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La inmigración durará, hay que afrontar el reto con soluciones políticas

Después de la masacre de París, el debate sobre la inmigración corre el riesgo de descarrilarse si se mira bajo la lente del terrorismo. Las dos cosas no deben confundirse. Los datos muestran que los inmigrantes aún son pocos y que la presión migratoria no se detendrá en los próximos años. Debemos prepararnos para responder con políticas europeas adecuadas

La inmigración durará, hay que afrontar el reto con soluciones políticas

Tras la masacre de París, Polonia declaró que considera imposible acoger a refugiados por los riesgos que implica. ¿Es esta la actitud que debe prevalecer en Europa? Los primeros elementos disponibles nos dicen que los terroristas responsables de los atentados proceden de los suburbios de París y Bruselas, mientras que los inmigrantes que piden ser acogidos en Europa huyen precisamente de esa guerra que los atacantes trajeron al centro de París como habían traído. ella, en cambio, los responsables de la masacre de Charlie Hebdo. 

Combinar terrorismo e inmigración nos lleva por el camino equivocado. Nos encontramos ante hechos y actitudes que, además de cuestionar los valores esenciales de nuestra cultura desde los de la libertad hasta los de la aceptación, tienden a poner en marcha tensiones y factores de potencial desintegración en la UE. La propia rigidez de las reglas de Maastricht se ve influida por ellas con el reconocimiento de los costes de recepción como razón que justifica su flexibilidad. El gobierno francés ha pedido que no se calculen los costes de la guerra contra el terrorismo por los efectos de superar el límite del 3% del déficit público. 

Los temas migratorios en este contexto son cada vez más una prueba de nuestra capacidad para avanzar en el camino de la integración, respetando nuestros valores. La cuestión de fondo es que los "sentimientos" contra la emigración están generalmente ligados a una percepción negativa de los factores de riesgo así como de los temidos cambios que pueden ocurrir tanto en el contexto sociocultural como económico y casi siempre desvinculados de un análisis concreto de sus costos y beneficios. 

CUANTOS HAY Y DE DONDE VIENEN

Para ello, hay que tener en cuenta que la cuota de inmigrantes en los países de la UE sigue rondando el 12% de la población con picos del 16% en Suecia y Dinamarca a pesar de los nuevos flujos de inmigración. Alcanzaron picos de 800.000 a principios de la década de 90 después de la caída del Muro de Berlín y en 2014 cuando se intensificaron los conflictos y las guerras en Europa. En 2015 se estima una duplicación de estos valores que, cabe recordar, son modestos frente a la población de 500 millones de ciudadanos europeos en tendencia decreciente, aunque asentados en un territorio con una alta densidad de población. 

La composición por zona de origen, cultura y religión es muy diferente. En Francia predominan los inmigrantes de los países del Magreb, en Italia hay más de 1 millón de rumanos. El mayor porcentaje de musulmanes se encuentra en Francia, con el 7,5% de la población total. El número de inmigrantes con ciudadanía adquirida también es muy diferente en los distintos países. Además de los refugiados y la inmigración en sentido estricto, también existe la llamada migración circular. Alrededor del 25 % de la población en edad de trabajar de Albania tiene una experiencia de migración circular principalmente a Grecia e Italia, con trabajos estacionales. 

En este cuadro tan diferenciado del estado de la inmigración en la UE, hoy nos vemos llevados a mirar los flujos migratorios como una consecuencia casi exclusiva de las guerras que nos rodean. En cambio, no debemos preguntarnos si se trata de un fenómeno más amplio vinculado a las tendencias demográficas en curso? Las estimaciones de la ONU nos dicen que debemos esperar que los flujos migratorios continúen durante mucho tiempo con el aumento de la población de África, que seguirá mostrando un crecimiento exponencial. Debemos entonces preguntarnos si es cierto que en el futuro, con el desarrollo de los países más pobres, los flujos migratorios disminuirán. 

POBREZA Y FLUJOS MIGRATORIOS

Las estimaciones, aunque dentro de los límites de los modelos estadísticos, dicen que los países del mundo con un ingreso per cápita por debajo de 6000 - 8000 dólares (el nivel, para ser claros, de Argelia y Albania), aunque se enriquezcan, no reducirán su contribución a la emigración. Una implicación inmediata de este vaticinio es que la decisión tomada en la reciente reunión de Malta de crear un Fondo de 1.8 millones a favor de los países de origen de las migraciones, ciertamente útil como ayuda al desarrollo, no representa una herramienta eficaz para frenar la emigración. 

Debemos, de hecho, estar preparados para soportar un flujo sostenido de emigración, aunque se produzca el esperado aumento del PIB per cápita y, en conjunto, la reducción de los estallidos que representan las guerras. ¿Cuáles son las consecuencias a corto y largo plazo de estas tendencias? La OCDE estima que a corto plazo, en lo que respecta a los costes de acogida, la integración de los inmigrantes en el mercado laboral permitirá un equilibrio sustancial de las finanzas públicas sin impactos significativos en los salarios y el empleo. 

El efecto positivo de la inmigración sobre el PIB a largo plazo se aprecia, en general, dentro de las proyecciones demográficas sobre la caída de la fecundidad y el envejecimiento de la población de la UE. El aumento de la oferta laboral y la mayor productividad de la mano de obra inmigrante más joven son los principales impulsores de un mayor crecimiento potencial. A esto hay que añadir que la tendencia al envejecimiento de la población europea crea un dilema que, con el tiempo, habrá que resolver aceptando inmigrantes o aumentando la edad de jubilación para asegurar una oferta de trabajo adecuada a las necesidades del sistema económico y no sólo por razones de equilibrio de las finanzas públicas. 

UNA CUESTIÓN POLÍTICA

Por último, hay que decir que las estimaciones sobre los efectos positivos de la inmigración generalmente no tienen en cuenta un factor que es fundamental, la inclusión social, respecto de los efectos sobre el crecimiento. ¿Qué consecuencias tendría para el crecimiento si la UE terminara por inclinarse por la orientación expresada por Cameron, de reservar las garantías de bienestar solo para los ciudadanos británicos? No lo sabemos, como tampoco sabemos cuál será la capacidad de la UE para ir más allá de la política de cuotas de inmigración. Con esto volvemos al punto de partida: la inmigración es un tema que tiene coyunturas de gran complejidad en las que se acumulan muchos de los problemas de nuestro tiempo. La respuesta debe encontrarse a nivel europeo con un compromiso político a la altura del desafío.

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