“Europa 2020” es el nombre que recibe el proyecto estratégico lanzado en marzo de 2010 por la Comisión Europea para reactivar la economía del Viejo Continente en la década posterior a la gran recesión de 2008-2009.
Con la aprobación del proyecto, la Unión Europea se propuso convertirse en una economía "inteligente, sostenible y solidaria" para permitir a los estados miembros y al continente en su conjunto alcanzar "altos niveles de empleo, productividad y cohesión social".
En la práctica, los iniciadores de la estrategia establecieron cinco objetivos ambiciosos, en las áreas de empleo, innovación, educación, inclusión social y medio ambiente, que deben alcanzarse para 2020. Cada estado miembro adoptó sus propios objetivos nacionales para cada uno de estos sectores. y la idea era la de proseguir un trabajo conjunto tanto a nivel nacional como continental para consolidar la estrategia y alcanzar los objetivos trazados al final de la década. Ya hemos pasado la mitad de la década de 2010. Han sido años intensos para Europa tanto a nivel económico como a nivel político-social.
A pocos meses de un hecho de trascendencia histórica como el "Brexit" y en vísperas de una campaña electoral potencialmente crucial para el futuro del continente, puede ser interesante hacer un balance de la situación para entender si, para hasta qué punto y cómo ha puesto el Viejo Continente aquellos proyectos lanzados a principios de la década.
El siguiente cuadro resume para cada uno de los sectores considerados por «Europa 2020» el punto de referencia sobre el que se fijaron los objetivos, el nivel de dicho punto de referencia en 2010, la situación actual y el objetivo marcado por la estrategia. Se consideran tanto los datos a nivel continental como los relativos a nuestro país (fuente: Eurostat).
La observación de los datos muestra que en los últimos años se han producido avances (a veces incluso significativos) en los campos de la innovación, el medio ambiente y la educación. Las emisiones de gases de efecto invernadero se han reducido drásticamente en beneficio de un mayor consumo de energías renovables; la tasa de deserción ha disminuido y la proporción de la población con educación universitaria ha aumentado. Además, aunque todavía lejos de los objetivos, los recursos destinados a la investigación ciertamente han crecido.
Lo que se acaba de decir es cierto tanto a nivel continental como en Italia. En varios temas, incluida la reducción de emisiones, nuestro país también lo ha hecho incluso mejor que la media europea.
Sin embargo, los datos también muestran que, en lo que respecta a los dos últimos macroobjetivos marcados por "Europa 2020", la dirección tomada por el Viejo Continente ciertamente no es la deseada. El nivel de integración social ha empeorado: la proporción de personas en riesgo de pobreza no solo está lejos del objetivo (-20 millones), ¡sino que incluso ha aumentado! Esto es especialmente cierto en Italia, donde está adquiriendo dimensiones dramáticas. En menos de diez años, el nivel de compatriotas en riesgo de pobreza alcanza los 17 millones.
Estamos, por tanto, lejos de la meta de tener 2,2 millones de pobres menos en cuatro años que en 2008. Las cifras de integración social son consecuencia directa de la evolución del mercado laboral, cuyos datos muestran claramente cómo, en las condiciones actuales, será difícil alcanzar una tasa de empleo del 75% en 2020 y será aún más difícil para nuestro país alcanzar la meta aún menos ambiciosa fijada en el 67%. Desde 2010, no se ha dado ningún paso en esta dirección y, de hecho, el nivel de empleo ha disminuido.
En resumen, un balance parcial de "Europa 2020" destaca luces y sombras. Las políticas continentales han contribuido a poner en un camino virtuoso a sectores fundamentales para un crecimiento duradero y sostenible, como la educación, la investigación y el medio ambiente.
Al mismo tiempo, sin embargo, la Unión Europea ha fracasado hasta ahora en sus políticas de creación de empleo e integración social.
Dado que la cohesión es un elemento fundamental para una sociedad, la falta de esta pieza en el rompecabezas europeo podría resultar decisiva para el futuro de la unión. Solo con una inversión de las tendencias de los últimos años, la Unión Europea podrá seguir existiendo y justificar su papel también desde un punto de vista político.
