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Referéndum, vote NO contra el populismo y el oportunismo

La ecuación grillina (menos parlamentarios = más democracia y más eficiencia) es una patraña colosal que hay que desmontar votando NO en el referéndum para contrarrestar el populismo pero también el oportunismo y las tácticas de la mala política

Referéndum, vote NO contra el populismo y el oportunismo

No vengas a contarnos historias. Fuera de un verdadero proyecto de reforma constitucional enfocado a la diversificación de funciones de la Cámara y el Senado, la ecuación grillina menos parlamentarios = más democracia es un engaño del tamaño de una casa, que no se sostiene y que tiene todo el sabor de un engaño colosal a los ciudadanos. Así como la idea de que con menos parlamentarios las cámaras funcionan mejor es un engaño: sin superar el bicameralismo igualitario, ocurre exactamente lo contrario. Por eso, si no hubiera temores por el crecimiento de la pandemia y las consiguientes restricciones en la vida pública de todos nosotros, la referéndum constitucional del 20 al 21 de septiembre sería un acontecimiento extraordinario para la democracia italiana. Sobre todo, sería una oportunidad imperdible para aclarar finalmente las insoportables mistificaciones que han rodeado la reducción del número de parlamentarios desde el primer momento. Reducción, cabe recordar, buscada por el Cinco Estrellas y sufrida por cobardía o timidez por otras fuerzas políticas, incluso por aquellas -como el Pd que había votado en contra tres veces en el Parlamento – que por oportunismo táctico han desautorizado sus orientaciones iniciales rindiéndose a los grillini, cuya escasa consideración por el valor de las instituciones parlamentarias y democráticas ha sido reiteradamente probada.  

Partamos del fondo de la pregunta y del objeto de la consulta popular: es cierto o no que la reducción de parlamentarios ¿Aumenta la democracia como afirman los Cinco Estrellas? No hay evidencia empírica de que esta tesis, que choca con el sentido común más básico -¿cómo puede considerarse más democrático un sistema parlamentario en el que los representantes del pueblo están reducidos a la mitad?- tenga un fundamento real. Pero sobre todo hay dos elementos cruciales que una correcta valoración de lo que está en juego no puede olvidar. La primera es esta: para la eficiencia de un sistema parlamentario, ¿es más importante el número o las funciones de los propios parlamentarios? ¿Cantidad o calidad? Si no se diversifica y organiza mejor el trabajo de diputados y senadores, no será el menor número de parlamentarios el que mejore la calidad de la actividad de las Cámaras y de todo el proceso legislativo, al contrario es muy probable que la parálisis y el desorden crecerán, como informó el viernes 21 de agosto en La Repubblica el expresidente de la Cámara de Diputados, Luciano Violante.

Segunda cuestión: la reducción de parlamentarios no es un tabú y bajo ciertas condiciones se puede discutir constructivamente, pero si queda pendiente y no va acompañada de una reforma que supere el bicameralismo igualitario y una ley electoral que combine estabilidad y representatividad de los órganos electivos y que no está diseñado sólo para liquidar a los grupos más pequeños o incómodos se convierte en un boomerang de alto riesgo para el buen funcionamiento de la democracia.  Así fue el acuerdo en el que se basó el gobierno de Conte 2 pero hoy no hay nueva ley electoral y sin ella todo el andamiaje que había inducido al Partido Demócrata a dar, quizás demasiado precipitadamente, el visto bueno para reducir el número de parlamentarios, dando al Cinco Estrellas una inesperada victoria sin lucha. 

Por eso, sea cual sea el resultado final de la consulta popular de septiembre, votar abiertamente NO en el referéndum hoy es un acto de dignidad democrática y de abierta disidencia frente a la deriva populista que ha llevado a la reducción precipitada y simplista de los representantes electos del pueblo en el Parlamento. Pero, más allá de los méritos del tema en juego, votar NO en el referéndum no es solo darle un picotazo al populismo que reina en el país y que ya ha hecho demasiado daño, sino que es poner freno a la política mediocre hecha de táctica, oportunismo, hipocresía y transformación que, en vez de enfrentarse de frente al populismo en sus versiones coloristas, piensa en domarlo mimándolo y finalmente en rendirse.

Lamento decirlo, pero esta parece exactamente la vocación reciente del Partido Demócrata, del principal partido reformista italiano: o mejor dicho, no de todo el Partido Demócrata sino del ala que se reconoce en el decepcionante liderazgo del secretario Nicola Zingaretti, quien puede ser un buen administrador local pero ciertamente no un líder. La política, como sabemos, se nutre de compromisos, que son la sal de la democracia cuando son la expresión de la clara búsqueda de un punto de equilibrio entre diferentes fuerzas y tesis y sólo la indiferencia o el radicalismo ciego no comprenden este postulado fundamental. Pero la búsqueda de compromisos y acuerdos, que en su mejor forma son el pan de la política y la democracia, no puede darse a expensas de la identidad de una fuerza política, especialmente de origen reformista. 

Ya sea para defender el actual equilibrio de gobierno con los grillini o futuros acuerdos para el Quirinale, un partido no pone límite a los posibles compromisos y está dispuesto a sufrirlo todo, significa que ese partido ha perdido el alma y está dispuesto a sacrificar su tradición y su historia en el altar de la conveniencia inmediata y la táctica mediocre, entregándolas y entregándose a los vacilantes advenedizos de la política como son los Cinco Estrellas, más allá de todos los posibles saltos mortales presentes y futuros.

Ver a los militantes de un partido fundamental como el Partido Demócrata caminar con la cabeza gacha y quitarse de la cabeza un referéndum sobre una reforma que nunca quisieron en el corazón duele el corazón y -sí- duele la democracia. Por eso votar NO en el referéndum significa también lanzar una señal equívoca contra la mala política, de la que la precipitada reducción de parlamentarios es sólo la punta del iceberg. 

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