Tal vez sea porque el gobierno francés está respirando bajo la presión del Fondo Monetario Internacional y las agencias de calificación. Tal vez sea porque hay rumores persistentes en los mercados de que París será el próximo objetivo de los especuladores. El caso es que ayer Louis Gallois, un exdirectivo público, contratado por la izquierda, que acaba de llegar al poder, para identificar con un grupo de expertos cómo reactivar la competitividad del Made in France, presentó su informe. Y hoy, en un tiempo récord, el gobierno de Jean-Marc Ayrault, bajo el impulso de François Hollande, ha retomado el grueso de las medidas propuestas, aunque ya han sido inmediatamente criticadas por muchos exponentes del Partido Socialista.
Entre las medidas recomendadas por Gallois y compañía y adoptadas inmediatamente por París, la decisión de reservar una parte de las licitaciones públicas a las pequeñas y medianas empresas (sobre todo las más innovadoras), para garantizar a todas las empresas la estabilidad fiscal durante cinco años (sin cambios bruscos de tasas y reglas) y lanzar ayudas precisas a las empresas que exportan (la debilidad de las exportaciones es una de las mayores espinas clavadas en el costado de la economía francesa). Pero es inútil darle vueltas: la mayoría de los economistas, para explicar la desindustrialización de Francia (porque de eso se trata, de fábricas que llevan cerca de diez años cerrando y desplazándose), señalan con el dedo el excesivo coste de la mano de obra.
El informe indicaba el camino a seguir para recortar las cotizaciones a la seguridad social por un total anual de 30 millones de euros (un tercio a restar de las pagadas por los trabajadores, el resto de las cotizaciones pagadas por los empresarios). Hoy Ayrault ha comenzado lanzando 20 millones de desgravaciones en forma de créditos fiscales en beneficio de las empresas. No hay una acción directa sobre las cotizaciones a la seguridad social pero sí la reducción de los costes laborales (se estima en menos un 6%) para los empresarios. Todo estará operativo a partir de 2014. Diez mil millones deben provenir de nuevos impuestos (especialmente en la llamada fiscalidad ambiental). Los otros diez mil millones provendrán de una subida del IVA (del 19,6 al 20 % el tipo máximo, del 7 al 10 % el tipo intermedio, mientras que el de primera necesidad bajará del 5,5 al 5 %). A muchos de los compañeros de partido del Presidente no les gustó nada esta última medida.
De hecho, Hollande tuvo que incumplir una de las promesas que hizo durante la campaña presidencial. Que en los cinco años de su mandato nunca habría revisado al alza el IVA. Lo reiteró a finales de septiembre. Cabe subrayar: al llegar al poder, el nuevo presidente y el nuevo Ejecutivo habían decidido bloquear una de las últimas medidas, la del "IVA social", adoptada por Nicolás Sarkozy, que preveía una subida del IVA para cubrir una parte de los gastos de los empresarios relacionados con las cotizaciones sociales. Ahora, sin embargo, los socialistas en el poder han hecho prácticamente lo mismo. Porque tienes que darte prisa. El informe Gallois aporta algunos datos inquietantes sobre el Made in France.
La contribución de la industria al PIB, el producto interior bruto, cayó del 18% en 2000 al 12,5% el año pasado. Mientras tanto, la balanza comercial (sin considerar la energía) ha pasado de un superávit de 25 millones a un déficit de 25 millones. Las empresas exportadoras han pasado de 107.500 en 2002 a 95 en 2011, ahora la mitad de Alemania e incluso de Italia. Mientras tanto, en 2010 (estos son los últimos datos comparativos disponibles) el salario medio por hora en Francia ascendía a 34,17 euros. Más que en Italia (25,2) y que en España (21,7). Pero ahora incluso más allá del nivel de la rica y competitiva Alemania (33,1).
