En los últimos días, el mundo del derecho ha perdido a una de sus puntas de lanza: Guido Capozzi, de 95 años, expresidente de la Casación, maestro de juristas y notarios de todo el país. En la planta baja de su hermosa casa en Vomero, en Nápoles, ha habido generaciones de licenciados en derecho, miles de jóvenes que esperan generar ingresos con sus calificaciones. La escuela de Capozzi fue, durante más de 30 años, no una de las escuelas de notarios, sino "la" escuela del concurso notarial, la más prestigiosa, la más concurrida, la más interesante.
Los casos de Capozzi se conservan religiosamente en los estudios y, probablemente, los profesionales consagrados aún recurren a las ingeniosas soluciones propuestas por el magistrado napolitano.
La competencia por la notaría siempre ha sido la más dura, la más selectiva, la más difícil. Por esto Capozzi finalmente lo había elegido, como enseñanza, sobre los demás. Porque amaba la ley, porque era un hombre manso, de inteligencia refinada, porque sabía transmitir un método.
En definitiva, un auténtico maestro que llevó a sus alumnos desde la infancia universitaria hasta la madurez profesional. El salto cultural consiste en que lo estudiado en los libros debe aplicarse a la vida: el "caso real" debe convertirse en "caso jurídico", el mundo tal como lo conocemos debe ser interpretado a través de las reglas del código. Es una operación mucho más difícil de lo que uno piensa, de lo que muchos pueden siquiera imaginar.
Capozzi supo conducir a los desconcertados "doctores en derecho" al laberinto de las posibilidades, mostrándoles el camino que podría llevarlos a la salida. Es un camino difícil y no todos sus discípulos supieron recorrerlo, pero todos lo recuerdan con gran cariño, estima y gratitud.
