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Le Pen, sus sueños antieuropeos no podrán escapar de la austeridad ni de los mercados

Le Pen ganó las elecciones regionales en Francia prometiendo luchar contra "la Europa de las reglas" y abandonar la política de austeridad - Sin embargo, hay al menos tres razones que hacen poco probable que el Frente Nacional pueda cumplir sus promesas pero sobre todo Le Pen no podrá escapar al duro juicio de los mercados – como enseña Grecia.

Le Pen, sus sueños antieuropeos no podrán escapar de la austeridad ni de los mercados

En la primera vuelta de las elecciones regionales del domingo, Marine Le Pen ganó seis de las trece regiones. Su partido, el Frente Nacional, se convierte así en el primero del país: un resultado "extraordinario" lo ha definido como el líder de la derecha, pero quizás no del todo inesperado. Los franceses, sacudidos por los recientes atentados terroristas, quisieron castigar a los partidos tradicionalistas, incapaces de dar respuestas concretas a los cinco años de crisis que -inevitablemente- han aumentado la desigualdad y las penurias económicas. Los socialistas del presidente Hollande, en particular, están pagando el precio de no haber podido oponerse a una Europa que ya no se percibe como un lugar de prosperidad, sino como un árido proyecto burocrático. 

Ahora, el riesgo en Francia -pero también en otros países europeos- es que el grito de “basta de la Europa de las reglas” se haga cada vez más fuerte. Después de todo, Marine Le Pen lleva años repitiendo que Europa, con sus restricciones fiscales, está hundiendo la economía francesa. Recuperar la soberanía presupuestaria, a su juicio, es fundamental, sobre todo tras el recrudecimiento de la amenaza terrorista. El rigor fiscal habría limitado la capacidad de Francia para hacer frente al gasto militar: "La política de Merkel nos obligó a desarmarnos", declaró ante el Parlamento Europeo el pasado noviembre. La líder del Frente Nacional prometió entonces –y su éxito electoral probablemente también deriva de este compromiso– que abandonaría la política de austeridad. Promesa hecha también por Alexis Tsipras, en enero, cuando fue elegido por primera vez: promesa que, sin embargo, hasta la fecha no ha cumplido. Tampoco será fácil para Marine Le Pen. Por varias razones. 

En primer lugar, porque la deuda francesa, que hace quince años estaba sustancialmente en línea con la media de la eurozona (65 % del PIB), ahora ha alcanzado el umbral del 100 % (97.1 % del PIB en 2014). Las economías con deudas crecientes inevitablemente corren el riesgo de volverse más frágiles. De hecho, la crisis reciente ha puesto de manifiesto que los países muy endeudados tienen mayores dificultades para hacer frente a las tensiones en los mercados financieros. El mecanismo es siempre el mismo: los mercados empiezan a desconfiar y piden tipos de interés cada vez más altos, lo que se traduce en un aumento del gasto por intereses. En ese momento, la cantidad de austeridad necesaria para reconstruir la confianza tenderá a aumentar.

En segundo lugar, renegar de la política de rigor, rompiendo así el tradicional eje franco-alemán, nunca ha sido una buena estrategia para Francia. En el pasado, Francois Mitterrand, Nicolas Sarkozy -cansado de su papel de subordinado en el dúo Merkozy- lo intentaron, y recientemente también Francois Hollande. Pero, luego, todos tuvieron que dar marcha atrás porque cuestionar la alianza con Alemania socava la credibilidad de Francia en los mercados. Si Francia disfruta de una prima de riesgo más baja que Italia, a pesar de un saldo primario negativo (-1.8 % en 2014 frente al 1.6 % en Italia) y un nivel mucho más alto de gasto total en PIB (57.7 y 50.8 % respectivamente en 2014) debe precisamente a su proximidad a Berlín. Perder esta "credibilidad importada" significaría tener que pagar tasas de interés más altas por su deuda. Nuevamente, el resultado final sería un aumento en los pagos de intereses y, por lo tanto, el uso de más austeridad en el futuro. 

En tercer lugar, en el caso, ciertamente no remoto, de un empeoramiento de la situación internacional, se reflejaría la consiguiente ralentización del crecimiento económico francés, previsto para el presente año en un 0.9% (muy por debajo de la media de la zona, un 1.6%). en las cuentas públicas, dificultando la implementación del compromiso asumido por Le Pen durante la campaña electoral de aumentar el gasto público para crear nuevos puestos de trabajo.

En esencia, Marine Le Pen, gracias a su éxito electoral, podrá decir "no" a las reglas fiscales europeas. También podrá decir "no" a Europa habiendo definido el Brexit como "una hipótesis extraordinaria". Pero será difícil decir "no" a los mercados. Y, la sanción impuesta por los mercados, en términos de tasas de interés más altas, sería mucho mayor que la que -en teoría- impone Europa. En teoría, porque hasta la fecha nunca se han impuesto sanciones a ningún país, incluida Francia que, por cierto, a pesar de estar en procedimiento por déficit excesivo ha obtenido la tercera prórroga del plazo para la corrección de su déficit. 

La experiencia de Grecia demuestra que es mejor realizar un ajuste fiscal "primero" aunque "solicitado por Europa" que "después" e "impuesto por los mercados". Después de seis meses de promesas y consignas contra la austeridad, el país ha vuelto a caer en crisis, al pasar de un aumento del 0.5 por ciento en el PIB previsto para el año en curso a una contracción del 1.4 por ciento. Además, una consolidación preventiva sería preferible no solo para Francia, sino también para todos los demás países, incluida Italia, que inevitablemente se verían afectados por una nueva ola de turbulencias financieras.

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