Los principales bancos españoles cerraron el primer semestre de 2015 con resultados decididamente satisfactorios, confirmando lo ya destacado en los estados financieros del año pasado. Las agencias calificadoras revisan favorablemente sus calificaciones de corto y largo plazo. El mercado de valores valora más positivamente la evolución y las perspectivas de los grupos españoles que el resto de bancos europeos.
Uno se pregunta cómo se relaciona este presente favorable con el rescate bancario masivo que Europa se vio obligada a financiar hace apenas tres años. La situación económica nacional ofrece numerosos indicios positivos: en los últimos 5 trimestres, el balance económico de España fue superior a la media de la Eurozona. Los hogares y las empresas han logrado avances importantes en el proceso de ajuste de su situación financiera. La tasa de desempleo, sin embargo, sigue siendo extraordinariamente alta, superada recientemente por Grecia.
El sistema bancario español sigue destacando por su fuerte proyección internacional: los activos exteriores representan el 33% de los activos consolidados, una parte decididamente significativa que sigue creciendo. Esta característica ayuda a mitigar el problema de la calidad de la cartera de crédito, que en todo caso está mejorando.
El circuito bancario ha sufrido una reducción considerable: entre finales de 2012 y el primer trimestre de 2015 se eliminaron 40 instituciones de depósito y se cerraron más de 6.300 sucursales.
Sin embargo, existe un rincón oscuro significativo en el proceso de recuperación del sistema bancario español. En la cartera del banco malo (SAREB) y de las entidades de crédito españolas se encuentran congelados (a la espera de encontrar comprador) activos inmobiliarios por un importe cercano a los 130 millones de euros. Una parte considerable de ellos (por ejemplo, la tierra) carece de un mercado real. Una consideración diferente de estas actividades cambiaría significativamente la valoración de gran parte del sistema bancario español.
