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Las instituciones de la época de Cosciani y las de hoy entre el corporativismo y el populismo

En la época de la reforma fiscal de Cesare Cosciani en 1963, las instituciones eran vistas como un bien común - Luego hubo su degeneración en corporativismo y hoy el populismo de Grillo viene a hipotetizar su destrucción - Necesitamos reaccionar y es hora de volver a intentar la refundación de las instituciones, aunque no será fácil.

El profesor. Bruno Bises, de Roma Tre, organizó una conferencia en honor a Cesare Cosciani 50 años después de la publicación del "Estado de los trabajos de la Comisión para el estudio de la reforma tributaria" (1963). Se llevó a cabo la semana pasada; un éxito indudable. Me ofrecieron amablemente hablar al final del primer día para recordar la "Disputa con Bruno Visentini": Cosciani, por desacuerdo con la mayoría que se había formado en la Comisión, dejó la presidencia a mi padre, sin dejar de participar asiduamente. en proceso, que finalizó en 1967 con otro reportaje de Visentini. Es interesante aún hoy, y da gusto releer los informes, por la solidez de las formulaciones, que documentan un trabajo analítico y profundo; por la sencillez en la exposición y el cuidado en el estilo, que testimonian la maestría lograda en la comprensión de los problemas y la claridad de ideas en las propuestas desarrolladas. La diferente naturaleza de los redactores, y los distintos roles de cada uno, académico, profesional y político, el otro, no oscurecen la plena concordancia del ideal institucional de elaborar un proyecto que fortalezca al Estado en su misión al servicio de la la sociedad y el ciudadano. No se discute porque está en el sentir común de la sociedad de aquellos años.

Hoy es diferente. La novedad está precisamente en la misión de las instituciones. Lo que impropiamente llamamos populismo, por la forma cruda de presentarse, da testimonio de la extendida ideología del individualismo extremo, que en su rechazo a las instituciones, en su vocación al Estado mínimo, raya en la anarquía. Es un sentimiento que se ha extendido por toda la cultura occidental; seriamente discutido por filosofías que reflejan movimientos que encontramos en otros lugares (por ejemplo, neocom, tea party, "democracia participativa", la tradición anarquista). En el votante italiano es un sentimiento que se está arraigando, pero sobre todo captado instintivamente, sin reflexión consciente. Ciertamente no lo encontramos como un componente secundario del minestrone ideológico, que Berlusconi ha resumido en partido moderado: "todo debe cambiar", "hay que desregular", "no se come con cultura", recordemos al Martelli de la época "a quién le importa Bobbio". Son palabras, porque la práctica era bien diferente. En el votante, traicionado por la política de los últimos años, resurge el sentimiento, recordado por el malla, desde la filosofía del grillismo, donde ha encontrado expresión clara en la oratoria radical e inequívoca: destruir las instituciones; menospreciar a las personas que los representan (no tenemos práctica para decir si es oratoria sincera; en la gestión de la movimiento parece poco sincero). Sigue siendo superficial. No explica cómo se puede convivir en una asociación articulada por el solo uso de la red. El hombre abandonado a la naturaleza es un lobo para sus semejantes. ¿Cómo contener el instinto si se destruyen las instituciones políticas? Las instituciones privadas también deben ser destruidas para no convertirse en esclavas de ellas. ¿Acaso el hombre encuentra su naturaleza mansa en la sociedad anarquista ordenada por la red? ¿Es la web la magia para redescubrir la sociedad igualitaria, como lo fue para los comunistas para vencer al capitalismo? En la elaboración comunista, la anarquía fue más sofisticada al introducir la dictadura del proletariado como una fase transitoria, al punto de traicionar en la experiencia la utopía invocada. Ahora la utopía se ha afianzado quizás precisamente porque es confusa. Su difusión, tan acrítica, puede explicarse como una reacción popular a la profunda desconfianza en las instituciones, incapaces de representar intereses comunes, pues se han convertido en un instrumento al servicio de los intereses de grupos que logran apropiarse de ellas en cada momento. Las instituciones han degenerado en corporativismo; de hecho son los cuerpos los que reproducen la lucha del lobo contra el lobo; el votante marginado siente su opresión.

Después de estos años de crisis institucional, no sé si será posible recrear el clima de bien común de la época de Cosciani, retomar el discurso sobre la reconstrucción de las instituciones, que ya en ese momento y en ese contexto, propuso repensar para afrontar lo nuevo. Pero nos vemos obligados a intentar la vía institucional, para no caer en el populismo irracional, que en sociedades complejas como la nuestra siempre encuentra a quien sabe aprovecharlo racionalmente.

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