Tras la ampliación al este, la del norte. Si se llevan a cabo las negociaciones de adhesión a los 35 capítulos de la ley europea (el llamado acervo comunitario), Islandia podría convertirse en el vigésimo noveno miembro de la UE en un par de años (Croacia se unirá en 2013). De hecho, el pequeño país nórdico disfruta de una legislación en gran medida en línea con la europea, dado que ya forma parte de la Sede, el espacio económico asociado a la UE que también incluye a Noruega y Liechtenstein.
Islandia tiene una población de solo 300 mil habitantes, menos que Malta, pero mantiene una importancia estratégica para Bruselas, ligada a sus grandes extensiones de aguas territoriales: las más pesqueras del planeta y hoy en día explotadas exclusivamente por pescadores islandeses. Una situación destinada a cambiar en caso de entrada en la UE: el reparto de los recursos pesqueros promete ser, por tanto, el tema más espinoso para la opinión pública islandesa, que podría rechazar la adhesión en un referéndum.
Pero para complicar las negociaciones también habrá el caso icesave, el banco en línea fallido a raíz de Lehman Brothers. Reikiavik debe devolver 3,8 millones de euros a los depositantes de Holanda y Reino Unido, pero el plan de devolución fue rechazado en dos referéndums por los contribuyentes islandeses, sobre los que habría pesado una deuda de 12 euros per cápita.
La doble crisis bancaria y monetaria que azotó a la isla en 2008 está en el origen del actual proceso de adhesión. El modelo de desarrollo basado en el crédito fácil y la crueldad financiera ha resultado insostenible, lo que plantea la cuestión de si una nación tan pequeña puede subirse a la ola de la globalización y al mismo tiempo permanecer fuera de la UE y del euro. Antes del próximo referéndum decisivo, los islandeses todavía tienen algo de tiempo para reflexionar sobre los pros y los contras de la integración con el resto del continente.
