Sábado de gran tensión en Roma y Milán, con las marchas No Green Pass que chocaron con las fuerzas policiales, hasta el punto de llegar en la capital a pocos pasos del Palacio Chigi y asaltan la sede de la CGIL. Se reportaron varios heridos y detenciones, mientras que las reacciones del mundo político fueron sobre todo de solidaridad unánime con el secretario de la CGIL Maurizio Landini, quien definió el ataque como un acto de “escuadrón fascista”. Un ataque a la democracia y a todo el mundo del trabajo que pretendemos rechazar -continúa- Nadie piensa en devolver a nuestro país a los veinte años de fascismo”.
Landini recibió el mensaje de solidaridad del Presidente de la República Sergio Mattarella así como de primer ministro Mario Draghi que visitó la CGIL e quien calificó la violencia de "intimidación inaceptable". Los sindicatos -continúa la nota- son una salvaguarda fundamental de la democracia y de los derechos de los trabajadores. Cualquier intimidación hacia ellos es inaceptable y debe rechazarse con absoluta firmeza". Formaciones de extrema derecha como Casapound y Forza Nuova estuvieron detrás de las protestas No Green Pass, hasta el punto de que el secretario del Pd, Enrico Letta, pidió la disolución de Forza Nuova.
más ambiguo la reacción de Matteo Salvini y Giorgia Meloni, quien condenó los enfrentamientos y se solidarizó con la CGIL, pero el líder de la Liga también pidió la renuncia de la ministra del Interior Luciana Lamorgese: “La violencia nunca se justifica, nunca es la solución. No confundamos la violencia de unos pocos delincuentes con las exigencias razonables de quienes quieren proteger la salud, los derechos, la libertad y el trabajo”, dijo Salvini.
