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Grecia, la receta de Schaeuble no funciona: el caso de Argentina lo prueba

FOCUS BNL – La idea, propuesta por el ministro alemán, de suspender temporalmente a Grecia del euro no funciona – Argentina salió de la paridad con el dólar en 2001-2 pero en 12 meses su PBI en dólares cayó 2/3 – Además , la salida de Grecia del euro agravaría las desigualdades en Europa creando nuevas presiones sobre los flujos migratorios

Grecia, la receta de Schaeuble no funciona: el caso de Argentina lo prueba

La historia no siempre avanza en línea recta. Ya sean túneles oscuros para salir rápido o autopistas seguras para avanzar rápidamente. La historia, sean o no conscientes de ello sus creadores, también se mueve por curvas cerradas. Por giros que se abren de repente y que depositan todas las responsabilidades del guía en el viajero. Cruce de caminos donde la transmisión automática ya no funciona. Los mantras y dogmas no son válidos. Giros donde, de repente, es necesario redescubrir pilotos capaces. Si quieres evitar lo peor. 

Los acontecimientos recientes de la crisis de la deuda griega representan una no linealidad significativa en la historia económica y política de Europa y su moneda única. Muchas certezas se han roto. En primer lugar, la creencia en la irreversibilidad del euro, ahora cuestionada por la hipótesis de una salida "temporal" de la moneda única por parte de uno de sus participantes. Según sus partidarios, podría ser necesario un "tiempo fuera" de la moneda única para que Grecia vuelva a crecer. 

Una economía en quiebra necesita una moneda devaluada para dar un nuevo impulso al crecimiento. Quienes sostienen la hipótesis del "tiempo muerto" dicen que en la experiencia histórica de muchos países esta receta siempre ha funcionado. ¿Es realmente así? Para tener una idea al respecto, una referencia interesante es la de la crisis de 2001-2 en Argentina. 

Hacia fines de 2001, Argentina "salió" de la paridad con el dólar, recuperando la flexibilidad cambiaria. Después de cinco años, en 2007, el PIB de Argentina volvió a los valores previos a la crisis de 2001-02, aprovechando al máximo un largo repunte de las materias primas internacionales de las que el país sudamericano es un fuerte exportador. Sin embargo, en el primer año de la crisis, la implosión del PBI valorado en dólares de Argentina correspondió a una caída de hasta dos tercios. 

Entre 2008 y hoy, manteniéndose en el euro, el PIB griego ya ha disminuido una cuarta parte, de 240 a 180 mil millones. Si Grecia saliera ahora de la moneda única y las proporciones argentinas fueran válidas para ella, el producto bruto griego valorado en euros a precios actuales podría caer otros dos tercios en un año. De 13 a 2015 mil millones. Sesenta mil millones es el PIB de una región italiana del tamaño de Puglia. Pero los apulianos son sólo cuatro millones, frente a los once millones de griegos. 

De ser ciertas las cifras de la crisis argentina, existe el riesgo de que, tras un año de "tiempo muerto" de la moneda única, el PIB per cápita en euros de un griego se reduzca a una décima parte de la media per cápita de cada uno de los ochenta millones de alemanes. Para los griegos, este podría ser el precio a pagar para volver a ser competitivos. Pero también sería un punto de inflexión peligroso y probablemente intolerable en la dirección de las crecientes desigualdades económicas y sociales en la casa común europea. 

Desigualdades que alimentarían la desconfianza como los flujos migratorios entre el sur y el norte del continente. Correos para no proceder, después del tiempo de espera de la moneda, también a la de los pasaportes. Una encrucijada muy peligrosa es la que Europa, y no sólo Grecia, se encontró la tarde del domingo 12 de julio. Era mejor haber decidido no tomar la ruta del "tiempo fuera" de la moneda. 

Es mejor elegir otras formas de lograr el crecimiento y las reformas juntos. También porque el antiguo mundo de las devaluaciones taumatúrgicas y el desarrollo impulsado únicamente por las exportaciones ya no es lo que es hoy, dominado por el estancamiento secular de las economías, incluso de las que solíamos llamar emergentes. Un escenario que hoy pide a todos encontrar nuevos motores de crecimiento interno que sean económica y socialmente sostenibles. 

Desde USA hasta China nos enseñan esto. En el otoño de la globalización, el crecimiento debe ser reinternalizado. En la última curva, Europa optó por no salirse de la carretera. Pero, ahora, tenemos que aclarar. El proyecto europeo no puede quedarse en un euro “a la carta” ni un poco más. Es hora de darnos a nosotros ya las generaciones venideras un futuro trabajando seriamente en el crecimiento económico y social de nuestro continente. 

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