que escribiría más tarde!

Cuando su madre murió en la epidemia de cólera de 1836, cuando él tenía 17 años, su padre le consiguió trabajo en la empresa industrial napolitana. Al mismo tiempo comenzó a colaborar con algunos periódicos, entonces mucho más numerosos que hoy, pero de tirada limitada, ya recolectar algunos centavos.

Comienza su carrera como periodista.

Al ver que gustan sus artículos y que su imaginación parece inagotable, es el propio padre quien le aconseja que deje el trabajo que le ha encontrado y se dedique al periodismo, lo que Mastriani hace de buena gana. Tratará noticias, curiosidades de la ciudad, tradiciones populares y culturales, teatro: temas que en su ciudad, de la que nunca se alejaría, ciertamente no faltaron.

Luego, a la muerte de su padre en 1842, regresó por un tiempo a la empresa donde trabajaba, pero en 1844, a la edad de 25 años, la abandonó definitivamente, para dedicarse al periodismo ya la enseñanza privada de lenguas extranjeras.

matrimonio con prima

En 1844 se casó con la hija de un primo que llevaba el mismo apellido y comenzó esa vida familiar muy conflictiva siempre lidiando con problemas económicos. A veces incluso se ve obligado a instalarse en la casa de su suegro cuando ve que no puede pagar el alquiler. Pero siempre será un continuo moverse y moverse, buscando siempre un alojamiento mejor, más adecuado a sus necesidades, que nunca encontrará.

Debut como novelista

La portada de la primera edición de la “Cieca di Sorrento”. De la novela se han realizado tres películas y cinco adaptaciones teatrales. Las tres adaptaciones cinematográficas son: 1) la de Nunzio Malasomma (1934) con Dria Paola, Corrado Racca, Anna Magnani; 2) la de Giacomo Gentilomo (1952) con Antonella Lualdi, Paul Campbell, Paul Muller, Corrado Annicelli; 3) la de Nick Nostro (1963) con Anthony Steffen, Diana Martin, Albert Farley.

A los 29 años, en 1848, junto a su labor de periodista, siempre precaria y ligada a diarios de la ciudad de bajísima venta y corta duración, se incorporó también la de cuentista. En 1852, con La cieca de Sorrento, logra un éxito rotundo, lo que la convierte en una de sus novelas más conocidas y apreciadas por los lectores. Y así comienza a escribir multitud de novelas una tras otra.

En algunos períodos, a partir de 1875, cuando colaboraba de forma permanente con un diario de circulación nacional, el "Roma" de Nápoles, incluso se le exigía por contrato la redacción de cinco al año, que aparecían primero en el apéndice del diario y luego se puesto a la venta por volumen.

Es, como uno puede adivinar fácilmente, una vida que bordea lo increíble.

Política

"Oscuridad. Trabajo y miseria” es uno de los libros de Mastriani con trasfondo social. Su interés por las clases sociales menos favorecidas le hizo asociarse a cierto socialismo, del que en un principio era completamente ajeno.

Es un conservador en lo que respecta a las ideas políticas, le disgustan las ideas del Risorgimento, en su corazón prefiere una vida ordenada que respete las jerarquías y los valores tradicionales, guiada por la aristocracia y apoyada en una sólida fe religiosa. Cuando Garibaldi completa su expedición, no duda en ponerse del lado de los Borbones. Una elección que luego pagará cuando sus amados soberanos tengan que irse.

Pero luego, tras una primera fase de ajuste al nuevo régimen, poco a poco volvió a la prensa local e incluso nacional, y empezó a interesarse por los problemas sociales, a hablar de los muchos desfavorecidos, de los explotados, de los marginados, con sus tragedias, de las que su ciudad es muy rica.

Algunos ven en los libros de este período un aterrizaje en los temas del realismo naciente, incluso anterior a él, como se puede ver en la trilogía los gusanos de 1863-64, Las sombras: trabajo y miseria de 1868 e El misterio de Nápoles de 1869-70. O incluso cuestiones socialistas, que aborda, sin embargo, con la perspectiva religiosa de un buen cristiano, atento a los problemas de los últimos, más que con una adhesión establecida al socialismo, que nunca existirá.

Nombramiento como profesor de literatura

En 1874 finalmente obtuvo la cátedra de literatura en una escuela secundaria en Aversa. ¿Será acaso la llegada a una vida tranquila, a un salario seguro, aunque no muy alto, que luego integra a la renacida profesión periodística y narrativa?

¡No! Para acudir al lugar de trabajo se ve obligado a madrugar mucho para coger el tren, y sus condiciones de salud no se lo permiten, hasta el punto de que al cabo de unos años tendrá que dejar el ansiado trabajo. Y así falta ese salario fijo, y vuelven a empezar los problemas de siempre, penurias económicas, a veces miseria y hambre.

Es una vida que no tendrá momentos de respiro en todo el camino, hasta su muerte en 1891, a la edad de 72 años. En su memoria se realizará un apasionado homenaje a Matilde Serao.

Su interminable producción

Su interminable producción parte de la proposición de los temas del folletín decimonónico, con tramas ingeniosas, colores fuertes, personajes "unidimensionales" que encajan bien en una visión maniquea de la vida, donde las diversas figuras se contraponen entre las atribuibles al bien y aquéllos a su contrario, en un choque que se repite continuamente.

Conoce los ingredientes del folletín y sabe dosificarlos sabiamente para no cansar ni aburrir. Y con cada episodio, a veces no solo semanal, sino también diario, tiene que crear un hecho nuevo que mantenga la atención del lector, que reavive la tensión, que luego se disuelva en el siguiente episodio, para luego volver a empezar. Un poco como lo que sucede hoy en día en muchas producciones televisivas seriadas, como telenovelas, telenovelas, etcétera.

El misterio de Nápoles

La de Mastriani es una de las obras más exitosas del género narrativo entonces en boga que comenzó con los "Misterios de París" de Eugene Sue.

Con El misterio de Nápoles entra de lleno en el género del "misterio", vena narrativa nacida de la pluma de Eugene Sue, con su misterios de paris, estrenada en 1842. Desde entonces en todo el continente, y también en nuestro país, había habido un enjambre de novelas que recordaban la obra de Sue tanto en el título como en el contenido. Pero Mastriani, tantos años después del modelo original, lo hace a su manera, revisándolo y enriqueciéndolo con motivaciones sociales.

La obra no era en modo alguno despreciable, al contrario, resultó ser un buen producto, con toda probabilidad el mejor, así como uno de los más vigentes de este género narrativo.

Un menor de la segunda mitad del siglo XIX.

La suya fue una trayectoria literaria larga, muy articulada, no ajena en ocasiones a atrevidas innovaciones, que le llevaron a acercarse incluso al cómic, al noir, a experimentos que se habrían consolidado mucho después que él.

Sin embargo, todo esto no fue suficiente para hacerlo ascender a un nivel superior. Sigue siendo un autor menor de la segunda mitad del siglo XIX, ciertamente de éxito popular, que sin embargo nunca le aseguró riqueza y mucho menos tranquilidad económica. ¡Pero nada más!

Aún hoy no existe un estudio en profundidad de su obra que arroje luz sobre los aspectos más significativos. Algunas de sus piezas aparecen en alguna antología escolar y en ocasiones se reimprime alguna de sus obras. Eso es todo.

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