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En Brive la Gaillarde, el rey Cavendish está de vuelta

Obra maestra del sprint del campeón del mundo en la penúltima etapa: es la victoria número 22 de su carrera en el Tour.Wiggins en amarillo superfavorito en la contrarreloj de mañana pero toda la simpatía y el apoyo son para el "rebelde" Froome

En Brive la Gaillarde, el rey Cavendish está de vuelta

Realmente extraño este Tour que el domingo terminará en París exaltando el primer éxito inglés. Decepciona una y otra vez en las montañas, ya que no hay hombres de rango que también sean escaladores de pura sangre, capaces de emocionar con ataques que cambien el curso de los acontecimientos. Lo mejor se ofrece en las etapas llanas, las más insignificantes que no tienen la tarea de mover la clasificación, pero que se redime al menos en la final con sprints que quedan impresos en los ojos. Como la de hoy en Brive La Gaillarde, una auténtica obra maestra de Mark Cavendish que surge entre la multitud como un relámpago y deja atónitos a velocistas de la talla de Goss y Sagan. A "Cav" le sobra tiempo para mirar atrás, para agitar el puño del vencedor con enojada alegría, ritual que hacía demasiados días que no repetía hasta que se puso melancólico. Otro gran velocista, el alemán Greipel -ya tres veces victorioso en este Tour-, esta vez se quedó atascado en el tráfico, sorprendido por la vehemencia con la que Cavendish, ayudado por el propio Wiggins en un formato gregario, atrapa y adelanta a Luis León Sánchez y Nicolás Roche. , los últimos supervivientes de la fuga del día, en el último kilómetro de carrera. Para el poderoso 'Gorilla' de Rostock, la caza de Sagan por el maillot verde de la clasificación por puntos es complicada. Por su parte, con la victoria de hoy, Cavendish eleva a 22 su cuenta de victorias en el Tour, una actuación que le sitúa a la altura de Lance Armstrong y André Darrigade, velocista francés de la época de Bobet y Anquetil. Pero más allá de las estadísticas, para “Cannonball” se trata de una vuelta a su condición de rey de los sprints, a la que en las dos últimas semanas había tenido que renunciar por motivos colectivos: Team Sky, empeñados en defender el maillot amarillo de Wiggins, prácticamente había dejado solo al campeón del mundo, a menudo también utilizado como portabotellas. A pocos días de los Juegos Olímpicos de Londres, donde no habrá Alpes ni Pirineos que escalar, Cavendish quiso restablecer las jerarquías a su favor.

Pero hasta el domingo queda el Tour y Wiggins es el único gobernante amarillo del Team Sky. Ay de pensar lo contrario. Christopher Froome sabe algo al respecto, y las dos veces que aceleró en la montaña lo detuvieron por radio, desprendiendo a su capitán con el maillot amarillo. Un enfrentamiento que en Toussuire se circunscribió y recompuso de inmediato, pero que en la ascensión de ayer en Peyragudes tuvo momentos de descaro que no pudieron sino poner en apuros a Wiggins y a todo el Team Sky. Wiggins ganará el Tour pero estos episodios decolorarán su maillot amarillo, aunque mañana en la contrarreloj de 53,5 km de Bonneval a Chartres el capitán del Sky tiene la oportunidad de infligir otra lección a todos. En primer lugar a su compañero rival Froome. Para lo cual el apoyo de todos los amantes del ciclismo del hombre más fuerte, que crea un vacío, no el de las radios y directores de equipo que imponen prohibiciones. Es una hazaña imposible. Pero al menos en la contrarreloj, Froome no se verá obligado a ir más lento. De tener éxito en la hazaña, empequeñecería la que todavía se considera la mayor traición de lesa majestad en la historia del ciclismo: la "traición de Renaix", del nombre de la localidad belga donde se disputó ese día el mundial de ruta de 1963. Ocurrió que el gran Rik Van Looy, único y absoluto capitán de la escuadra flamenca, muy favorita de la víspera del mundial, se vio adelantado en la línea de meta por el gregario Benoni Beheyt que se suponía que iba a lanzar el sprint. , pero que in extremis quiso dispararle a su capitán una treta sensacional.

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