La actual situación económica y financiera de Alemania es relativamente favorable, aunque el ritmo de crecimiento está ligeramente por debajo de la tendencia experimentada en el pasado reciente. El consumo privado y las exportaciones netas crecen; inversiones menos brillantes. El clima deflacionario que ha prevalecido en los últimos tiempos puede haber comenzado a superarse (los precios al consumidor crecieron 0,7% a/a en septiembre).
El buen desempeño de la economía alemana proyecta repercusiones positivas sobre el crédito, en particular al limitar considerablemente el deterioro de la cartera crediticia (en promedio para el sistema, la incidencia de créditos deteriorados no llega al 3%).
No obstante, el circuito bancario alemán atraviesa una fase de evidente dificultad, de la que sólo escapan los bancos menores (cooperativas y cajas de ahorros) y que, por el contrario, involucra en gran medida a casi todos los grupos de cierto tamaño. El extenso trabajo de reestructuración que se está llevando a cabo desde hace algún tiempo aún parece estar lejos de concluir, una evaluación que ha encontrado una nueva confirmación en el reciente ejercicio de estrés realizado por la EBA.
En general, existe una diferencia significativa entre el escenario bancario alemán y la situación de los principales países europeos donde (aunque en diferente medida) siempre se pueden distinguir dos componentes: por un lado, las entidades que han recuperado un (limitado) rentabilidad, redujo el conjunto de riesgos a los que se enfrentan, completó el proceso de ajuste a los parámetros de capital más exigentes de Basilea; en el lado opuesto hay instituciones muy frágiles que, por lo tanto, todavía necesitan ayuda. Si uno se enfoca en instituciones de algún tamaño, esta división en Alemania es bastante difícil.
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