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¿Productividad? Para levantarlo necesitamos más inversiones, un modelo de bienestar de Blair y un nuevo BCE

Para aumentar la productividad es necesario ir a contracorriente: más inversiones, incluidas las públicas, el nuevo modelo de bienestar de Blair, revolucionar el sistema bancario y transformar el BCE en una Fed - Sin embargo, quedan dos grandes obstáculos: el ostracismo de la CGIL y el gravamen fiscal anormal - Los precedentes Intervenciones FIRSToinline sobre la productividad

¿Productividad? Para levantarlo necesitamos más inversiones, un modelo de bienestar de Blair y un nuevo BCE

El tema de la productividad es muy complejo y los interlocutores sociales, sin esperar a los diligentes admiradores de la diosa de la competencia, ya llevan un tiempo en el camino con muchas contradicciones y muchos contrastes internos. Me refiero, por ejemplo, al contrato de farmacia que, desde este punto de vista, constituye un punto de referencia. Formas de aumentar la productividad laboral. y no la Productividad Total de la Fábrica como a menudo se da a entender, generando una gran confusión, se puede conseguir de tres formas descrito por los economistas clásicos y nunca superado por ningún otro economista matemático y nomotético.

La primera forma es el aumento de horas trabajadas. Pero esto implica un aumento del capital variable y por tanto de la masa salarial con la consiguiente caída de la tasa de ganancia si no aumenta al mismo tiempo la solvencia de la demanda de los bienes así producidos. La segunda forma es el aumento en el número de unidades de trabajo con un aumento cada vez más significativo de la masa salarial y el peligro de la caída de la tasa de ganancia, si no más y más, se amplía la base de la solvencia de la demanda y por tanto de la valorización de la circulación tanto de bienes como de capital. La tercera forma es el aumento de la inversión ccon el consiguiente aumento de la tasa de ganancia frente a una caída en la masa salarial debido a una caída en el empleo.

naturalmente estos caminos deben confrontarse con la historicidad de la acumulación y circulación también de bienes-personas en los mercados de trabajo con la consiguiente posibles limitaciones que puede oponerse a esta circulación i monopolios políticos creados por asociaciones obreras y empresariales gracias a su asociación ya la dinámica de los contratos entre las partes que de ella se derivan. Pues porque el vínculo entre la productividad por inversión y también por la flexibilidad de la relación y del rendimiento laboral y por tanto con un aumento de la masa salarial compensada con la reducción de la misma que derivaría del menor empleo por aumento de la la inversión es la regla es necesario reiniciar el ciclo de inversiones revolucionando el sistema bancario y promoviendo recortes en las inversiones también por vía pública para compensar la ausencia de manos privadas.

Este es el camino que se está estableciendo en todo el mundo anglosajón, y por lo tanto en el mundo más civilizado con derecho consuetudinario y no con un régimen jurídico romano-germánico y una sujeción ideológica parental extendida. Naturalmente para hacer esto, se necesita el consentimiento del monopolista potencial más débil, es decir, las organizaciones de trabajadores. En Italia esto es casi siempre imposible debido al ostracismo ideológico que la CGIL opone a estos modelos, a los que los diligentes comentaristas académicos ahorran demasiado a menudo los reproches que lamentablemente merecen. Además, es engañoso y casi burlón hablar de productividad laboral para la inversión cuando las empresas están lastradas por una fiscalidad debida a políticas fundamentalistas de austeridad que pronto imposibilitarán negociar nada.

Finalmente, el uso de la negociación nacional a la que se hace referencia es posible y deseable sólo en la federación de subespecies de la categoría, especialmente en sectores fuertemente polarizados entre grandes empresas y pulverización peristáltica corporativa como el sector alimentario por ejemplo. Todavía tal vez necesitamos poner fin a la hipocresía rampante de invocar un nuevo bienestar universalista ante la vergüenza del bienestar italiano fundado en el cabeza de familia y en la gran empresa cantando al son de la deuda pública que imposibilita la reforma.

Tenemos que negociar en Europa la reforma no de inversiones sino del BCE sobre el modelo FED para financiar un nuevo proyecto de empleo y juntos un bienestar universalista en el modelo blailerianoo que posibilite así los sueños de los que quieren la mujer borracha y el pastel lleno, es decir, la austeridad deflacionaria que está llevando a la muerte a las empresas y al orden en las finanzas públicas, como si el Estado fuera una empresa que puede quebrar, mientras que el El Estado siempre escapa a la quiebra con un poco de inflación, un poco de déficit y sobre todo un poco de libertad de pensamiento por parte de los profesionales de la economía como triste técnica. Pero quizás esto no sea posible en las estrechas calles de los balnearios neoclásicos.

*** LO ÚLTIMO PRIMERO HABLA sobre productividad: Marcelo Messori (30 de septiembre), Benjamín Lapadula (1 de octubre), Alejandro Laterza (3 de octubre)

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