Entre los problemas evitados con la derrota de Mitt Romney en las elecciones presidenciales estadounidenses también está la "guerra comercial" con China, que se habría desatado por las sombrías intenciones de Romney: había declarado que, nada más tomar posesión de la presidencia, oficialmente calificaría a China de "manipulador de divisas", abriendo así la puerta a la imposición de aranceles proteccionistas.
Ahora bien, en el informe del Tesoro norteamericano difundido ayer, esa excomunión de “manipulación”, como era de esperar, no existe. Pero, cediendo a los impulsos proteccionistas de algunos círculos industriales, el informe afirma que el yuan chino está "significativamente infravalorado".
Este juicio es poco generoso. Refleja solo dolores de cabeza bilaterales entre China y EE. UU. (el déficit comercial de EE. UU. con China sigue siendo alto), pero no realidades macroeconómicas. Estas realidades dicen que el superávit corriente chino disminuyó del 10% del PIB en 2007 al 2,3% en 2012, mientras que el tipo de cambio real chino (ver gráfico) se ha apreciado desde que se eliminó el tipo de cambio fijo con el dólar cerca de un 30%.