comparte

La difícil identidad de Türkiye, entre la problemática integración europea y las relaciones mediterráneas

Turquía está en busca de su nueva identidad – Pero Europa podría empujarlo en la dirección equivocada – El país de las juntas militares ahora se ha ido – El legado del estado laico, buscado por Ataturk, sigue siendo fuerte, pero la sociedad turca es mucho más compleja y democrático que el que surgió del colapso del Imperio Otomano.

La difícil identidad de Türkiye, entre la problemática integración europea y las relaciones mediterráneas

Un país con un rápido crecimiento económico y demográfico que, con razón, quiere jugar un papel importante en el Mediterráneo y en Oriente Medio. Es un país islámico, pero también europeo. Es todo esto, la Turquía contemporánea.

Su política tradicional apuntaba a la plena integración en la Unión Europea, pero este objetivo se ve obstaculizado por las políticas de muchos estados miembros. Intenta, por tanto, desempeñar un papel autonómico regional, pero tropieza con muchas dificultades y pocos éxitos (salvo los, aunque importantes, económicos y comerciales).

Su antigua relación con Israel está en crisis, pero también lo está con sus difíciles vecinos: Siria e Irán. Algunos en el mundo árabe, y en particular en Egipto, dicen estar inspirados en su modelo constitucional y político, pero en realidad todavía están lejos de él y no parecen entenderlo del todo. Ahora, un nuevo conflicto enfrenta a Turquía con el estado grecochipriota (miembro de la UE) e Issale, en defensa de los intereses turcochipriotas en la explotación de los campos petroleros en alta mar.

Pero esta vez es probable que el conflicto sea mucho más serio. El gobierno grecochipriota ya está bloqueando una serie de capítulos de las negociaciones entre la UE y Turquía, impidiendo así su conclusión positiva. Ankara ha decidido claramente forzar la mano para llegar al "momento de la verdad", cueste lo que cueste.

Es posible que Erdogan, impulsado por los profundos cambios que se están produciendo en Oriente Medio y quizás también por la crisis económica que resta atractivo al modelo europeo, intente quemar sus puentes tras de sí. Ya sea dentro o fuera de Europa, pero ya no en el limbo de las expectativas inciertas e infinitas.

Es una elección peligrosa, quizás temeraria, que podría dañar gravemente a Turquía, pero que, mientras tanto, dañará con seguridad a Europa. La respuesta a tal desafío no puede limitarse al problema de Chipre y su petróleo, ni al de Israel, sino que debe ser estratégica: si Europa sigue interesada en Turquía, como debe ser, debe ser capaz de responder a las pregunta planteada desde Ankara: ¿se puede seguir llamando europeo al futuro de Turquía?

Revisión