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Deuda pública, las paradójicas (pero no tanto) tesis de Mosler: recortarla pone en riesgo el consumo

Según el empresario y economista estadounidense, la deuda pública es, sic et simpliciter, la cantidad de activos financieros netos en dólares que posee el resto del mundo - El hambre de ahorro privado justifica, pues, la deuda pública: recortarla significa poner en peligro la equilibrio de los individuos, y por tanto el consumo.

Deuda pública, las paradójicas (pero no tanto) tesis de Mosler: recortarla pone en riesgo el consumo

Tres intervenciones diferentes en el Sole24ore el domingo 14 de octubre pueden verse como otros tantos indicios de que es posible, y quizás inminente, un cambio de ritmo en la actitud de los economistas y los responsables políticos europeos hacia las medidas necesarias para salvar a Europa del declive. Guido Rossi espera que el premio Nobel otorgado a la Unión Europea impulse a nuestro continente en el camino de la integración política al renunciar a la "creencia exclusiva y sin sentido en las políticas de austeridad únicamente". Beda Romano documenta lo que los economistas más atentos no se cansan de repetir, a saber, que la austeridad aumenta, no disminuye, la relación deuda/PIB. Y finalmente Fabrizio Galimberti cuestiona la tesis que en los últimos años ha justificado las políticas de recortes y aumento de impuestos, a saber, que estos tienen efectos expansivos según la ecuación "menos deuda, más crecimiento".

Pero, ¿qué es realmente la deuda pública? Según el empresario y economista estadounidense Warren Mosler, la deuda estatal de EE. UU. es, sic et simpliciter, la cantidad de activos financieros netos en dólares en poder del resto del mundo. Naturalmente, esto también se aplica a Europa: la deuda total de los estados del euro no es más que la otra cara contable de los ahorros acumulados en euros por europeos y no europeos. Es decir, sin deuda pública no podríamos apartar los euros de nuestro ahorro privado, ni de los ahorros institucionales como los fondos de pensiones. El hambre de ahorro privado justifica el endeudamiento público. Cortarlo significa poner en peligro el equilibrio financiero de los individuos, quienes en un intento por reconstruirlo reducen el consumo. Es por eso que la recesión sigue mordiendo y el desempleo se dispara. Por lo tanto, necesitamos más, no menos, deuda.

Este es el mensaje por decir lo menos inédito (y solo aparentemente paradójico) que Warren Mosler presentará en la Conferencia sobre “Gestión de la Deuda Pública” el 26 de octubre, organizada por Treves Editore en el Aula Magna de la Universidad La Sapienza. Entre otros, lo escucharán los demás ponentes de la conferencia: economistas, banqueros, gestores públicos, responsables de la política económica y sindicalistas, como Richard Portes, Pietro Reichlin, Paolo Savona, Rainer Masera, Innocenzo Cipolletta. Será interesante ver si seremos capaces de captar la urgencia de mirar los problemas de Europa desde un punto de vista nuevo y diferente.

El mensaje de Mosler retoma las ideas de economistas del pasado, reinterpretado bajo una luz inusual. Su blog ha hecho incursiones en la red y The Economist ha dado protagonismo a sus ideas, también conocida como Teoría Moderna del Dinero. Según Mosler, es precisamente el tan celebrado divorcio entre el banco central y los gobiernos europeos lo que generó la crisis de la deuda en Europa. Y debemos reconocer su previsión cuando, a fines de la década de 90, describió con precisión mortal lo que habría llevado a la implosión del euro en caso de una recesión global. Según Mosler, las estrictas reglas de la moneda europea (un caso casi único de moneda que se refiere no a un solo estado soberano, sino a varios estados que mantienen altos grados de soberanía independiente) habrían impedido que el BCE y los gobiernos europeos respondieran adecuadamente a la crisis. La pérdida de soberanía monetaria de los estados individuales habría hecho que las deudas públicas y las garantías nacionales sobre los depósitos bancarios no fueran creíbles, provocando inevitablemente la explosión de la crisis en el mercado de deuda soberana y en el sector bancario.

Así fue exactamente la historia, y la lección es doble. La primera es que ninguna deuda soberana está segura a menos que el propio Estado, a través de su banco central, garantice su conversión en reservas bancarias. Y el reciente movimiento de Draghi no es más que una forma de introducir, en una Europa dividida, el mismo mecanismo que existe en Reino Unido o Estados Unidos. La segunda es que la gestión de la deuda (judicial) es una poderosa herramienta para regular la demanda. Y como la gestión de la deuda nacional en una unión monetaria ya no es posible, Europa necesita despertar y, ante las reglas sobre los presupuestos nacionales, relanzar iniciativas fuertes, financiadas por una deuda pública compartida que, como dice Mosler, no es más que la otra parte contable de nuestros ahorros. Europa tendrá que hacerse cargo del crecimiento y el pleno empleo.

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