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Lissone, investigación y relación entre arquitectura y escultura del 21 de junio al 27 de julio de 2014

El proyecto Baumhaus de Willy Verginer (Bressanone, 1957) consiste en un ciclo inusual de esculturas que desarrollan una vena "pura e incontaminada" dentro de la poética del artista.

Lissone, investigación y relación entre arquitectura y escultura del 21 de junio al 27 de julio de 2014

Para esta exposición personal en Lisboa, Verginer sintió la necesidad de seguir caminos sobre los que venía reflexionando desde hacía algunos años, emprendiendo así una investigación diferente y más radical que en el pasado. Siempre fiel al género y estilo de las esculturas conocidas tanto por el público como por los profesionales, Verginer ha creado un núcleo de obras -nacidas del instinto y la experimentación- que han abierto nuevos temas y diferentes posibilidades expresivas para su investigación artística.

Con Baumhaus, Verginer aborda por primera vez el tema de la casa: «Veo la casa como una de las primeras esculturas creadas por el hombre», admite el artista, «de hecho, encuentro que existe una fuerte relación entre arquitectura y escultura.

Además, la casa es hoy muy importante también desde el punto de vista ecológico y creo que es un factor que debemos tratar siempre». Prestando atención a las obras, es posible notar cómo los elementos escultóricos (las casas) entran en relación con los elementos naturales (tocones, ramas y raíces) que el artista ha recogido en los bosques de Val Gardena. En las esculturas vemos arbustos o raíces que socavan los cimientos de los edificios, troncos que sobresalen de los sombreretes de las chimeneas, árboles que crecen o trepan por el interior de las casas, situaciones impredecibles y paradójicas que se mueven bajo el signo de un alejamiento de la tradición.

Muchas de las obras expuestas buscan una relación diferente con el espacio, como es el caso de Mediei, una instalación formada por seis elementos colgados del techo, o la gran escultura Casa di Noè, que invade el espacio expositivo casi saturado. El volumen de las obras también juega un papel decisivo: las grandes llevan al espectador a una relación muy directa, mientras que las más pequeñas se quedan en un ámbito más lejano y onírico. Como es habitual, el artista intervino luego sobre las superficies lisas con campos de color que engañan el realismo de las formas y la verdadera "piel" de la madera. En el nuevo grupo de obras, el artista ha yuxtapuesto el gris y el azul con el color natural de la madera, cromatismos que tematizan la luz y la sombra.
 
El color, nunca heterogéneo, casi siempre monocromático, es una constante en la investigación plástica de Verginer; más que plagiar la realidad, el artista si acentúa la diferencia (normalmente se dejan intactas las partes más "naturales" de la escultura y se pintan las más "artificiales"). Refractario a tecnicismos estériles o virtuosismo asfixiado, Willy Verginer no interpreta la escultura a la manera de un Monumentum pero quiere convertirla en un impulso capaz de insuflar la materia y el entorno que la rodea.

Como demuestran las esculturas y los bocetos expuestos en Lissone, el artista se ha aventurado una vez más, pero de una forma completamente nueva, en ese equilibrio acrobático que confina in extremis con el ámbito de la metafísica.

Lisboa | Museo de Arte Contemporáneo

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