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Rugby, verdadero deporte, pasión abrumadora, gran negocio

Habiendo concluido el 6 Naciones, la selección italiana de rugby trae a casa el mejor resultado de su historia en esta competencia. El rugby se confirma como un deporte que encarna valores auténticos manteniendo las connotaciones de un espectáculo para disfrutar en directo y ver por televisión

Rugby, verdadero deporte, pasión abrumadora, gran negocio

Cualquiera que quisiera una prueba la consiguió. L'Italia de los rugby hay. Ayer terminó el 6 naciones con el mejor resultado de nuestros quince y ha llegado el momento de las oportunas reflexiones. El Stadio Olimpico de Roma se llenó al máximo, una mirada que hace apenas tres años no hubiera sido posible ni siquiera en el mucho más modesto Stadio Flaminio, cuando los aficionados al rugby eran en realidad cuatro gatos.

Hoy este deporte arrastra a la gente al estadio como el fútbol solo puede hacerlo en ocasiones especiales. Siempre es una fiesta, antes y después del choque en la cancha, los hinchas se enfrentan alegremente y sin accidentes, a pesar de la extraordinaria fisicalidad de este deporte, donde una maraña de cuerpos pertenecientes a musculosos gigantes se disputan la posesión de un balón. Bisontes y gacelas al mismo tiempo, los hombres de rugby se enfrentan a un balón bizarro e impredecible que sale disparado sin tener en cuenta las expectativas, avanzan tirando hacia atrás para que el camino hacia la portería sea más lento y fatigoso.

el rugbi es uno mejor deporte televisado que el futbol porque tiene mejores tempos, porque la moviola es inmediata y decisiva, tiene reglas inverosímiles pero no muy controvertidas, destaca partituras borrachas que pueden exaltar hasta al perdedor, vítores coloridos pero nunca ofensivos, ruda en la identificación de los hombres, astutamente atractiva en la interpretación femenina, aquí, no hay deporte más completo.

El Torneo de las 6 Naciones terminó este año con Italia en cuarto, en una quiniela de seis equipos entre los más titulados del mundo. En otros lugares sería un resultado desalentador, aquí es una obra maestra. Le ganamos a los franceses e irlandeses, asustamos a los ingleses, todos maestros del balón ovalado, quedando atrás los tiempos en que la única esperanza era escapar del lanzamiento burlón del cuchara de madera, trofeo reservado a los últimos clasificados.

Por segundo año consecutivo hemos evitado recoger esta inoportuna cubertería y tenemos la clara sensación de que todo el mundo empieza a temer a nuestros gigantes. Tal vez podríamos haberlo hecho mejor con filas completas, pero en el rugby las decisiones del árbitro no se discuten, no tienen secuelas, ni resentimientos, los árbitros no despiertan sospechas, incluso cuando se equivocan.

Alrededor de todo esto se mueve un merchandising aún inmaduro, ecos televisivos insuficientemente explotados, escuelas y jóvenes poco difundidos, queda un largo camino por recorrer pero el deporte del rugby encarna valores auténticos, estimula la pasión y una participación creciente, inusual, necesita nueva energía y las razones para apoyar este extraordinario fenómeno son todas allá.

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