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Bancos e inmigración: el compromiso a realizar entre Alemania e Italia

Sobre los bancos y la inmigración, el primer ministro Renzi tiene una oportunidad de oro para un compromiso virtuoso con la canciller Merkel: en lugar de invocar márgenes continuos de flexibilidad presupuestaria, Italia podría pedirle a Alemania que complete la unión bancaria con la introducción de la garantía de depósito europea a cambio de cooperación sobre inmigración

Bancos e inmigración: el compromiso a realizar entre Alemania e Italia

“Acoger a quienes huyen es un imperativo humanitario, tanto para nosotros como para Europa. La política de muros y vallas, de techos y límites, no tiene futuro”. Así, Angela Merkel inauguró el pasado domingo el congreso de la CDU. Pero, añadió luego, también para convencer y, sobre todo, tranquilizar a los más escépticos dentro de su partido: "Hay que reducir el número de llegadas y eso sólo es posible junto a los europeos". Un pedido explícito y claro de cooperación. Porque si la cancillería está convencida de que la política de "puertas abiertas" es la única alternativa posible para solucionar el problema de los migrantes, es muy consciente de que para poner en marcha la decisión más arriesgada que ha tomado en diez años al frente del gobierno alemán gobierno, Alemania no puede quedarse sola: la colaboración y la solidaridad también deben venir de los demás estados de la Unión.

Angela Merkel, por lo tanto, se encuentra en la condición -ciertamente no frecuente- de verse obligada a buscar ayuda en Europa. A cambio, podría aceptar compromisos en otros frentes, como el de gobierno Unión Europea, en particular, la política fiscal señalada en el Informe de los Cinco Presidentes. Y, entonces, ¿cuál podría ser la estrategia a adoptar por Italia y Francia, dos países que están haciendo de la interpretación discrecional -y no rígida- de las reglas presupuestarias- un punto central de su agenda europea? Hay básicamente dos escenarios posibles.

El primer escenario es un compromiso a corto plazo en el que Francia e Italia siguen pidiendo mayores márgenes presupuestarios, aprovechando al máximo las cláusulas de flexibilidad previstas en el comunicado de la Comisión Europea del pasado mes de enero. El último ejemplo en este sentido es la petición realizada por el presidente del Gobierno Valls, tras los atentados de París: “el pacto de seguridad está antes que el pacto de estabilidad”, declaró el primer ministro francés.

También Matteo Renzi, aprovechó los atentados terroristas en Francia para pedir más flexibilidad, pese a que Italia es, hasta la fecha, el país que más ha hecho uso de las citadas cláusulas: entre 2015 y 2016, el Gobierno pidió casi 16 millones de euros de recortes menores del déficit estructural invocando todas las cláusulas disponibles: la de reformas, inversiones y "Circunstancias excepcionales" que, en un principio, debería haber estado ligado a los gastos para los migrantes (para financiar el recorte de IRES) pero que luego el primer ministro decidió justificar con mayores gastos por seguridad.

Para Angela Merkel no será fácil aceptar una mayor flexibilidad fiscal en ausencia de un impacto claro y medible sobre el crecimiento potencial, y por tanto sobre las finanzas públicas, del Estado que lo solicite. Para elItalia, que tiene una deuda pública que supera el 130 por ciento del PIB, seguir postergando el ajuste fiscal significa volverse más vulnerable en caso de tensiones en los mercados financieros y de ralentización de la economía global: una eventualidad que asusta a Alemania, siempre muy atenta a no correr el riesgo de tener que pagar la factura de los demás . Y luego, desde el punto de vista de los alemanes, conceder mayores márgenes presupuestarios no ayuda fortalecer la construcción de Europaen todo caso, todo lo contrario, sobre todo si no va acompañada de la continuación de las reformas iniciadas. Por tanto, este primer escenario no representaría un compromiso deseable para la Canciller: demasiado costoso en términos de credibilidad.  

Un compromiso en el que Italia y Francia, en lugar de centrarse en el corto plazo, decidan implementar una estrategia con un horizonte de tiempo más largo sería diferente. Podrían, por ejemplo, preguntarle a Alemania lintroducción de la garantía de depósito europea, el tercer pilar que le falta a la Unión Bancaria. Hasta el día de hoy, Berlín siempre se ha opuesto porque quiere estar seguro de que antes de poner en común los riesgos ("riesgo compartido”), los países de la UE han tomado medidas para reducir los riesgos (“la reducción de riesgos"). El miedo es siempre el mismo, es decir, el de tener que cargar con el fracaso de los sistemas bancarios de otras personas.

Angela Merkel, sin embargo, en este momento, podría estar de acuerdo en avanzar en la garantía de depósito común. Y no solo porque está en uno posición débil en el frente de la inmigración, sino también porque se trataría en todo caso de un camino que tarde o temprano habrá que seguir en el proceso de integración europea. Para una estadista como Merkel, que aspira a ganar las elecciones de 2017 y gobernar para un cuarto mandato, culminar la unión bancaria sería una señal clara de su compromiso con la construcción –de hechos y no de palabras– de la unión política europea.

La elección entre un compromiso a corto plazo ("mayor flexibilidad presupuestaria") y uno a medio-largo plazo ("mayor integración bancaria") depende en gran medida de Italia y Francia. Para Italia, en particular, la introducción de una garantía de depósito europea podría representar un contribución fundamental para tranquilizar a los ahorradores, en una fase delicada de gestión de las recientes dificultades bancarias. En cambio, insistir en la flexibilidad a corto plazo podría resultar una estrategia miope.

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