Por supuesto, lo ocurrido no se detiene solo en la Lazio. Y no solo porque otras regiones de centro-derecha (Lombardía, Campania y Calabria, por ejemplo) estén en el punto de mira del poder judicial. Sino porque todas las fuerzas políticas han sido sacudidas por el sancndali de estos días. Por supuesto con diferentes niveles de responsabilidad. Pero lo cierto es que el escándalo de la Lazio no se queda en Fiorito y Battistoni, ni acaba con la dimisión del presidente de la región. La impresión es que estamos ante la disolución de lo que se ha dado en llamar Segunda República.
Los perdedores son muchos otros. Empezando por Berlusconi que intentó hasta el último minuto (con el apoyo del grupo de dirección del PDL, de Alfano a Cicchitto, de Gasparri a La Russa) congelar la presidencia de Polverini. Con consecuencias dramáticas: el partido se derrumba una vez más en las encuestas y el regreso de Berlusconi al campo se presenta cada vez más problemático y arriesgado. Tampoco es casualidad que tanto en el frente de la ex AN como en el de Forza Italia volvamos a lamentar el fracaso del "desempaque", es decir una escisión pactada. Todo mientras las amenazas de Polverini se ciernen sobre "los simpáticos personajes que deambulaban por Europa". Clara referencia a las fiestas que organizaba el concejal De Romanis (el que vestido de Ulises daba la bienvenida a los antiguos romanos ya los cerdos). Como puede verse, el clima grotesco de estos días aún no ha amainado.
Pero si el Pdl llora, ni el Pd ni los centristas se pueden dar el lujo de reír. El grupo de concejales del Partido Demócrata había recogido la estratosférica financiación pública de Lazio y según muchos incluso accedió. Claro, una cosa es gastar en carteles, otra en festines con postizos de la antigua Roma y la compra de todoterrenos para concejales particulares. Pero la impresión es que los concejales del Partido Demócrata y otras fuerzas de oposición son al menos responsables de no informar. En cuanto a la UDC, es difícil olvidar que la junta de Polverini pudo contar con su participación y apoyo y que Casini se inclinó por llamar a sus asesores a dimitir, sólo después de una dura intervención del cardenal Bagnasco sobre las consecuencias del escándalo.
En resumen: el alcance nacional de lo ocurrido en Lazio es evidente. Es otro golpe para un país y una democracia aún en dificultades. Estamos a unos meses de las elecciones y aún no existe una ley electoral creíble, lo ocurrido hace aún más difícil un acuerdo entre las fuerzas políticas, que hasta ahora (algunas a regañadientes) han apoyado al gobierno de Monti. Y son especialmente significativas las palabras pronunciadas por el Primer Ministro poco antes de viajar a Estados Unidos. Monti, con una referencia implícita pero clara al PDL, denunció la "inercia" de parte de la política sobre la necesaria ley anticorrupción.