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Cine: Hostiles, el western que pretende ser políticamente correcto

Generaciones enteras han crecido con pan y westerns y “Hostiles” del director Scott Cooper es la última de la serie que concluye con un final doble dramático y de primeros planos sobre los rieles de un tren….

Cine: Hostiles, el western que pretende ser políticamente correcto

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Generaciones enteras de cinéfilos crecieron con pan y westerns. Hemos visto películas de todo tipo: primero con los blancos buenos contra los indios malos, luego mitad y mitad, finalmente los indios buenos contra los blancos muy malos. Luego, el western volvió a declinar en todos los sentidos: el hombre de la estrella contra los asaltantes de la diligencia, los norteños democráticos contra los traficantes de esclavos del sur, los constructores de ferrocarriles en las llanuras salvajes y los buscadores de oro, el "western italiano" y las parodias. en todas las formas. Conocimos todas las tribus nativas americanas, desde los cheyenne hasta los sioux, desde los seminoles hasta los navajos, además de memorizar los lugares de actualidad: Juma, Laredo, Dallas y otras localidades más o menos conocidas. Los grandes directores se han enfrentado a este tipo de películas: de John Ford a nuestro Sergio Leone con Akira Kurosawa en el medio. Para concluir el cuadro, es necesario insertar el western "moral" para empezar a pensar que, tal vez, estamos en las últimas páginas de una historia que ya está próxima a terminar.

Este, de hecho, es el tema de la película que proponemos para esta semana: Hostiles, dirigida por Scott Cooper. La historia nos lleva a 1892, cuando Estados Unidos estaba casi pacificado cuando la era de la frontera estaba terminando y se acercaba el nuevo siglo. Las primeras imágenes de la proyección muestran una cita del escritor DH Lawrence que aporta una correcta interpretación no sólo y no tanto de la historia narrada sino de toda la epopeya reciente de los Estados Unidos: “El alma estadounidense es esencialmente aislada, estoica y asesina”. En esta película ya no se ven los pueblos polvorientos y salvajes, sino puestos militares ordenados y limpios. Un renuente capitán del ejército -con un pasado no del todo inocente- recibe la orden de escoltar a un anciano cacique indio gravemente enfermo a su tierra natal, como señal de apaciguamiento que el presidente pretendía dar al resto de la nación.

Los nudos, los dramas y tragedias que sin embargo marcaron todo el período de la colonización de los blancos en los territorios de los indígenas no están del todo curados y el viaje que se preparan a realizar los protagonistas de la historia quisiera ser, metafóricamente, un atravesando hacia la búsqueda de una convivencia y una paz difícilmente alcanzables. El protagonista, el capitán, emerge de inmediato por su singularidad: lee el Julio César de Shakespeare que luego, al final de la película, entregará al nieto del anciano jefe indio. Pocas otras obras literarias apelan con tanta fuerza a la moralidad y la justicia como esta obra maestra del escritor inglés. El viaje transcurrirá entre dificultades y momentos de fuerte violencia y ferocidad.. En algún momento también se recordará la masacre de Wounded Knee, ocurrida efectivamente en 1890 por el famoso regimiento séptimo de caballería, como un punto de inflexión en las atrocidades cometidas sobre la piel de los indios. La historia termina con un doble final dramático y de primer plano sobre las vías de un tren (una vez más la imagen tópica del Occidente ahora modernizado) que sugiere e imagina que la historia está pasando página.

La película quisiera ser “políticamente correcta” si bien la construcción de los personajes, especialmente la de los indígenas, adolece aún de un estereotipo consolidado: sabios y salvajes mientras los blancos son cultos, unos malos pero aún la mayoría volcados al bien. La obra está bien hecha aunque los ritmos narrativos y los tiempos son a veces excesivamente largos. El reparto es suficiente (nótese una breve aparición de Timothée Chalamet, ya visto recientemente en Llámame por tu nombre) y domina la escena, como exige el tipo de película, la visión de las grandes praderas y cañones salvajes. Para los fans del género, Hostiles merece la pena verla, aunque solo sea por la escasez de oferta de este tipo de historias. Cabe señalar que han pasado más de dos años, 2015, desde la última película digna de recordar: Los odiosos ocho de Quentin Tarantino. Otro ritmo, otra mano, otra experiencia.

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