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Ciclismo: Roubaix, triunfa Degenkolb. Wiggins, adiós sin estruendo

Tras una carrera perfecta, el alemán vence en el sprint a Stybar y Van Avermaet – Kristoff, el gran favorito de la víspera, está a sólo décimo a 31” del ganador – Para Wiggo ahora el objetivo es el récord de la hora.

Ciclismo: Roubaix, triunfa Degenkolb. Wiggins, adiós sin estruendo

La antesala a la leyenda le falla a Bradley Wiggins pero el baronet inglés en su última carrera en ruta deja la Roubaix en definitiva con dignidad, después de haber hecho esperar también a sus fans un golpe de estado con un ataque a la pavimento Dificultad cinco estrellas en Mons en Pevele, acción que sin embargo se extinguió a los pocos kilómetros. Wiggins terminó 18º con un grupo de cazadores. Apenas habían pasado 31″ desde el sprint principesco con el que Juan Degenkolb reguló, en el histórico Velódromo de hormigón, un grupo de siete corredores que se había formado en cabeza de carrera al final del último tramo de carretera asfaltada. 

Tras él, resignados ante tanto poder, Zdenek Stybar y Greg Van Avermaet, abonado a puestos de honor. Para Degenkolb, ya ganador del Sanremo, un doblete en dos clásicos-monumento en una misma temporada, logrado solo por Sean Kelly en 1986: una proeza que da al campeón del Gigante-Alpecin un salto de calidad definitivo, proyectándole al exclusivo club de los gobernantes de las carreras de un día.

Un club en el que ahora ha entrado por derecho Alexander Kristoff, con sus hazañas en los últimos dos años, aunque de hecho el noruego es uno de los grandes perdedores de esta Roubaix habiendo partido desde Compiègne con los favores del pronóstico tras la suntuosa victoria en el Tour de Flandes. El líder de los Katusha, esta vez, se tuvo que conformar con ganar el sprint al grupo de Wiggins, el de los derrotados, seguido de Peter Sagan, cada vez más decepcionante, aunque sea como coartada para el eslovaco de Tinkoff-Saxo. hay un pinchazo en el momento crucial de la carrera.

Los pinchazos y las caídas siempre han formado parte del mundo del ciclismo, especialmente de carreras como la Roubaix, aunque en esta edición un clima primaveral hizo menos difícil el pavimento de los cubos de pórfido. Y la estrella de la suerte sirvió para evitar un desastre cuando un tren TGV pasó, a gran velocidad, por un paso a nivel que estaba cerrado pero que unos corredores habían saltado y otros estaban a punto de hacerlo para no soltarse. 

Por suerte no pasó nada y esta Roubaix -partido sin sus dos gobernantes, Boonen y Cancellara- pasará a la historia por la despedida sin tapujos de Wiggins (que a partir de mañana solo pensará en el récord de la hora y los Juegos Olímpicos de Río) y por la actuación- obra maestra de Degenkolb, que da a Alemania su segundo éxito en el pavé muy clásico, repitiendo el muy lejano de Josef Fischer en la primera edición de 1896. 

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