En silencio, pero por un poco más de tiempo, continúa el trabajo de Carlo Cottarelli, el comisario de revisión de gastos. En menos de dos meses habrá que levantar el velo del plan de recorte del gasto público que, según el ministro del Tesoro, Fabrizio Saccomanni, pretende ahorrar 32 millones de euros hasta 2016. En total, el 2% del producto interior bruto, es decir, el 0,65 % del PIB cada año.
La meta es ambiciosa y requiere que Cottarelli implemente una serie de cambios estructurales. Intervenir en partidas de gasto individuales sería una empresa titánica: implicaría llegar a 32 mil millones desclasificando una por mil partidas, incluidos los 1.905 euros gastados en 2013 por Palazzo Chigi en "suministro de líquidos y jabones para lavavajillas" o 6.221 euros en "Suministro de cajas con tapa".
Solo los burócratas a cargo de cada sección de la máquina administrativa italiana pueden saber con certeza dónde intervenir para reducir el desperdicio. Su cooperación es necesaria, pero difícil de obtener. Cottarelli lo sabe, por eso ha dejado claro a sus grupos de trabajo en los distintos ministerios que -si al final no queda satisfecho- se reserva el derecho de rechazar sus conclusiones e imponer las suyas.
