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Parmalat es campeón de Europa de segunda categoría desde ayer, pero la Champions debe jugarse en Parma

Con el traspaso a la francesa Lactalis, Parmalat pasó de ser una multinacional italiana a una campeona europea de segundo tipo, es decir, nacida en el mercado y no por decisión de los gobiernos. Ahora, sin embargo, es fundamental que su sede, donde se concentran las funciones estratégicas, esté en la capital de Emilia.

Parmalat es campeón de Europa de segunda categoría desde ayer, pero la Champions debe jugarse en Parma

Hasta hace unos días, Parmalat era una de las pocas -una veintena, según datos de R&S Mediobanca- «multinacionales italianas». Ahora que finalmente se ha concretado la OPA lanzada por los franceses sobre Lactalis, ¿a qué nos enfrentamos?

Ésta, más las recriminaciones sobre lo que pudo haber sido y no fue, nos parece la cuestión crucial en un momento en que la nueva geografía del desarrollo económico mundial, donde el peso creciente es el de los países emergentes, se refleja también en la nueva ola de fusiones y adquisiciones (M&A) a nivel mundial.

Visto así, la operación franco-italiana supuso el nacimiento de un auténtico "Campeón de Europa"; es decir, una nueva gran empresa capaz de explotar el potencial del mercado único europeo y, por tanto, fruto de una operación de M&A transfronteriza que pasa el escrutinio del mercado.

Estas características hacen que los "Campeones" de nuestros días sean muy diferentes a los "Campeones Nacionales" de décadas pasadas y ahora lejanas.

En ese momento, el mercado único aún estaba por llegar, la política industrial era un instrumento firmemente en manos del Estado-nación, que muy a menudo la ejercía a través de la "selección de ganadores" creando, precisamente, los "Campeones Nacionales". Aquí, la objeción de los 'Chicago Boys' (y muchos otros) es conocida y ampliamente compartida: pero ¿cómo podría (puede) el Estado conocer mejor que los mercados las formas de asignar los recursos de manera óptima?

Hoy, tras el Libro Blanco de Jacques Delors (1985), el mercado único (léase: plena libertad de movimiento de los factores de producción) no es sólo una realidad concreta -sin duda lo es para la industria manufacturera- sino que ha sido coronado, para muchos países de la UE países, desde el nacimiento del euro. Y la política industrial, que afortunadamente ha vuelto a dar que hablar tras la década de la resaca financiera, es un ámbito político donde las competencias se reparten entre varios niveles de gobierno (supranacional, nacional y autonómico) y donde la «selección de ganadores» ya no es la instrumento principal.

En verdad, la (vieja) política industrial no sólo ha provocado desastres, como sugiere cierta vulgata: basta pensar en los cuatro países europeos que dieron vida al consorcio EADS, el holding controlador de Airbus; y también, en menor escala, la empresa conjunta franco-italiana STMicroelectronics. Sea como fuere, si llamamos a estos "Campeones de Europa" de "Tipo I", para decir de su nacimiento por voluntad del 'Príncipe', que también sabe iluminarse, llamaremos a los Campeones nacidos en el a la manera de Lactalis-Parmalat "Tipo II" : es decir, fusiones y adquisiciones transfronterizas, como decíamos, implantadas en el mercado único europeo y de acuerdo con los principios de la libre competencia.

La historia no termina aquí, porque ya en el pasado reciente, en conjunción con la otra gran ola de M&A (digamos 2005-2008, antes del congelamiento que siguió al gran crack), se observaba a simple vista otra característica: la absoluta prevalencia de operaciones de carácter "horizontal". Fuera de la jerga de los expertos, se tiende a poner peras con peras y manzanas con manzanas, al contrario de lo que sucedía en la era de los conglomerados. De esta manera, se fortalece el core business de la empresa, ampliando su gama productiva y fortaleciendo la diferenciación de productos/servicios para conquistar nuevos mercados.

Este hecho estilizado, central en el funcionamiento de la industria alimentaria ahora bajo nuestro examen, también se puede encontrar en la otra adquisición reciente y sensacional de una marca muy preciada (es apropiado decirlo) de 'Made in Italy' (Bulgari) de parte de un gigante del lujo como LVMH. Visto más de cerca, la enésima adquisición realizada por Diageo (esta vez la presa es la turca Mey Içki) se enmarca en la misma perspectiva, solo para mantenerse en tiempos recientes y tocar diferentes sectores industriales y de servicios; la megaadquisición de T-Mobile USA por parte de AT&T; la operación, transatlántica por definición, entre Fiat y Chrysler; la misma fusión, ya comunicada a la autoridad antimonopolio de Bruselas, entre NYSE Euronext y Deutsche Börse. Y la lista es mucho más larga.
Además de una fusión horizontal clásica (de la que se derivan economías de escala y de alcance), en determinados sectores de bienes de consumo el fortalecimiento del core business puede realizarse siguiendo otro camino. Que es sí -de nuevo para quedarnos con la jerga vigente- la de las operaciones “verticales”, pero que deben ser focalizadas y no dispersivas como, por ejemplo, las destinadas a entrar directamente en la distribución. Piense, en este sentido, en las exitosas estrategias implementadas por dos empresas de moda italianas líderes como Luxottica (Oakley) y Tod's (Saks).

El nacimiento y fortalecimiento de los que hemos definido como "Campeones Europeos" "Tipo II" será cada vez más la prueba de fuego de la capacidad de un país-sistema para promover el desarrollo económico en la era global en la que vivimos. En este sentido, la ubicación de la sede de nuestro «European Champion» –en definitiva, el corazón palpitante de la empresa donde se concentran las funciones estratégicas, que necesitan capital humano de calidad– no es una decisión neutra, irrelevante para el destino de la nuevo jugador.

La Champions puede y debe jugarse desde Parma.

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