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Reducir la deuda: es hora de actuar. Aquí hay algunas pautas posibles

No pasa un día sin que se presenten nuevas propuestas para reducir la deuda italiana, ahora en el 125% del PIB - La última es de Bassanini y Amato y prevé un recorte de 200 millones en cinco años - La iniciativa es necesaria para evitar recurrir a el fondo de ahorro del Estado – Restablecer las finanzas del Estado implica aumentar la competitividad del sector público

Reducir la deuda: es hora de actuar. Aquí hay algunas pautas posibles

No pasa un día sin que algunos políticos o grupos de técnicos presenten propuestas para intentar reducir la deuda italiana, que ha alcanzado el 125% del PIB, hacia niveles más bajos y, por tanto, manejables. Esto conduciría a la restauración de la confianza del mercado en la solvencia de Italia y, por lo tanto, conduciría a una reducción del diferencial con respecto a los valores alemanes.

Poco a poco va ganando terreno la convicción de que por muchos sacrificios que se puedan hacer para recuperar el déficit anual, que en realidad estamos haciendo, la montaña de deuda que hemos acumulado durante tantos años de derroche sigue siendo un peso que nos sigue arrastrando. abajo. De ahí que tanto en el Parlamento como en los partidos políticos se hagan propuestas encaminadas a dar un golpe fuerte a la deuda para reducirla en un determinado número de años en 300-400 mil millones para llegar a una ratio del 100%. con respecto al PIB. Al tener tasas más bajas, el crédito a la economía se reactivaría y por lo tanto nuestras empresas podrían volver a producir con beneficios en el empleo. La última propuesta ha sido elaborada por Bassanini y Amato en el ámbito del centro de estudios Astrid y prevé un recorte de 200 millones de deuda en cinco años, a los que se podrían sumar otros 150 millones en recortes en los próximos cinco años. La propuesta es muy detallada y enumera tanto los activos que se enajenarán como los métodos operativos que se utilizarán para lograr el resultado. Cabe destacar que no se trata en modo alguno de medidas extraordinarias de imposición de activos o préstamos coercitivos, sino de utilizar vehículos existentes o nuevos para realizar estas operaciones obteniendo además, al menos en parte, la refinanciación de estos valores con el BCE de esta forma evitando un mayor drenaje de liquidez que sería negativo para la situación económica. La ventaja de esta propuesta radica en que se mueve en la estela de lo planteado por el ministro de Economía Grilli, pero fortaleciéndolo considerablemente y enviando así una señal mucho más sustanciosa a los mercados.

Sin hacerse ilusiones sobre la posibilidad de recibir ayudas sustanciales de otros estados europeos o del BCE en poco tiempo, Italia debe organizarse para poder hacer gran parte del trabajo de recuperación por sí sola.. Seguramente el BCE podrá echar una mano comprando valores a corto plazo y evitando así una mayor contracción del crédito por parte de nuestros bancos que ya no pueden tener acceso al mercado internacional de capitales. Pero si con razón no se quiere recurrir a las ayudas del fondo de rescate, la única posibilidad que tenemos es completar y reforzar la acción de restauración de nuestro sistema económico. Por otra parte, recurrir a los rescates europeos supondría no sólo una pérdida de autonomía política (ya perdida en parte en el pasado reciente) sino, sobre todo, una perspectiva de mayor dificultad para retomar una senda de crecimiento, ya que Italia seguiría siendo, en cualquier caso, una etiqueta de un País puesto bajo tutela, incapaz de administrarse a sí mismo y, por lo tanto, no digno de la confianza de los inversores internacionales.

Completar nuestro proceso de recuperación requiere la capacidad de abordar dos cuestiones: la primera es enviar señales de voluntad para reducir la deuda con un plan creíble y, sobre todo, que se adopte rápidamente, y la segunda (pero no menos importante) es la de tratar de elevar nuestra competitividad. Muchas veces se pasa por alto, a la hora de relanzar la demanda interna, que nuestro problema no es sólo el de la caída del consumo, sino sobre todo el de la escasa competitividad de nuestras producciones, por lo que se corre el riesgo de que aunque consigamos relanzar la demanda interna, esta sería satisfecha por producciones extranjeras y no por las de nuestro país, con por lo tanto poco impacto en el empleo.

La competitividad depende de muchos factores. Hemos abordado algunos de ellos, como los de la liberalización o el mercado laboral, aunque incluso en estos sectores habría que dar más pasos. Sin embargo, todavía hemos hecho poco para atacar lo que parece ser el factor más penalizador de nuestro sistema económico y es la ineficiencia y extrema onerosa del sistema público comenzando por la pesadez del sistema institucional, entre los más caros y menos confiables del mundo. No se trata sólo de discutir sobre la "Casta" o sus privilegios, sino de perfilar un sistema más funcional y riguroso de atribución de responsabilidades a todos los niveles de la administración central y periférica para tener decisiones claras en determinados momentos. Necesitamos un sistema que sepa prevenir un caso como el de Taranto y que no deje al poder judicial la posibilidad de tomar decisiones sensacionalistas, impensables en cualquier país occidental y que sin duda contribuyen a dar una imagen no precisamente favorable de nuestro país a cualquier inversores extranjeros. La reforma del Estado es la premisa indispensable para llevar a cabo una revisión del gasto que debe reducir sustancialmente el gasto público, incidiendo fundamentalmente en el robo y colusión entre partidos y administraciones para repartirse el dinero público. Pero entonces también será necesario revisar algunas partes del sistema de bienestar para hacerlo más equitativo y funcional, encomendando también a los ciudadanos parte de la responsabilidad de trazar su propio futuro.

Solo así será posible reducir los impuestos sobre el trabajo y las empresas y así ganar competitividad. No son elecciones fáciles. Hemos visto cuántas resistencias habrá que vencer tanto por parte de las corporaciones como sobre todo de los aparatos de partido que durante tantos años han vivido esencialmente de la administración del gasto público.

Un plan para la reducción de la deuda es en este momento indispensable y urgente. Pero hay que tener en cuenta que aunque consigamos devolver toda nuestra deuda al interior del país, es decir, si la colocamos íntegramente con ciudadanos italianos, esto, como demuestra el ejemplo de Japón, no nos garantiza la posibilidad de volver a crecer, algo que necesitamos con urgencia para dar trabajo a tantos jóvenes que se encuentran en el paro o se ven obligados a emigrar al extranjero. El alivio de la deuda y las reformas para una mayor competitividad deben ir de la mano. Hemos hecho un trozo de camino en los últimos meses con Monti. Ahora bien, para no hacer inútiles los sacrificios soportados hasta ahora, no debemos bajar la guardia, sino por el contrario tratar de completar el camino que nos falta para volver a ser un país lleno de oportunidades para todos sus ciudadanos.

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