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El TGV, símbolo de Francia, cumple 30 años: gran éxito de público pero desastre de gestión

El TGV cumple 30 años. El tren de alta velocidad francés se inauguró el 24 de septiembre de 1981: la obra maestra tecnológica y el gran éxito de público (se considera un orgullo nacional: más de 1,7 millones de pasajeros en treinta años) se acompañan de un auténtico desastre empresarial y financiero que aún pesa sobre la hombros de los ciudadanos

El TGV, símbolo de Francia, cumple 30 años: gran éxito de público pero desastre de gestión

Hace apenas unos días, el 8 de septiembre, el Presidente Nicolás sarkozy había inaugurado la última de las muchas líneas de alta velocidad que hicieron famoso al TGV en toda Europa: la Rhin-Rhone. En su discurso, Sarko destacó el gran éxito del tren querido por todos los franceses: “El TGV es Francia. Y es el esfuerzo de todos. El tren es querido por el pueblo y es de todos, sin distinción”.

Más allá de los tonos decididamente gaullistas del discurso, Sarkozy, al rendir el debido homenaje al tren, que es un icono del progreso tecnológico y de la eficiencia del servicio público francés, olvidó sin embargo mencionar la montaña de deudas que el Estado ha heredado de los gestión del TGV en estos 30 años. Gestión desastrosa por decir lo menos, y exactamente proporcional al número de pasajeros, en continuo crecimiento: desde 1981, de hecho, más de 1,7 millones de pasajeros han abordado el símbolo de la excelencia industrial. Y sin ningún accidente. En definitiva, un auténtico plebiscito.

Pero, ¿cuánto le cuesta todo esto al Estado, y por tanto a los propios ciudadanos? Según informes Challenges.fr, estamos casi alli 40 millones de euros. El deuda de la red ferroviaria francesa (RFF) rondaba ya los 1997 millones en 20, mientras que en 2011 se acercaba a los 30 millones. A lo que hay que sumar los 9 millones de deuda de SNCF, la otra empresa que gestiona el tráfico. A pesar de esto, RFF continúa construyendo e invirtiendo: en 2012 habrá 4 nuevos sitios de construcción, TGV Est, Tours-Bordeaux, Le Mans-Rennes, Nimes-Montpellier, ¡con un gasto total de 15 mil millones de euros! Más desarmante aún si se considera que las rutas que se cubren no son las de las grandes ciudades, por lo que no es posible esperar un gran flujo de pasajeros.

El mismo eurodiputado Hervé Mariton, de la Comisión de Finanzas, dijo que el tráfico en el Tours-Burdeos apenas cubrirá el 50% de su coste. ¿Cómo pretenden ahora las empresas en cuestión resolver el asunto? Evidentemente, haciéndolo pesar directamente sobre los propios pasajeros, con incrementos de billetes de casi un +12%. Pero sobre todo pidiendo una ayuda más a la madre Francia: la SNCF, de hecho, ya ha amenazado al Estado con cerrar algunas rutas (incluidas la París-Arras y la Lille-Estrasburgo, bastante angustiosas y frecuentes), dejando así la problema a la administración pública que tendrá que justificar el grave perjuicio a los ciudadanos.

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