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Lectura de Sabino Cassese en el molino: "Italia: una sociedad sin Estado"

En un momento tan difícil para nuestro país, la lección de la insignia de jurista, celebrada en el salón superior boloñés del Molino frente a un público culto en el que destacaba el estado mayor general del Banco de Italia y la presencia del ex primer ministro Romano Prodi fuera, ayuda a comprender los problemas básicos de Italia y las desventajas que se derivan de la debilidad del estado

Lectura de Sabino Cassese en el molino: "Italia: una sociedad sin Estado"

¿Puede una empresa prescindir del Estado? ¿De qué se deriva la debilidad tradicional y duradera del Estado italiano y cuáles son las consecuencias?

En la lectura celebrada en el Molino el sábado 5 de noviembre y titulada "Italia: una sociedad sin Estado", Sabino Cassese abordó el tema con su habitual profundidad, recorriendo con algunas líneas esenciales el siglo y medio de vida del Estado italiano y la inadecuación de las instituciones que todavía pesa mucho en Italia hoy.

Cassese volvió varias veces en sus estudios a la debilidad original del proceso de formación del estado italiano. En las páginas dedicadas, a finales de los noventa, a “Lo Stato unovabile. Modernidad y atraso de las instituciones italianas”, el análisis partía de la sugerencia de F. Braudel sobre la “faiblesse significativa” de Italia, ligada al extraordinario desarrollo de las ciudades entre mediados del siglo XV y mediados del siglo XVII. Renacimiento, pero fue un obstáculo para la construcción de un centro fuerte y autoritario, de un poder público que tuviera no sólo la forma sino la sustancia del Estado.

Cassese identificó claramente, en su lectura, dónde y cuándo faltaba esta sustancia.

En primer lugar, la promesa de unidad no se ha cumplido, porque mucho después de la unificación, y aún hoy, el país está dividido, el desarrollo de las diferentes áreas es divergente, las condiciones de vida y la distribución de los bienes públicos son desiguales, y esta desigualdad no depende de una elección, sino de la incapacidad de cerrar una brecha territorial y económica que la sociedad por sí sola no puede superar.

La promesa constitucional no se cumplió, tanto porque la Constitución italiana permaneció sin implementar durante mucho tiempo, como porque la parte dedicada a la organización de los poderes públicos fue diseñada pensando más en el Estado liberal limitado, ahora obsoleto, que en el Estado administrativo, grande distribuidor, gran empleador, gran regulador de la economía, que se desarrolló después de la Segunda Guerra Mundial.

La promesa de desarrollo no se ha cumplido, porque el crecimiento de la riqueza no ha ido acompañado de la producción certera y confiable de bienes públicos esenciales, como, por citar sólo algunos ejemplos, la legalidad, la seguridad, la justicia, la inversión en educación y en investigación.

Entre las múltiples causas de las promesas traicionadas, se destaca la falta de una administración competente y eficiente, capaz de seleccionar las mejores energías, de resistir las presiones de la política así como de la captura de intereses, de aplicar las reglas con imparcialidad. Entre las consecuencias de las promesas incumplidas, la principal y más grave es quizás la desconfianza generalizada y la tendencia a suplir las deficiencias de las instituciones con sustitutos: la familia, las relaciones, los grupos de interés, las corporaciones, las reglas especiales, las exenciones, los privilegios.  

Así, nos enseña Cassese, sucede al mismo tiempo que el Estado se desborda, porque se ocupa de todo, pero no es capaz de realizar las funciones esenciales, porque queda dominado por grupos e intereses particulares, que impone innumerables reglas, pero es no puede hacerlos cumplir, que su presencia en la vida diaria es omnipresente, pero los ciudadanos continúan percibiéndolo como una entidad separada y distante.

La ambivalencia se convierte entonces en el signo dominante. Incluso los intentos de fortalecer el estado -por ejemplo, construyendo administraciones paralelas más eficientes, o vinculándose a la "restricción externa" europea, o confiando funciones públicas a particulares- terminan por confirmar la debilidad de la máquina pública. La sustancia del Estado se busca fuera del Estado.

Sin embargo, la lucidez de este análisis despiadado no impide que Cassese concluya preguntándose si, en lugar de quedarse en la retórica fácil de "demasiado Estado", no sería mejor pensar en las desventajas, en Italia, de "demasiado pequeño Estado" y, en la medida de lo posible para todos, tratar de remediarlo. Y aquí la lectura cuenta como una lección.

El texto completo del discurso de Sabino Cassese se publicará en el número 1/2012 de la revista Il Mulino


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